Conecta con nosotros

Opinión

Evo, la cortina de humo. Por Diana Avitia

Hace pocas semanas habíamos comentado como Latinoamérica estaba en llamas y solo era cuestión de tiempo para que alguno de los países del sur cayera en una crisis insostenible, analizamos muy someramente las razones de los estallidos en cada uno de los países foco, Bolivia llamaba fuertemente la atención ya que a pesar de que su presidente llevaba al país a un crecimiento económico, en la pasada jornada electoral los ciudadanos fueron claros, se vio atrapado en un proceso en el que no saldría adelante, el sistema electoral se cayó y al recuperarse el presidente Evo llevaba la delantera indiscutible, empezaron las revueltas y aun con ellas, el tomo protesta.

Antes de que la OEA avalara la elección, nuestro país vía el canciller ya había felicitado al presidente electo y festejaba su toma de protesta, La Unión de Estados Americanos había pedido desde el mismo día de la jornada electoral una segunda vuelta, nunca se hizo. Con los estallidos sociales sobre Morales no le quedo más que aceptar esa segunda vuelta, no fue suficiente y empujados por la crisis los militares sugieren a Morales que renuncie.

Fue un golpe de estado, uno light, sugerido, impulsado por las revueltas, pero lo fue. Es claro que la reelección y la perpetuación en el poder lacera al ciudadano, lo hastía. Leí mucho durante estos días la frase de Simón Bolívar; “Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él a mandarlo, de donde se originan la usurpación y la tiranía”. Fue el pecado de Evo, 13 años, modifico la ley a su conveniencia, el costo hoy es el exilio.

De inmediato el estado mexicano, fiel a su costumbre de brindar asilo a los perseguidos políticos, ofreció de manera sumamente precipitada nuestro país para cobijar al ex presidente y algunos funcionarios, se mandó un avión, se le protegió, el trato ha sido muy especial, visitante distinguido. Muchos no estaremos de acuerdo, muchos otros sí. La realidad es que seguimos teniendo un doble discurso, en donde respetamos la Doctrina Estrada, no intervención, pero por otro el estado mexicano se vuelca a reconocer antes que la OEA elecciones de otro país, por un lado muchos repudian a Piñera por opresor, pero por otro palmean la espalda de Maduro, por un lado tenemos disponible un avión para recibir como rey a un asilado político y por otro nuestro propio presidente no viaja a los estados en donde la violencia a pegado fuerte, que fortaleza hubiera brindado el titular del ejecutivo al pisar suelo Culichi o Chihuahuense, no fue así.

La administración alargará lo más posible el tema de Morales, se dirá defensor de los derechos humanos al brindarlo, este asilo se otorga a personas que han sido exiliadas y perseguidas en su país de origen por motivos políticos, es la protección que un estado brinda a ese sujeto por estar en riesgo su integridad. Este tema le dio al gobierno un respiro, fue una bolsa de oxígeno para la autoproclamada 4T, en días anteriores la ola de inseguridad había sobrepasado al estado, los índices de crecimiento seguían arrojando cifras nada favorecedoras, Evo hoy es el pretexto perfecto, el distractor que cayó del cielo.

Mientras todos nos ocupamos del tema de moda, ayer en el senado tomó protesta Rosario Piedra Ibarra, la nueva presidenta de la CNDH, nombramiento lleno de cuestionamientos, desde su forma de elección, hasta el origen partidista de la nueva presidenta, mujer sumamente cercana a MORENA. Ayer el senado se convirtió en un circo, golpes, gritos, una escena vergonzosa, la oposición sigue dejando mucho que desear, muchos que están en el poder hoy desconocen razones, por otro lado se pretende pegarle a quien se ve como opositor al régimen, Lorenzo Córdova presidente del INE, tenemos que entender la gravedad de esto, hoy con fiscal carnal, presidenta de la CNDH carnala, todo apunta para presidente del INE carnalísimo, estamos volteando la mirada a la luz brillante, mientras en lo obscuro se trastoca instituciones, se ejecuta un plan centralista y seguimos inmersos en la ola de violencia, atendamos a nuestro México, como diría mi abuelo, primero lo primero.

Escribe tu comentario

Comentarios

Continuar Leyendo
Publicidad Caleb Ordoñez 

Opinión

¿Qué tan mexicanos somos? Por Caleb Ordóñez T.

La gente se agolpaba, entre gritos de “¡Viva México!” y alargando sus brazos para pasar a la distancia más cercana de “la gran campana”, miles y miles de personas disfrutaban de la fiesta más mexicana del año. Un día tan especial que nos recuerda los valores patrios que han marcado nuestra mente desde la infancia. Entre esa amalgama, se agolpan los recuerdos que recorren nuestras fibras más internas de las entrañas.

Los lunes de cantar el Himno Nacional y saludar a la bandera; los momentos cuando en voz alta declamábamos el juramento a esa insignia nacional: “Bandera de México, legado de nuestros héroes, símbolo de la unidad de nuestros padres y de nuestros hermanos, te prometemos ser siempre fieles a los principios de libertad y de justicia que hacen de nuestra patria, una nación independiente, humana y generosa a la que entregamos nuestra existencia». Seguido del llamado: «¡Firmes, ya!», instrucción de alguien con autoridad que gritaba para culminar la tradición que viene desde el “saludo romano”.

Por Caleb Ordóñez T.

 

Cada año, el 15 de septiembre se convierte en un momento que nos enfrenta a nuestra mexicanidad.

José Alfredo Jiménez, el poeta del pueblo, lo relataba con un cántico lleno de orgullo: “Viva México completo, nuestro México repleto de belleza sin igual. De esta tierra que escogió para visitarla la virgen del Tepeyac”.

Ser mexicano es para la mayoría, un honor. A pesar de nuestras diferencias, es común que un mexicano se abrace con otro cuando la Selección Mexicana le atesta un gol a la poderosísima selección de Alemania en un Mundial de futbol, como sucedió en Moscú, en el 2018.

Pero el 15 de septiembre es una fecha sin igual. El pozole se prepara a lo lago y ancho del país, recordándonos nuestros colores, olores y sabores. El mariachi tendrá que resonar llegando a hacer un eco imposible de detener; nos recuerda las raíces, los sones y los cantos que nos han dado identidad alrededor del mundo. ¡Qué alegre es la noche que recordamos nuestra independencia!

¿Qué tan orgullosos estamos?

Pregunté en un grupo de Whatsapp, con queridos amigos. Esos grupos donde comúnmente se habla de todo lo que sucede día a día: “¿Ustedes se sienten igual, más o menos mexicanos que cuando eran niños?”. De pronto, reinó un silencio, que estoy seguro, hacía reflexionar a quienes leyeron la incómoda (o también poco interesante) pregunta.

Uno de los participantes del grupo contestó algo que llamó mi atención poderosamente: “Igual de mexicano, pero menos orgulloso de México”.

«¿Por qué estás menos orgulloso de México?», le pregunté, tratando de explicarme esa dualidad entre sentirse orgullosamente mexicano, pero decepcionado de su país. La respuesta que me daba Andrés fue potente: “Porque ya vimos que sea quien sea (gobierno), la corrupción está muy arraigada. Casi nadie respeta las reglas. Ya no hay civismo…”, siguió escribiendo una serie de sucesos que vivimos, incluso en el equipo de futbol al que pertenecemos.

Recuerdo haber platicado alguna vez de este tema con el mundialmente conocido escultor Enrique Carbajal, mejor conocido como “Sebastián” (a quien tengo el honor de llamar amigo). En esa ocasión, el gran artista nos mostraba su preocupación por que el sentido de la “mexicanidad” se iba diluyendo de manera significativa. La pequeña mesa que escuchábamos al maestro coincidimos en que las nuevas generaciones han sufrido la idea clara de la importancia de ser mexicanos, con toda la extensión de la palabra.

Sebastián, siempre ecuánime, nos explicó sobre la obra que “levantó” en Ciudad Juárez, Chihuahua, la cual fue llamada “La equis”. “Se trata de retomar el mestizaje, el crisol entre la cultura española y mexicana. Se trata de un color que ha marcado nuestra tierra, el rojo, de sangre y batallas cruentas. Se trata de recordar que una “X” es el símbolo de la diferenciación del lenguaje de los conquistadores que se aferraban con la “J” en medio de la palabra de nuestro país”.

Nunca olvidaré esa extensa y apasionada explicación de su obra. Sus ojos mostraban el furor que tenía al hablar de retomar nuestros principios y luchar por ellos. No habló de partidos políticos, gobiernos o divisiones sociales. Sino de volver a esa idea que de niños nos forjaron, a ese momento que definió nuestro civismo y la defensa de nuestros valores patrios.

Este día por la noche, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador dará su tercer “Grito de Independencia”. Lo hará frente a la plaza que le ha dado mayores triunfos y recuerdos de alegría: El Zócalo de la Ciudad de México. Paradójicamente, una vez más, tendrá que ser con un aforo muy limitado, muy lejano a los cientos de miles que durante años han coreado su nombre y lo han exaltado a fin de que llegara al puesto que hoy ostenta.

Llegamos a un 15 de septiembre con una pandemia que nos sigue amenazando y que a muchos nos ha dejado fuertes secuelas de salud, tristeza y duelo. Llegamos sobreviviendo a dificultades económicas, psicológicas y otros flagelos.

En una polarización infinita, una ardua pelea entre bandos que teniendo exigencias justas, llegan a la ofensa y el linchamiento entre unos y otros.

Pero México sigue estando de pie. Un país resiliente, que se ha levantado de las desgracias más complejas y dolorosas.

Ser mexicano va más allá de nuestras torpezas o errores, de nuestro ingenio y humor. Tiene que ver con principios básicos que aunque muchos olvidamos, podemos volver a ellos. Finalmente, el amor en conjunto hacia el país, será el que restaure a una nación que se crece en medio de la sangre, la violencia y el dolor.

Escribe tu comentario

Comentarios

Continuar Leyendo

Opinión

La valentía de ser uno mismo. Por Itali Heide.

La mayoría de los días, odio mi cuerpo. Algunos días aparece como un disgusto pasivo, mientras empujo las inseguridades que viven dentro de mí a un segundo plano. Otros días, consume mi mente. El aspecto de cada uno de mis rincones me atormenta los días en los que no soy capaz de mirar más allá del físico de mi existencia.

Es especialmente difícil cuando me considero feminista y positiva con respecto al cuerpo. ¿Cómo puedo apoyar y amar el cuerpo de los demás y, sin embargo, encontrar espacio para odiar el mío? Parece casi hipócrita, pero no puedo encontrar la manera de evitarlo.

Me levanto por la mañana y decido que hoy me voy a querer a mí misma. Me ducho, me maquillo, me pongo un atuendo con el que me sienta feliz y luego pierdo toda la confianza en mí misma cuando me veo en el espejo. Tal vez tenga algo que ver con el hecho de que he ganado más de un kilo desde la cuarentena. Pero lo más probable es que tenga que ver con el hecho de que seguimos siendo bombardeados con estándares imposibles a los que nos hacemos responsables, incluso cuando no exigimos a los demás el mismo estándar.

No todos los días son así. A veces, mi maquillaje se ve justo como quiero. Mi outfit parece haber sido elegido por un estilista. La confianza en mí misma se dispara en esos días, aunque son poco frecuentes. En esos días, aprovecho al máximo lo que soy. Quién sabe, quizá en los días malos recuerde quién era cuando me sentía yo misma.

Al fin y al cabo, cuando más nos sentimos como nosotros mismos estamos contentos con nuestro aspecto, ¿no? Ni siquiera tiene una correlación con el físico, pero impacta directamente en la forma en que nos sostenemos y nos sentimos cuando entramos por la entrada de algún lugar. Parece que pensamos que todo el mundo es perfecto. Nos fijamos en lo que no tenemos en los demás, e ignoramos lo que sí tenemos cuando los demás no lo tienen. Parece ser la naturaleza humana, pero me gusta creer que nos hemos enseñado a pensar que la perfección es la única forma de ser.

Los estándares de belleza han existido desde que la humanidad ha dado valor a la apariencia de las personas (especialmente a la mujer). El poder que tiene sobre nosotros es asombroso, sobre todo si tenemos en cuenta que hemos borrado el cuerpo humano natural de la existencia y lo hemos sustituido por un cuerpo de modelo que se supone que representa la mejor versión de nosotros mismos. La verdad es que la mejor versión de nosotros mismos no necesita dietas, ejercicio excesivo, photoshop, filtros y poses incómodas.

¿Qué necesita realmente la versión auténtica de nosotros mismos? Necesita correr, explorar, tocar, sentir, llorar, reír, aprender y ser libre. Nuestro cuerpo está hecho para mucho más que para convertirse en una estatua de los estándares de belleza, y a menudo nos olvidamos de ello. Nos negamos a salir de nuestra habitación sin maquillaje, sin un atuendo que nos haga sentir seguros, sin algo que cubra la autenticidad que nos hace ser quienes somos.

Quien eres, es quien estás destinado a ser. Si quieres ponerte delineador de ojos, adelante. Si quieres llevar capa y vestido, hazlo. ¿Quieres ir al gimnasio y ponerte musculoso? Nadie te lo impide. La vida es un juego y tú eres el avatar que tienes la suerte de personalizar. Sin embargo, no olvides que eres igual de valioso sin todas esas cosas. El mundo está hecho para ser disfrutado, y nada superficial te dará las herramientas necesarias para sentirte realmente feliz en el mundo. Sé tú mismo, pero no olvides que eres más que lo que aparentas ser.

Escribe tu comentario

Comentarios

Continuar Leyendo
Publicidad
Publicidad
Publicidad

Facebook

Publicidad
Publicidad

Lo más visto