No necesito pies para poder caminar, sino no tener miedo para avanzar
Talvez ya lo haya visto o comprado alguno de los productos que ofrece en la calle Libetad, su nombre Carlos Alcántara Gutiérrez y tiene una particularidad; no tiene pies. Y esta es su historia y sabremos porque es una “Persona Extraordinaria”
La vida no es fácil pero está en uno elegir el camino para hacerla más venidera, así comienza la historia del señor Carlos Alcántara Gutiérrez, quien el destino le dio una lección muy importante de vida a sus 33 años de edad cuando pretendía cruzar la frontera de Estados Unidos rumbo a Sacramento California para buscar una mejor calidad de vida, sin embargo nuestros planes pueden cambiar en un instante.
Es así que al momento de ir caminando el señor Carlos, por el desierto se encontró con una vía del tren y al momento de cruzarla en un durmiente había aceite, se resbaló y su pie quedo atorado en un hueco, doblándose la parte de la espinilla de la pierna sin poder moverse de ahí, debido al dolor.
Pero eso no era todo, ya que a lo lejos venía a toda velocidad el tren y con la poca fuerza que le quedaba, le fue imposible hacerse a un lado, fueron los minutos más rápidos de su vida, relata solo escuché un tronido muy fuerte en mis oídos y supe que me había quedado sin pies, fue algo muy impactante y dramático para mí, debido a que vi tanta sangre como nunca en mi vida.
Al momento del suceso, el maquinista logró parar la locomotora y sin ayudarme, solo se dispuso a llamar a la ambulancia.
Ya habían pasado 20 minutos y llegó el médico y recuerdo muy bien lo que me dijo “Que aguante de hombre” debido a que durante todo este tiempo, me estuve desangrando, pero ya en la ambulancia, me di cuenta ahora sí que ya no tenía mis pies y solo pensé “Tengo que salir adelante”.
Gracias a Dios, tuve “suerte” ya que a pesar de ser inmigrante, me atendieron bien en el hospital llamado Medical Center, donde Migración me dio permiso para estar recuperándome por más de un año en aquel lugar, donde el médico que me atendió desde un principio, cuando me recuperé me dio asilo por otro año más en su casa, ofreciéndome un lugar donde vivir y comida, pero señala el señor Alcántara que quien le ayudó tanto no era un médico de Estados Unidos sino de Alemania, su nombre era Ricardo.
Me dio tanto apoyo que hasta cuando sanaron mis heridas, me llevó a San Francisco para de ahí irme en avión hasta Guadalajara, lugar donde vivían mis papás.
Fue ahí que con la frente en alto y con resignación después de haber llorado tanto, por no tener mis pies, me dije a mi mismo, voy a salir adelante, con actitud positiva y con la decisión de aprender a caminar aunque sea de rodillas, la verdad manifiesta Carlos, la silla de ruedas nunca me gusto, son muy incomodas y más en tiempo de calor, así que con lo que me queda caminaré sin detenerme y lucharé por salir adelante.
Llegué con mis padres, pero no me baje del taxi, para no causarle una gran impresión a mi papá, solo le dije no se vaya poner triste si no me voy a debilitar y cuando me vio solo lloró, pero tuve el apoyo de ellos.
Para ese entonces yo ya me había casado, pero no me llevaba bien con la que era mi esposa, al fin tuvimos un hijo, pero la situación no fue buena, a tal grado que nos divorciamos y para mi fortuna yo me quedé con mi primogénito, en aquel momento estábamos en el estado de Michoacán y de ahí nos fuimos a Chihuahua.
Llegue al estado grande, con la esperanza de que nos fuera bien a mi hijo de 3 años y a mí, recuerdo que fue en la calle Niños Héroes donde llegamos ahí por la calle cuarta y nuevamente Dios me dio su mano y sin miedo pedí trabajo y un señor me ofreció trabajar vendiendo fruta, pero le dije que solo tenía 100 pesos, pero me ayudó dándome 20 rejas de durazno, membrillo y calabacitas y me dijo que se las pagara como vaya teniendo dinero, fue algo realmente gratificante para mí, porque podía tener dinero para poder alimentar a mi pequeño.
Las buenas cosas no terminaron ahí, ya que mediante pasaba el tiempo mi hijo iba creciendo, pero un día llegó una señora llamada Elena que vivía por el Hospital Central y me dijo no te preocupes yo te voy a ayudar a llevar al niño a la escuela, le daré los útiles escolares y hasta para que se coma su torta.
Sin embargo las cosas no siempre son como uno quiere y me lo devolvieron en el kínder, debido a que se peleó con uno de sus compañeros y nuevamente esta mujer, me tendió su mano llevando a mi hijo a la granja de la madre Reynoso, la cual fue un ángel para nosotros.
Ya que ahí mi hijo pudo cursar toda su educación hasta lograr su carera profesional como maestro de Educación Física, sin duda un gran orgullo para mí.
Mientras esto pasaba, yo seguía trabajando, hasta que me cambie a la calle Libertad, primero fue en la calle Vicente Guerrero y después de vender de todo tipo de dulces, saque mi permiso para vender legalmente en este concurrido corredor comercial.
Pero las cosas no siempre fueron buenas, debido a que después de caminar tanto en rodillas se me lastimaron tanto que tuve que utilizar mi ingenio, para poder realizar unos “zapatos” y ya no herirme más.
Y fue así que con un pedazo de llanta, hule espuma y creatividad pude crearlos y poder caminar con mis rodillas sin ningún problema, aunque voy lento pero seguro.
Con una sonrisa en la cara, el señor Carlos Alcántara recomienda a todas las personas tengan o no una discapacidad, a no tener miedo ni vergüenza de hacer las cosas que uno quiere, ya que cosas que realmente causan pena como fumar o beber y ahí si no pasa nada.
Tener miedo nos “amuela” yo no he tenido una vida fácil, pero a pesar de todo veo la vida con esperanza y de forma positiva, ya que cuando nos morimos todo lo que tenemos aquí se va a quedar, por lo cual es mejor ver la vida como una oportunidad de realizar lo que queremos.
Sin duda este es un ejemplo de vida, donde nos enseña que a pesar de las circunstancias por más duras que estas sean, siempre debemos ver el lado positivo y la enseñanza que esta nos deja.
Por esto el señor Carlos Alcántara Gutiérrez de 64 años de edad es una “Persona extraordinaria”, que da una enseñanza de vida.
Redacción: Corina Muruato
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