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Opinión: ¡Fuchi, Guácala!, al carajo aquellos que no perdonan,por Diana Avitia

Después de los cuestionamientos de la prensa al presidente acerca de la actuación de Mireles, como fieles creyentes en misa matutina fuimos invitados a perdonar, olvidar y abrir nuestros negros corazones, ¿qué tanto es tantito?, una burla más. 

Después de que José Manuel Mireles, pistolero líder de los Grupos de Autodefensa hoy transformado mágicamente por venia presidencial en subdelegado del ISSSTE en el estado de Michoacán, por segunda ocasión en unos cuantos días insulta a las mujeres; primero el señor creyó oportuno llamarles pirujas y posteriormente enumerarlas, días después les llama nalguitas, se escudó diciendo que estaba citando a un líder sindical, en fin. Cada vez se nos hace más común escuchar el lenguaje más grotesco por parte de funcionarios públicos. 

AMLO fue claro y dijo que no se le destituiría, que le exigía pidiera disculpas públicamente y que perdonáramos. Disculpas que durante la noche del martes hizo públicas vía twitter, una letanía absurda donde señala que solamente parafraseo a otra persona, y textualmente dijo; “No evado mi responsabilidad, la asumo y con el corazón en la mano ¡lo siento!” 

Este tipo de personas no merecen laborar en instituciones tan nobles, no tienen cabida en el gobierno ni en la sociedad, la mejor disculpa hubiera sido su carta de renuncia, imaginen a este sujeto y muchos otros que en público se expresan así de la mujer, ¿qué dirán en privado? Hubo incluso quienes me comentaban que esto no era cuestión de género, yo respondía; si no consideramos que tratar a la mujer como objeto y ciudadano de segunda es claramente violencia de género, entonces tenemos mucho que aprender como sociedad. No mover el agua políticamente y mantener a un pistolero contento es más importante para este gobierno que cuidar de la integridad de sus ciudadanas, estas conductas seguirán permeando, la autoridad es permisiva, las cifras de feminicidios y violaciones siguen incrementándose, la cultura de la violación viva y las mujeres más vulnerables también.

Solo estamos viendo el resultado de lo prometido en campaña, perdón y felicidad. Por ello, perdonemos también al pueblo que ataco este fin de semana a elementos del ejército quienes fueron víctimas de una agresión por parte de pobladores en Querétaro. Un oficial y dos elementos heridos, además dos civiles con lesiones. Tratando de evitar el saqueo de un tren, los soldados observaron que alrededor de 50 personas abrían contenedores, se les pidió se desistieran y retiraran del lugar; sin embargo, se escucharon disparos de arma de fuego, por lo que el personal procedió a protegerse. La turba comenzó agredirlos con piedras, palos y botellas de vidrio, propinándoles golpes en diferentes partes del cuerpo, al mismo tiempo que intentaban desarmarlos; en respuesta, el comandante de las tropas efectuó disparos hacia el suelo, logrando dispersar al pueblo bueno. También a ellos perdonémoslos, nuestro ejército lacerado y menospreciado no es importante, delinquir abiertamente es lo de hoy. 

Este fin de semana la estrategia de defensa frente a la delincuencia organizada fue clara, en Tamaulipas el presidente de la manera menos elocuente dijo; “Que se vaya al carajo la delincuencia. ¡Fuchi!, ¡guácala! e invito a todo aquel que delinque a “portarse bien” y pensar en sus madres. Es claro que con estas frases AMLO les habla a sus seguidores, tenerlos contentos con este tipo de actuaciones, esos a los que les encanta escuchar; ¡canallín!, ¡fuchi!, ¡me canso ganso! y todo ese circo, pero ¿hasta cuándo seguirá este absurdo y empezará la estrategia?, ¿hasta cuándo terminaran todas estas frases vergonzantes no dignas de un mandatario nacional?, lo veo distante.

Para cerrar el ultimo perdón del día se lo otorgaremos a Manuel Bartlett, político de carrera y hoy titular de la Comisión Federal de Electricidad, ese que dicen orquesto la caída del sistema, ex PRI, ex PT, hoy beatificado y casi convertido un santo, también a petición de nuestro presidente anticipadamente perdonémoslo, porque el reportaje por enriquecimiento ilícito que salió a la luz por casi 600 millones de pesos, es solo para opacar, son los opositores, esos conservadores. En fin, hoy los que criticaban justo estas arbitrariedades callan a la sombra del poder, mientras tanto las cifras de inseguridad siguen incrementándose escandalosamente, así que esté preparado para perdonar cuando sea una víctima más dentro de estas cifras.

 

 

 

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Publicidad Caleb Ordoñez 

Opinión

La valentía de ser uno mismo. Por Itali Heide.

La mayoría de los días, odio mi cuerpo. Algunos días aparece como un disgusto pasivo, mientras empujo las inseguridades que viven dentro de mí a un segundo plano. Otros días, consume mi mente. El aspecto de cada uno de mis rincones me atormenta los días en los que no soy capaz de mirar más allá del físico de mi existencia.

Es especialmente difícil cuando me considero feminista y positiva con respecto al cuerpo. ¿Cómo puedo apoyar y amar el cuerpo de los demás y, sin embargo, encontrar espacio para odiar el mío? Parece casi hipócrita, pero no puedo encontrar la manera de evitarlo.

Me levanto por la mañana y decido que hoy me voy a querer a mí misma. Me ducho, me maquillo, me pongo un atuendo con el que me sienta feliz y luego pierdo toda la confianza en mí misma cuando me veo en el espejo. Tal vez tenga algo que ver con el hecho de que he ganado más de un kilo desde la cuarentena. Pero lo más probable es que tenga que ver con el hecho de que seguimos siendo bombardeados con estándares imposibles a los que nos hacemos responsables, incluso cuando no exigimos a los demás el mismo estándar.

No todos los días son así. A veces, mi maquillaje se ve justo como quiero. Mi outfit parece haber sido elegido por un estilista. La confianza en mí misma se dispara en esos días, aunque son poco frecuentes. En esos días, aprovecho al máximo lo que soy. Quién sabe, quizá en los días malos recuerde quién era cuando me sentía yo misma.

Al fin y al cabo, cuando más nos sentimos como nosotros mismos estamos contentos con nuestro aspecto, ¿no? Ni siquiera tiene una correlación con el físico, pero impacta directamente en la forma en que nos sostenemos y nos sentimos cuando entramos por la entrada de algún lugar. Parece que pensamos que todo el mundo es perfecto. Nos fijamos en lo que no tenemos en los demás, e ignoramos lo que sí tenemos cuando los demás no lo tienen. Parece ser la naturaleza humana, pero me gusta creer que nos hemos enseñado a pensar que la perfección es la única forma de ser.

Los estándares de belleza han existido desde que la humanidad ha dado valor a la apariencia de las personas (especialmente a la mujer). El poder que tiene sobre nosotros es asombroso, sobre todo si tenemos en cuenta que hemos borrado el cuerpo humano natural de la existencia y lo hemos sustituido por un cuerpo de modelo que se supone que representa la mejor versión de nosotros mismos. La verdad es que la mejor versión de nosotros mismos no necesita dietas, ejercicio excesivo, photoshop, filtros y poses incómodas.

¿Qué necesita realmente la versión auténtica de nosotros mismos? Necesita correr, explorar, tocar, sentir, llorar, reír, aprender y ser libre. Nuestro cuerpo está hecho para mucho más que para convertirse en una estatua de los estándares de belleza, y a menudo nos olvidamos de ello. Nos negamos a salir de nuestra habitación sin maquillaje, sin un atuendo que nos haga sentir seguros, sin algo que cubra la autenticidad que nos hace ser quienes somos.

Quien eres, es quien estás destinado a ser. Si quieres ponerte delineador de ojos, adelante. Si quieres llevar capa y vestido, hazlo. ¿Quieres ir al gimnasio y ponerte musculoso? Nadie te lo impide. La vida es un juego y tú eres el avatar que tienes la suerte de personalizar. Sin embargo, no olvides que eres igual de valioso sin todas esas cosas. El mundo está hecho para ser disfrutado, y nada superficial te dará las herramientas necesarias para sentirte realmente feliz en el mundo. Sé tú mismo, pero no olvides que eres más que lo que aparentas ser.

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El precio caro de la moda barata, Por Itali Heide

La vida moderna en la era del hipercapitalismo está llena de daños medioambientales inevitables – desde viajar en avión, los plásticos de un solo uso, hasta los pedidos de comida a domicilio – la contaminación parece ser algo natural para nosotros en esta época. Cuando se trata de la ropa que usamos, a menudo los impactos son menos que obvios.

La industria de la moda produce el 10% de todas las emisiones de carbono de la humanidad, lo que le ha valido ser de los mayores consumidores de agua y contaminar los océanos de la Tierra con peligrosos microplásticos, que acaban en nuestras playas y llegan al interior de los cuerpos de las criaturas que llaman al mar su hogar. La industria que nos ha mantenido al tanto de los trends en el mundo de la moda es el segundo mayor contaminante del mundo, solamente detrás de la industria petrolera. Entre más crece la industria, el daño medioambiental empeora de forma exponencial, también.

A medida que los consumidores alrededor del mundo compran más ropa, especialmente de empresas de fast fashion barata cuya popularidad no deja de aumentar, como Shein, Fashion Nova y Zara, por nombrar sólo algunas, el peaje para el medio ambiente se hace notar. La gente no sólo compra más del doble de ropa que a principios del milenio, sino que además conserva la ropa la mitad de tiempo.

Las tendencias cambiantes y la necesidad constante de validación alimentan la necesidad de comprar más y más, lo que conduce a una relación tóxica entre el consumidor y la empresa. Cuanto más compramos, más sufre el mundo y más validamos a las empresas que se aprovechan de nuestras inseguridades y de nuestra necesidad de impresionar constantemente.

La industria textil y de la moda tiene una cadena de suministro larga y compleja, que empieza en la agricultura y la producción petroquímica, hasta la fabricación, la logística y la venta. Cada proceso conlleva su propio conjunto de pesadillas, ya sea el impacto medioambiental o humano, ya que la industria explota a miles de personas en países de bajos ingresos por unos pocos centavos. Los impactos vienen en todas las tonalidades del arcoiris, empeorando a medida que el mundo sólo continúa por su camino orientado al consumo, en lugar de tomar las medidas necesarias para mejorar el futuro de la industria.

Entonces, ¿qué se puede hacer para frenar la contaminación? Puede que sea demasiado tarde para borrar todo el daño causado, pero nunca es demasiado tarde para mejorar. La moda sostenible es la respuesta, pero es un término que se utiliza cada vez más (y de forma exagerada) y que no suele estar respaldado, ya que las empresas prefieren utilizarlo para dar un lavado verde a su marca y (como es lógico) vender más ropa. La verdadera moda sostenible significa comprar menos y comprar de forma más inteligente, aunque hay muchas más cosas que pueden englobarse en este término.

¿Qué significa exactamente la moda sostenible? Cuando se hace realidad, las empresas de moda sostenible recortan las emisiones de CO2, abordan la sobreproducción, reducen la contaminación y los residuos, apoyan la biodiversidad y se aseguran de que sus trabajadores reciban una remuneración justa y tengan unas condiciones laborales seguras. Sin embargo, esto es sólo una pieza del rompecabezas. Aunque las empresas deben cargar con la mayor parte de la responsabilidad, ya que son las que están detrás de los problemas sistémicos en primer lugar, hay cosas que los consumidores también pueden hacer para apoyar la sostenibilidad. Comprar el mismo número de artículos con la etiqueta de ‘sostenible’ no es suficiente, sino que es necesario replantearnos por completo los hábitos de consumo y compra. Aquí unos tips para mejorar nuestra forma de comprar ropa:

1. Comprar menos y comprar mejor.
Cada año se producen en el mundo 100 mil millones de prendas. Antes de hacer una compra, pregúntate a ti mismo: Comprar ropa que nos sirva, en lugar de servir a la ropa, puede marcar una gran diferencia.

2. Invertir en marcas sostenibles.
Comprar mejor también significa apoyar a los diseñadores que utilizan prácticas sostenibles, pero ojo: cuidado con las empresas que utilizan el término para hacer greenwash y vender más cosas. Investigando y haciendo que las empresas se responsabilicen de sus acciones, podemos apoyar a las que hacen el bien por el mundo.

3. Compra de segunda mano y vintage.
La ropa pre-amada y reutilizada es una forma estupenda de estar al día con las tendencias pero sin dejar de cuidar el planeta. Utilizando aplicaciones que atienden a estos sectores, como Depop, o acudiendo a bazares y ventas de garaje, no sólo reciclamos ropa, sino que apoyamos a los negocios locales.

4. Prueba la moda digital.
Por último, pero no por ello menos importante, ¿por qué no utilizar la tecnología en nuestro beneficio? No es ningún secreto que gran parte del atractivo de la moda es la necesidad de mantener las apariencias en línea, ya sea publicando una bonita historia en Instagram o bailando para un TikTok. Con la realidad virtual convirtiéndose en algo cotidiano, aplicaciones como DressX están atendiendo a la reinvención del consumo de moda a través de ropa digital que se puede poner encima de fotos y vídeos. Esto puede ofrecer una gran alternativa para el futuro de la moda, así que ¿por qué no probarlo?

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