Parece increíble cuando los abuelos cuentan sus historias de amor eterno, o por lo menos de compañía eterna. Y no es para menos, las relaciones han disminuido su permanencia conforme han pasado los años.
Pero ¿A qué se debe esto?
1. No estamos lo suficientemente preparados.
A menudo no estamos dispuestos a llegar a un acuerdo, a sacrificar algunas costumbres y a amar incondicionalemente. No queremos esperar, lo queremos todo y de inmediato. No dejamos que nuestros sentimientos crezcan poniéndoles límites temporales.
2. Confundimos el amor con otros sentimientos.
Queremos conocer a alguien que nos acompañe al cine o a algún club nocturno, no a esa persona que nos comprenda y apoye en los minutos de tristeza más profunda. No nos gusta vivir aburridos, por eso buscamos a una pareja que pueda convertir nuestra vida en una aventura. Sin embargo, no siempre estamos listos para los cambios que llegan después del periodo de la simpatía y el enamoramiento mutuos.
3. Nos sumergimos en problemas materiales.
Con el tiempo no nos quedan momentos ni espacio para el amor porque estamos demasiado ocupados buscando bienes materiales.
4. Esperamos un resultado momentáneo.
Cuando apenas nos enamoramos, ya queremos ver nuestra relación madura, a pesar de que la madurez, como el entendimiento mutuo, llega con los años. La mayoría de las personas modernas creen que no hay nada en el mundo que valga su tiempo y paciencia, ni siquiera el amor lo vale.
5. Somos impacientes.
Muchos prefieren pasar una hora con un centenar de diferentes personas que todo el día con una sola. Hoy en día se cree que es mejor reunirse con la gente que conocerla. Somos tacaños, lo queremos todo y de una vez. Entramos en una relación y la terminamos en cuanto aparezca una mejor «opción». No se lo entregamos todo a nuestra pareja pero queremos que sea perfecta. Salimos con muchos, pero les damos una oportunidad a pocos.
6. Dependemos de la tecnología.
La tecnología nos ha acercado tanto el uno al otro que se ha vuelto difícil respirar. La comunicación en vivo es sustituida por mensajes de texto, de voz, chats y videollamadas. Ya no es necesario pasar el tiempo juntos. Ya sabemos mucho de cada cual. No tenemos nada de qué hablar.
7. Nos aburrimos rápido.
Creemos que no estamos hechos para las relaciones, e incluso la sola idea de que deberíamos sentar cabeza nos provoca miedo. No queremos unir nuestras vidas con una sola persona y evitamos la estabilidad.
8. Nos hemos vuelto «sexualmente libres».
La nueva generación empezó a separar el sexo del amor. Primero la gente hace el amor y luego deciden si son compatibles o no. Hoy en día el sexo fuera del matrimonio se ha vuelto algo normal, mientras tales términos como «relación libre», «sexo amistoso», «sexo por una noche», entraron al vocabulario de muchos.
9. Nos basamos mucho en la lógica.
Muy pocos son capaces de amar con todo el corazón superando las dificultades relacionadas con el tiempo y la distancia.
10. Tememos muchas cosas.
Les tememos a las nuevas relaciones, decepciones, heridas del alma y el corazón roto, por eso no permitimos que mucha gente entre en nuestra vida, construyendo alrededor de nosotros muros invisibles que nos estorban.
Con información de Genial