Sus grandes ojos cafés observan un lugar desconocido. Jamás ha visitado un sitio así, con libros, computadoras, salones de clases e instrumentos musicales. De hecho, Naghma nunca ha ido a la escuela, mucho menos a una como esta.
La niña de siete años lleva puesta una pañoleta azul y un vestido rojo raído; está en el Instituto Nacional de Música de Afganistán junto con su padre, Taj Mohammad.
Él, un hombre corpulento con una mirada amable, porta un salwar kameez, una prenda tradicional afgana. Wakhil, el hermano mayor de Naghma (nueve años), va con ellos. Entra y sale de cada rincón y recoveco mientras explora este mundo extraño.
Mientras caminan por el pasillo, Naghma se niega a dejar a su padre. Ella es su sombra… es la nena de papá. Está justo a su lado y se siente muy cómoda tomándolo de la mano.
Huir del conflicto
Sin embargo, el año pasado Taj Mohammad traicionó la confianza de su pequeña hija.
Todo empezó cuando la familia escapó de los combates en la provincia de Helmand, en el sur del país. Taj Mohammad se llevó a su esposa y a sus nueve hijos a un campamento para refugiados en las afueras de Kabul con la idea de que tendrían una vida mejor.
Como no obtenía ingresos, la familia sufría, especialmente durante el invierno. Tuvo que hospitalizar a su esposa y su hijo de tres años murió congelado.
Taj Mohammad pidió prestados 2.500 dólares para pagar los gastos médicos de su esposa y otras cosas. Pero al no poder pagar la deuda, decidió que la única solución era casar a Naghma, que entonces tenía solo seis años, con el hijo del prestamista, de 19 años.
«Fue una decisión difícil», dice Taj Mohammad con un tono que refleja remordimientos. «Todos regalan a su hija, pero el regalar a Naghma así sencillamente fue muy difícil».
Cuando grupos de defensa de derechos humanos se enteraron, contactaron a la abogada estadounidense Kimberley Motley. La exreina de belleza y madre de tres hijos divide su tiempo entre Kabul y Wisconsin, Estados Unidos, donde vive su familia; ella ha trabajado en Afganistán desde hace cinco años. Llegó en 2008 como parte de un programa del Departamento de Estado de Estados Unidos para capacitar y asesorar a abogados afganos.
Un donador anónimo
Aunque se suponía que su estancia sería breve, Motley se dio cuenta de que había una grave escasez de abogados y decidió poner una oficina. Aunque sus clientes principales son extranjeros, embajadas y corporaciones, ella se ha dado a conocer por su trabajo voluntario a favor de las mujeres afganas victimizadas.
Cuando este caso llegó a sus manos, Motley lo tomó sin dudar. Gracias a sus contactos y a su experiencia en el país, convocó a una asamblea de ancianos conocida como Jirga y logró sacar a Naghma del matrimonio para que regresara con su familia. Un donador anónimo pagó la deuda de Taj Mohammad.
«Ciertamente estoy muy feliz de que Naghma no tuviera que casarse a los seis años, así que estoy muy complacida», explica Motley. «Sin embargo, me gustaría asegurarme de que reciba educación y se vuelva exitosa».
Esa es la razón por la que están visitando el Instituto Nacional de Música de Afganistán. Es una escuela que acepta huérfanos y niños desamparados, y ofrece un lugar tanto a Naghma como a su hermano.
Motley camina por la escuela con Taj Mohammad y los dos niños y les pregunta qué opinan.
Por medio de un intérprete, Taj Mohammad dice que le gusta mucho y que le gustaría que sus hijos asistieran. Sabe que él y sus hijos recibieron otra oportunidad.
«Cuando no pude pagar mi deuda sentí como si me hubieran arrojado al fuego y luego alguien me rescató… esa fue Kim. Ha sido muy amable conmigo y estoy dispuesto a hacer lo que Kim diga».
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