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3 casos que explican cómo una reunión se puede convertir en un evento superpropagador de covid-19

Con la pandemia de covid-19 presente desde hace meses, las precauciones sanitarias se han convertido en una rutina: mantenerse a dos metros de distancia de otros, usar mascarilla y lavarse las manos constantemente.

Estados Unidos, el país con más contagios del mundo, no ha sido la excepción. Aun así, ciertos eventos considerados como superpropagadores parecen ser los culpables de una gran cantidad de infecciones de covid-19.

¿Cómo una simple noche o una sola persona infectada puede desencadenar decenas de casos?

Le pedimos al doctor Abraar Karan, médico e investigador de salud pública de la Facultad de Medicina de Harvard, que examinara tres casos diferentes ocurridos en EE.UU. para comprender cómo algunos eventos pueden pasar de bajo a alto riesgo, y cómo evitar asistir a uno.

Pero primero, para aclarar qué se considera superpropagador, Karan señala que un evento en el que el número de casos de contagio se convierte desproporcionadamente alto en comparación con la transmisión general.

Todavía se están realizando investigaciones, dice Karan, pero los primeros resultados indican que la propagación del coronavirus se debe principalmente a estos eventos superpropagadores.

Y aunque los perfiles de riesgo variarán ampliamente entre eventos similares, Karan dice que hay ciertos factores que deberían encender la señal de alarma.

Que haya una reunión en un lugar cerrado, que esté muy concurrido, que los asistentes no tengan ningún tipo de protección, como mascarillas.

«Creo que todos son de alto riesgo», dice.

1. Una fiesta de cumpleaños

El 30 de mayo, la familia Barbosa reunió un grupo de 25 personas para una fiesta sorpresa de cumpleaños en el norte de Texas, EE.UU. El anfitrión, sin saberlo, estaba infectado con SARS-CoV-2.

Para fines de junio, uno de los asistentes, Chance O’Shel, dijo que ocho miembros de la familia y 10 amigos habían contraído el virus, incluidos los abuelos Frank y Carole Barbosa.

Tanto Frank como Carole Barbosa fueron hospitalizados más tarde y, el 1 de julio, Frank murió, informaron los familiares.

«Fueron aún más cautelosos que antes, pero aun así llevó a mi abuela, abuelo y tía al hospital», dijo O’Shel sobre la reunión a la emisora KAVU.

Para el doctor Karan, una fiesta de cumpleaños como la de los Barbosa podría tener todos los ingredientes para un evento superpropagador.

«Si estás en una fiesta de cumpleaños, hay mucho contacto. También hay personas que hacen cola para usar el baño», lo cual los pone juntos en pequeños pasillos donde el distanciamiento social es imposible.

A medida que las personas beben y comen, surgen más problemas, comenzando por el hecho de que es poco probable que usen protección facial mientras lo hacen, lo que permite una propagación más fácil.

En segundo lugar, si los invitados a la fiesta comienzan a beber, el distanciamiento social se va perdiendo o se ignora por completo.

«Estamos pidiendo a las personas que cambien sus comportamientos, que hagan cosas que no son naturales para ellos», resalta Karan.

«Si se añaden cosas como el alcohol, es más probable que las personas vuelvan a su comportamiento normal, están menos inhibidas y puedan olvidarlo».

2. Un bar restaurante

El 8 de junio, los propietarios del Harper’s Restaurant y Brew Pub, un restaurante cubierto con una gran terraza al aire libre en East Lansing, Michigan, abrieron sus puertas después de semanas de cierre obligado por el covid-19.

Los gerentes brindaron capacitación sobre prácticas seguras, las mesas se separaron y el aforo se redujo a la mitad, lo que permitía recibir hasta 225 clientes.

Semanas después, el 2 de julio, 152 infecciones en 13 condados de Michigan han sido vinculadas al bar Harper‘s.

De estos casos, 128 informaron que estuvieron presentes en el establecimiento entre el 12 de junio y el 20 de junio, y el resto son contactos cercanos de quienes lo hicieron.

Acudir a un bar o restaurante cubierto puede llevar a un territorio arriesgado, dice Karan.

Al igual que en una fiesta de cumpleaños, la comida puede ser un factor: «Cuando hay personas que comen, no usan máscaras, mastican y hablar, y van a estar cara a cara, uno frente al otro«, señala.

Esto permite que las gotas bucales se transmitan entre los invitados.

Si hay música a alto volumen o si la concurrencia hace difícil escuchar, el hablar en voz más alta también aumentará el riesgo «como una fiesta en su apogeo», añade Karan.

Y las altas temperaturas en el verano son un factor más.

«Existe alguna evidencia de que los aires acondicionados pueden contribuir a la propagación, al tener potencial de hacer volar las gotas a lo largo del camino del aire».

El compartir los baños y varias áreas de alto contacto, como las puertas, tienen potencial de superpropagación.

«Es importante tomar precauciones. Pero al final del día, no importa cuántas precauciones tomes, algunas cosas son de alto riesgo y los bares son una«, dice el médico.

3. El ensayo de un coro

En marzo, cuando iniciaba la primera ola de contagios en EE.UU., 61 miembros de un coro en el condado de Skagit, en el estado de Washington, se reunieron para su ensayo semanal.

Una persona mostró síntomas parecidos al de un resfriado.

Días después, tras una investigación realizada por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) se identificaron 53 casos de covid-19, dos miembros del grupo murieron después.

En este caso, el factor clave es probablemente la razón del grupo para reunirse: el canto.

Cuando se canta, al igual que cuando se habla en voz alta o se grita, se expulsan gotas de la boca y la nariz, dice Karan.

«Cuando realmente estás respirando fuerte, estás produciendo más aerosol, gotas más pequeñas que pueden flotar en el aire», explica.

En el coro, el enfermo inicial podría haber expulsado estas gotitas mientras ensayaban que luego flotaban en el aire mientras los demás cantaban y socializaban a lo largo de dos horas.

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Especiales

Acapulco lucha por sobrevivir. Por Itali Heide

Imágenes: Manuel Villavicencio

Antes incluso de verlo, Acapulco se huele. El olor de la basura acumulada durante semanas en las calles, la humedad de toneladas de lodo, árboles y hojas cubriendo portones, e incluso el olor a muerte persiste en el aire. Sobre el SEMEFO, buitres vuelan en una coreografía coordinada que señala que la muerte es mucho más frecuente que las cifras oficiales.

Itali Heide

Itali Heide

Al adentrarse en las devastadas calles de Acapulco, uno podría pensar que ha sido transportado a una zona de guerra. Ni una sola casa o edificio ha quedado indemne, con cristales esparcidos por todos los patios y líneas de agua de dos metros de altura en hogares que sirven de recordatorio del horror por el que pasaron los guerrerenses.

Aunque la pérdida material es devastadoramente triste, la angustia llega cuando se escuchan las historias de los sobrevivientes. Doña Francisca ha vivido en el poblado de Yetla toda su vida. De pie en la puerta de su casa, mirando hacia atrás, hacia el lugar que una vez conoció como un hogar seguro, recuerda la noche que la vio pedir por su vida. «No pude hacer nada», dice con las mejillas llenas de lágrimas, «el viento era tan fuerte que me agarré a la cama rezando que no me llevara el viento».

¿Quién iba a pensar que de un día para otro toda una región podía desaparecer del mapa? Es como si alguien hubiera hubiera arrastrado su dedo pulgar por el paisaje, sin dejar ni una sola palmera recta, mientras la mayoría yacía en el suelo como el destino le había deparado. La gente sufrió enormemente, y algunos pasaron 20 horas en sus casas con el agua hasta el pecho, sosteniendo a sus hijos y suplicando por una salida.

Nos gusta pensar que lo peor ya ha pasado. ¿Qué puede haber peor que vientos de 300 km/h? Por desgracia, el verdadero peligro está aún por llegar. Medical IMPACT llevó una brigada médica a Acapulco esta semana, apoyando a los supervivientes con consultas médicas gratuitas, medicación y apoyo emocional. Tras atender a más de 300 pacientes, salieron a la luz los verdaderos riesgos: habrá más muertes tras el huracán que por la tormenta en sí.

En las colonias Alborada Cardenista, Yetla y Ejido Viejo, cientos de guerrerenses se presentaron con lesiones, enfermedades y riesgos que ponen en peligro su vida y su salud. Viviendo sin agua potable, comida, electricidad o incluso higiene básica, no es de extrañar que la enfermedad esté por todas partes. Bebés con la cara llena de granos debido al agua sucia, niños con heridas infectadas con riesgo de septicemia, estómagos doloridos y resfriados por las horas pasadas en el agua están por todas partes.

Quienes ya lidiaban con alguna enfermedad, ahora sufren más. Decenas de pacientes diabéticos a los que Medical IMPACT atendió se han quedado sin insulina ni medicación vital, mientras yacían en sus casas esperando a que llegara la ayuda o a que les sobreviniera un coma diabético. Incluso si pudieran encontrar insulina, no hay forma de almacenarla: debe conservarse a baja temperatura, y sin electricidad, guardarla en el refrigerador no es posible.

Es devastador pasear por calles que antes estaban llenas de vida y ver a la gente limpiar minuciosamente sus casas mientras intentan recordar cómo era tener una vida normal. Sin embargo, sirve como testimonio de la voluntad que tienen los guerrerenses para seguir adelante. En los poblados olvidados y abandonados por el gobierno y otros grupos de apoyo, las comunidades se reúnen en zonas comunes y se ayudan mutuamente.

Las doñas montan mesas para hacer taquitos de requesón y frijol, los hombres llevan palas de casa en casa sacando el barro y la basura, los niños ríen y juegan, perros amistosos buscan caricias y se juntan recursos para apoyarse mutuamente. Incluso en las ruinas, la tragedia parece sacar lo mejor de la gente (aunque en algunos casos, también lo peor).

Acapulco está lejos de recuperarse. Llevará años reconstruir la ciudad y los pueblos circundantes, pero la verdadera prueba es mantener a la gente segura, alimentada, hidratada y sana. Mientras nos adentramos en aguas desconocidas, es responsabilidad del gobierno, la sociedad civil y la comunidad mundial seguir apoyando a quienes lo perdieron todo y pueden perder más, incluso su vida.

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