El próximo gran emprendimiento tecnológico podría venir de un salón de clases lleno de hombres que están cumpliendo sentencias de dos dígitos por delitos que van desde robo de autos hasta asesinato.
Lanzada en 2011, The Last Mile es una incubadora tecnológica en la Prisión Estatal de San Quentin. Muchos de los internos que son parte del programa pasarán años en prisión y algunos no saldrán jamás, pero TLM pretend a ayudarlos a desarrollarse y, para aquellos que sí saldrán libres, el propósito es ayudarlos a encontrar oportunidades de empleo.
Al igual que muchos emprendedores, la intención de los fundadores Chris Redlitz y su esposa, Beverly Parenti, es solucionar un problema.
«En California, gastamos más en prisiones que en educación superior», dijo Parenti. «El costo promedio por prisionero al año es de 45.000 dólares. Entonces cuando muchos hombres salen de San Quentin, ya hemos invertido cerca de 1 millón de dólares por su encarcelación».
Dos noches a la semana, un grupo selecto de internos se reúnen para aprender acerca de tecnología e innovación. Para ser parte de The Last Mile, los internos completan el programa universitario en prisión. También pasan por un riguroso proceso de aplicación y deben demostrar que son capaces de trabajar bien en equipo. Reciben orientación de Redlitz y Parenti junto con emprendedores de tecnológicas como Quora y Linkedin quienes los visitan como profesores invitados.
A lo largo del curso de seis meses, cada interno cultiva una idea de negocio. Al final del programa, les presentan sus ideas a inversionistas de capital de riesgo, y a quienes apoyan el programa, como M.C. Hammer. Las ideas que han surgido anteriormente, han ido desde un emprendimiento de distribución de alimentos en el que se trabaja con productos sobrantes y comunidades pobres, hasta formas de combatir la obesidad en sectores de bajos ingresos.
Los internos también aprenden sobre formas modernas de conectarse: Aunque San Quentin queda a menos de una hora de gigantes tecnológicos como Facebook y Twitter, muchos de los internos nunca han ingresado a esos sitios. Aprenden a redactar tuits llenando formularios de 140 caracteres que más adelante alguien ingresa a Twitter en su lugar; también responden preguntas del mundo exterior en Quora por medio de voluntarios en el programa. Para quienes están tras las rejas, las herramientas de medios sociales son una forma de conectarse y desarrollarse en lo que a menudo puede ser un ambiente donde se encuentran sumamente aislados.
«Quienes somos va más allá de los crímenes que hemos cometido… Los medios sociales nos dieron una salida para hablarle a quienes somos en realidad», expresó el ex-recluso Kenyatta Leal.
Para Leal, quien fue encarcelado hace casi veinte años cuando los teléfonos con tapa eran los dispositivos más inteligentes en el mercado, el programa ha sido invaluable. En The Last Mile, Leal presentó una idea para Couch Potato, una aplicación que le permitiría a los fanáticos pronosticar jugadas durante partidos. Debido a su éxito en el programa, Leal salió de prisión con un trabajo que muchos graduados de la universidad envidiarían.
El ex-convicto está trabajando como asociado de operaciones en Rocketspace, un espacio de trabajo cooperativo y comunidad para los emprendimientos tecnológicos en San Francisco.
Leal no es el único graduado de The Last Mile que ha conseguido empleo en la comunidad de emprendimientos. Después de pasar 17 años en prisión, James Houston está haciendo prácticas en Ribbon, un emprendimiento de pagos. Se conectó con la compañía por medio del programa TLM.
«Creo que muchos de nosotros, comenzamos a meternos en problemas porque pensábamos más allá de lo convencional», le dijo a CNNMoney. «En lugar de redirigirlo de manera positiva, esto nos llevó a una posición de marginados».
De los seis graduados de TLM que han sido puestos en libertad, cinco están ya sea haciendo prácticas o trabajando a tiempo completo en emprendimientos tecnológicos, y el sexto graduado inició su propia empresa de consultoría en la red.
Muchos consideran que el programa es un camino de vuelta a la sociedad.
«El programa The Last Mile es la luz al final del túnel para quienes a la larga desean salir de prisión y convertirse en ciudadanos valiosos nuevamente», dijo el Tte. Sam Robinson, el oficial de información pública en San Quentin, quien sigue el progreso de los internos participantes.
Hercacio Harts se graduó de TLM y fue puesto en libertad en marzo, después de ocho años y medio. Ahora está trabajando a tiempo completo en el desarrollo de negocios en Rally.org, un emprendimiento de financiación colectiva.
«Pasé muchos años leyendo libros y revistas y pensaba que nadie iba a contratarme», expresó Harts. «Para mi estructura familiar, ha sido realmente beneficioso que mis hijos no sólo me vean vestido de azul, sino como un ciudadano que ha resurgido».
El éxito de The Last Mile no ha pasado inadvertido. La prisión del Condado de Los Ángeles adoptó el mismo programa y Redlitz indicó que otras están considerando llevar a cabo programas similares.
Los internos dicen que su experiencia en prisión los hace excepcionalmente adecuados para convertirse en emprendedores:
«Al estar en prisión y tener que sobrevivir en esta clase de estilo de vida, hay una lección que sí aprendes ahí, sobre cómo ser resistente y realmente tratar de salir adelante aunque las probabilidades estén en tu contra», expresó el interno James Cavitt.
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