Este viernes 1 de agosto se celebra el Día Internacional de la Cerveza, una fecha que, más allá del brindis, invita a reconocer la complejidad y el arte detrás de una de las bebidas más consumidas del mundo.
La celebración nació en 2007 en un pequeño bar de Santa Cruz, California, y desde entonces, cada primer viernes de agosto, cerveceros y aficionados de todo el mundo rinden homenaje compartiendo recetas, estilos y el placer de una buena cerveza.
Pero detrás de cada pinta hay mucho más que espuma y sabor. El proceso de elaboración de una buena cerveza artesanal exige técnica, sensibilidad y un conocimiento profundo de ingredientes como la malta, el lúpulo, la levadura… y el agua, que representa más del 90% de la bebida.
“Pensar una receta comienza con imaginar el carácter final del producto”, explica Tomás Ávalos, maestro cervecero galardonado en la Copa Argentina de Cervezas 2023. Según Ávalos, lograr equilibrio entre los granos, la química del agua, las temperaturas de fermentación y las variedades de lúpulo es clave para crear una cerveza de calidad.
Para Ricardo Aftyka, otro referente del mundo cervecero, todo arranca con el estilo: “Los estilos no solo definen características técnicas, sino que cuentan historias, representan regiones, climas y tradiciones”. Cada estilo tiene parámetros claros: color, amargor, cuerpo, espuma, aroma y nivel alcohólico.
Por ejemplo, una stout —oscura, con notas a café y chocolate— exige precisión. Pero eso no impide la experimentación. Aftyka recuerda una ocasión en que transformó una gose tradicional en una cerveza inspirada en un gin tonic, añadiendo pepino y enebro. “Fue una deconstrucción de un cóctel, hecha cerveza”, afirma.
También Cristian Meter, brewmaster en Guira, resalta la importancia de dominar los estilos antes de innovar: “El mayor error entre principiantes es querer experimentar sin conocer el estilo base”. Añade que la autocrítica, la prueba y error, y una formación constante son fundamentales para avanzar.
Matías Hallu, director del Centro Tecnológico de Alimentos de la UTN Buenos Aires, coincide: una buena cerveza empieza por ingredientes frescos y procesos controlados. “La malta húmeda o el lúpulo viejo afectan el sabor. No hay atajos. Hay que probar, catar y ajustar”, asegura.
El agua es otro elemento subestimado pero vital. Su composición mineral puede potenciar o arruinar el producto. Para Aftyka, obsesionarse con un solo ingrediente sin cuidar el balance general es uno de los errores más comunes: “Nos enamoramos del lúpulo y olvidamos que la armonía entre los cuatro elementos es lo más importante”.
La elaboración de cerveza artesanal también exige paciencia. Ávalos explica que una receta puede nacer en minutos, pero el refinamiento puede tomar meses. Meter coincide: “Cada nueva cosecha de cebada o lúpulo puede requerir ajustes en una receta ya probada. La excelencia es un camino, no un punto de llegada”.
En suma, este Día Internacional de la Cerveza es mucho más que un brindis: es un homenaje a la pasión, la ciencia y la creatividad de quienes hacen posible que hoy puedas disfrutar de una cerveza como nunca antes.