A medida que nos entregamos al sueño, nuestro cerebro deja escapar estímulos nerviosos que hacen que nuestros brazos y piernas se sacudan. Algunas personas se sorprenden y otras se avergüenzan por ello. A mí me fascinan estos espasmos, conocidos como espasmos mioclónicos.
Nadie sabe a ciencia cierta qué los causa, pero para mí son los efectos colaterales de una batalla oculta que cada noche libra el cerebro entre el estado de vigilia y el sueño.
Por lo general, mientras dormimos estamos paralizados. Incluso durante los sueños más vívidos, nuestros músculos permanecen quietos y relajados, sin mostrar signos de excitación interna.
Lo que sucede en el mundo exterior generalmente es ignorado. No es que recomiende hacerlo, pero hay experimentos que demuestran que si duerme con los ojos abiertos (pegando los párpados con cinta para que no se cierren) y alguien le pasa una linterna, es poco probable que afecte sus sueños.
No obstante, la puerta entre el que duerme y el mundo exterior no está completamente cerrada. Existen dos tipos de movimientos que se escapan del cerebro dormido y cada uno nos cuenta una historia distinta.
Los movimientos más comunes que hacemos al dormir es el que hacemos con los ojos, y se conoce como movimiento ocular rápido.
Cuando dormimos, nuestros ojos se mueven acorde a lo que soñamos. Por ejemplo, si soñamos con un partido de tenis, nuestros ojos se mueven de izquierda a derecha.
Estos movimientos generados en el mundo de los sueños se escapan de la parálisis del sueño y se filtran al mundo real. Observar que los ojos de una persona dormida se mueven es la señal más clara de que está soñando.
Batalla por el control
Son más comunes en los niños, cuando los sueños son sencillos y no reflejan lo que sucede en el mundo de los sueños. Si una persona sueña que va en bicicleta, no moverá las piernas en círculos.
Los espasmos mioclónicos parecen ser una señal de que el sistema motriz aún puede ejercer control sobre el cuerpo mientras la parálisis del sueño se va apropiando del cuerpo.
Observar que los ojos de una persona dormida se mueven es la señal más clara de que está soñando.
En vez de tener un interruptor de «despierto-dormido» (como el de las luces que se encienden y se apagan), tenemos dos sistemas balanceados y opuestos que cada día hacen un pulso para controlar al otro.
En el cerebro, debajo de la corteza (la parte más evolucionada del cerebro humano) se encuentra uno de estos sistemas: una red de células nerviosas llamada sistema de activación reticular. Está ubicada entre las áreas del cerebro que controlan los procesos fisiológicos básicos, como la respiración. Cuando el sistema de activación reticular está funcionando a pleno rendimiento nos sentimos alertas e inquietos, quiere decir que estamos despiertos.
Su opuesto es el núcleo ventrolateral preóptico: «ventrolateral» significa que está debajo y cerca del borde del cerebro, «preóptico» quiere decir que está justo detrás de donde se cruzan los nervios oculares.
Nosotros lo llamamos VLPO (por sus siglas en inglés). Y este sistema controla la somnolencia y se cree que su ubicación, detrás de los ojos, es para recoger la información sobre el principio y final de los ciclos de luz, lo que influye en los ciclos de sueño.
A medida que la mente se va rindiendo en su tarea de interpretar el mundo externo y comienza a generar su propio entretenimiento, la lucha entre el sistema de activación reticular y el VLPO favorece a este último.
La parálisis del sueño se hace presente.
Incorporación al sueño
No está del todo claro lo que sucede a continuación, pero parece que la lucha por el control del sistema motriz aun no termina. Son pocas las batallas que se ganan en una sola acción. Mientras la parálisis de sueño se va produciendo, lo que queda de la energía diurna estalla en movimientos que parecen ser aleatorios.
En otras palabras, los espasmos mioclónicos son el último intento de control por parte del sistema motriz diurno.
Algunas personas aseguran que estos espasmos les ocurren cuando sueñan que caen o tropiezan. Este hecho es un ejemplo de un extraño fenómeno conocido como incorporación al sueño, y sucede cuando algo externo, como un reloj despertador, se mete en el sueño.
Cuando esto sucede podemos observar la increíble capacidad de la mente de generar historias verosímiles.
En los sueños, el área del cerebro encargada de la planificación y previsión está suprimida. Esto le da rienda suelta a la mente para que reaccione de forma creativa por donde sea que esté deambulando; muy parecido a la forma que un músico de jazz improvisa ante las respuestas de sus colegas, inspirado por la melodía que están tocando.
Cuando los espasmos mioclónicos se escapan durante la lucha entre la vigilia y el sueño, la mente pasa por su propia transición.
En el mundo real tenemos que darle sentido a los eventos externos. En los sueños, la mente trata de darle sentido a su propia actividad interna y, por lo tanto, soñamos.
Pese a que en el proceso de quedarnos dormidos se corre un velo sobre el mundo exterior, claramente los espasmos están lo suficientemente cerca del mundo real (dado que son movimientos de nuestro cuerpo) como para atraer la atención de la conciencia dormida. En consecuencia, son incorporados al mundo de alucinaciones nocturnas que forman nuestros sueños.
Existe una simetría agradable entre los dos tipos de movimientos que hacemos al dormir. Los movimientos oculares rápidos son los rastros de los sueños que pueden verse en el mundo real. Mientras que los espasmos mioclónicos parecen ser los rastros del mundo real que se entrometen en el onírico.
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