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Opinión

165 ANIVERSARIO DE LA LIBERTAD DE CULTOS por VICTOR M. OROZCO OROZCO OROZCO

165 ANIVERSARIO DE LA LIBERTAD DE CULTOS

VÍCTOR OROZCO

El 4 de diciembre de 1860, Benito Juárez expidió en Veracruz la Ley de Libertad de Cultos. Vale recordar este aniversario porque si no tenemos presentes los jalones o hitos fundamentales en este largo proceso de construcción colectiva, es fácil el extravío. Y la desmemoria, cultivada y fomentada desde los altos sitiales del poder, nos puede hacer perder señas y referentes libertarios que le dan sentido a la vida. Sin ellos, pobre, sojuzgada, tributaria y sin imaginación.

En su primer artículo, el decreto presidencial, decía:

“Las leyes protegen el ejercicio del culto católico y de los demás que se establezcan en el país como la expresión y efecto de la libertad religiosa, que siendo un derecho natural del hombre, no tiene ni puede tener más límites que el derecho de tercero y las exigencias del orden público. En todo lo demás, la independencia entre el Estado por una parte y las creencias y prácticas religiosas por otra, es y será perfecta e inviolable…”

 

En otros dos relevantes preceptos la nueva ley ordenaba:

Artículo 5. En el orden civil, no hay obligación, penas, ni coacción de ninguna especie, con respecto a los asuntos, faltas y delitos simplemente religiosos: en consecuencia, no podrá tener lugar, aun precediendo excitación de alguna iglesia, o de sus directores, ningún procedimiento judicial, o administrativo por causa de apostasía, cisma, herejía, simonía, o cualesquiera otros delitos eclesiásticos

 Artículo 24. Aunque todos los funcionarios públicos en su calidad de hombres gozaran de una libertad religiosa tan amplia como todos los habitantes del país, no podrán con carácter oficial asistir a los actos de un culto, o de obsequio a sus sacerdotes, cualquiera que sea la jerarquía de estos. La tropa formada esta incluida en la prohibición que antecede.

 

Con la primera sencilla disposición se coronó la monumental obra legislativa reformadora llevada a cabo durante la conocida como Década Nacional, en realidad una docena de años que van de 1855 a 1867. Al mismo tiempo se dio cima a una aspiración, alimentada ciertamente por una minoría de los mexicanos y  que parecía imposible de realizar, considerando el formidable poder del clero: escribir en la ley el derecho que tiene cada uno de los habitantes a la libertad de conciencia. Esto es, a creer en dogmas, fetiches, deidades, santos, milagros, magos, sanadores, mesías, vírgenes, libros sagrados, apariciones, creaciones, palabras divinas, íncubos y súcubos, ángeles y diablos, maleficios y exorcismos o a pensar por cuenta propia y dudar o descreer de todos o algunos de estos personajes, entes y hechos sobrenaturales.

Fue un acto de emancipación con el cual este país arribó a la mayoría de edad. La inmensa mayoría de los habitantes siguieron siendo católicos, como lo eran en su porción más gruesa los reformadores sociales que luchaban por implantar la libertad religiosa. Esta curiosa dicotomía es a veces difícil de entender, pero es perfectamente explicable. Juárez y quienes dirigían el partido o los ejércitos liberales, no pretendían erradicar el culto religioso, implantado por los españoles, con todos sus atavíos idólatras, sino deseaban conquistar la libertad general para sostenerlo o abandonarlo. Es decir, querían que cada quien pudiera decir: soy católico por mi propia voluntad o soy ateo por la misma razón y nadie está autorizado a objetar mi decisión. Era muy simple el razonamiento, pero se topaba con un casi indestructible muro de intolerancia.

Para derruir el obstáculo había que separar a la iglesia católica del gobierno o en conceptos más profundos, como los usados en el artículo 1, establecer la independencia del Estado respecto a las prácticas y creencias religiosas. De esto se derivó la despenalización de aquellas conductas que por siglos fueron consideradas como crímenes: la herejía, la apostasía, el cisma, etcétera. Dicho de otra manera, se distinguió al delito del pecado y se apartaron uno del otro. Esta enseñanza es la que no han asimilado quienes, por ejemplo, quieren seguir persiguiendo a las mujeres que abortan o a las personas homosexuales, porque ambas asumen conductas pecaminosas.

Esta solución al conflicto entre el hombre-religioso y el hombre-social o político, posibilitó de allí en adelante la coexistencia entre ambos, estableciendo un espacio en el cual existen dos ámbitos, que se tocan pero que no interfieren entre sí. Cuando se pierden o se violentan sus fronteras, se afectan las libertades públicas y como lo advertimos con toda claridad en el mundo del islam, sobreviene una regresión a los dominios del fanatismo, que imposibilita la aceptación del otro, al pretender avasallarlo con el poder del Estado y de la iglesia o iglesias reunidos. A ello le sigue la guerra.

El otro artículo de esta ley fundadora del Estado mexicano, prohíbe a los funcionarios públicos confundir su dignidad y su carácter de representantes de TODOS los habitantes, con el credo religioso. Es una norma de garantía, una especie de candado para asegurar el respeto a la libertad de conciencia. Pero no sólo, también para evitar el irrespeto a la fe de los creyentes por parte de los políticos y dirigentes religiosos que se valen de ella para beneficiar sus intereses personales o de grupo. En efecto, cada vez que un funcionario del Estado aparece en ceremonias religiosas pueden identificarse al menos dos motivaciones de su actitud:

           Lo hace por un íntimo convencimiento de su fe. Pero entonces está imponiendo una creencia, la suya, al resto de la población empleando la fuerza de su representación general. De allí a confundir, como antaño, el dogma religioso con la ley, el delito con el pecado, dista solo un paso.

            Al mismo tiempo, como lo revelan todas las experiencias históricas, está manipulando a los creyentes, al convertir la fe religiosa en un objeto del comercio político.  A las preferencias de gruesos sectores ciudadanos –cualquiera sea la confesión que profesen- se les inclina así, no por los mejores candidatos o propuestas políticas, sino por la coincidencia supuesta entre su fe religiosa y la del gobernante o aspirante, quienes son, con enorme frecuencia, unos charlatanes o unos corruptos y en cualquier caso unos hipócritas.

         Considerando largos períodos, la historia casi siempre es progresiva, si pensamos sobre todo en las emancipaciones de la humanidad respecto a opresores políticos y religiosos. Sin embargo, lo que una generación conquistó de libertades, puede ser dilapidado por otras que le suceden. Tal parece que en México vivimos una fase en la cual los gobernantes están empeñados en tirar a la basura el fecundo patrimonio cultural legado por la estirpe de la Reforma. La Ley de hace 165 años nos puso entre las naciones de avanzada abriendo el paso al desarrollo de nuestras potencialidades intelectuales. Las prácticas manipuladoras de hoy, nos remontan a los tiempos de la nociva confusión entre fé y política, del reinado de la sinrazón.

        

 

 

VÍCTOR OROZCO

 

Opinión

León XIV: Entre Herencia y Esperanza. Por Caleb Ordoñez Talavera

El pasado 8 de mayo de 2025, la Plaza de San Pedro volvió a rugir con fuerza: un nuevo Papa, un nuevo nombre, y un nuevo horizonte para la Iglesia Católica. Robert Francis Prevost, estadounidense con alma latinoamericana, elegido como León XIV, asumió el timón de una institución milenaria que vive uno de sus momentos más complejos y decisivos.

Caleb Ordoñez T.

Caleb Ordoñez T.

Con 69 años y una historia de servicio en Perú y otros países del continente, León XIV hereda tanto la fuerza reformadora de su antecesor como las tensiones no resueltas que convulsionan los cimientos del Vaticano. Los desafíos son múltiples y profundos, pero también ofrecen la oportunidad de renovar la confianza y el sentido de pertenencia en millones de fieles en el mundo. Apuntémoslos, uno por uno.

Una Iglesia católica dividida.

El pontificado de Francisco dejó importantes avances, pero también sembró tensiones internas entre sectores progresistas y conservadores. La polarización no es nueva, pero ha ganado intensidad, especialmente en temas como el celibato, la diversidad sexual, y el papel de las mujeres. León XIV deberá actuar como un gran equilibrista: firme en convicciones, pero abierto al diálogo; pastor cercano, pero líder con autoridad.

Mantener la unidad sin sofocar el debate interno será clave. La religión católica no puede permitirse un cisma silencioso. León XIV debe tender puentes entre tradiciones y modernidad, entre las voces que claman por apertura y las que defienden la ortodoxia. Su perfil pastoral y su cercanía con América Latina podrían ser su mejor carta para lograrlo.

Crisis económica: Finanzas al Límite.

Uno de los retos más urgentes es la crisis económica que atraviesa el Vaticano. La caída estrepitosa de donativos, el déficit presupuestal que ronda los 30 millones de euros anuales y la pesada carga de sueldos y pensiones para miles de empleados son señales de alarma. León XIV no solo necesita recortar gastos con sensatez, sino también encontrar nuevas formas de financiamiento ético, sin comprometer la esencia espiritual del Vaticano.

La transparencia financiera y la gestión eficiente no son asuntos secundarios: son condiciones necesarias para recuperar la credibilidad y garantizar la sostenibilidad de las obras sociales, misiones y proyectos educativos que sostienen millones de vidas.

El Papel de la Mujer

Aunque se han dado pasos hacia una mayor participación de la mujer en la Iglesia, la brecha sigue siendo enorme. Las mujeres sostienen gran parte del trabajo pastoral, educativo y social del catolicismo, pero siguen excluidas de la toma de decisiones de mayor nivel.

León XIV tiene la oportunidad —y la obligación moral— de abrir un diálogo sincero y concreto sobre el acceso de las mujeres a ministerios más amplios, incluidos aquellos roles que hoy están reservados solo para varones. No se trata solo de equidad, sino de reconocer con justicia el rostro femenino de la fe.

Abusos Sexuales: Justicia Sin Excusas.

La herida de los abusos sexuales sigue abierta. Aunque se han adoptado protocolos y se han hecho avances, aún hay diócesis que actúan con opacidad o lentitud. León XIV deberá liderar con determinación un proceso de limpieza profunda: no más encubrimientos, no más silencios.

El mundo espera una Iglesia sin miedo a la verdad, que escuche a las víctimas, que repare con justicia y que garantice que nunca más el poder religioso sirva como escudo para la impunidad.

Una Voz de Paz en un Mundo en Guerra.

El nuevo Papa también enfrenta un mundo convulso: conflictos armados, crisis migratorias, cambio climático y una creciente indiferencia espiritual. León XIV ha empezado su pontificado con un llamado a la paz y al encuentro entre pueblos. No es casual: su experiencia misionera, su contacto con comunidades marginadas y su carácter conciliador le dan autoridad moral para convertirse en una voz de paz con peso geopolítico.

Frente al avance del individualismo, el cinismo y el fanatismo, León XIV puede volver a hacer de la Iglesia una plataforma de escucha, mediación y servicio.

Un Papa con el Reto de Conectar

En un mundo que ya no cree fácilmente en las instituciones, León XIV tendrá que hacer lo que Francisco inició: bajar del trono, caminar entre la gente, hablar su idioma, y ofrecer respuestas reales. La Iglesia no puede ser solo una voz moral; debe ser un testimonio de esperanza concreta.

Su pontificado apenas comienza, pero los pasos que dé en estos primeros meses marcarán el tono de su legado.  (Y una caída cada vez más aguda de católicos) ¿Será León XIV el Papa que reconstruya los puentes rotos entre la fe católica y el mundo? Hay razones para creer que sí. Pero también muchas heridas que sanar, y estructuras que transformar.

La historia lo espera. Y millones de creyentes católicos también.

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