Cerca de un centenar de aves rapaces con historias de maltrato, desnutridas, tuertas y mutiladas, llegan cada año al Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces del parque Rodolfo Landeros, en Aguascalientes.
Dicho centro tiene como objetivo rehabilitar a las aves, para regresarlas a su hábitat natural, pero en muchos casos los daños físicos son tan graves que el centro se convierte en su albergue.
Uno de los casos que más asombra a los visitantes del parque es el de un halcón de Harris que al chocar con un anuncio espectacular se lesionó el ala derecha, al grado que los especialistas tuvieron que amputarla.
«Seguramente se distrajo, no vio el espectacular y pasó por una corriente tan fuerte que lo llevó hasta ahí. Cuando llegó al centro de rehabilitación era muy difícil hacerle una intervención quirúrgica; entonces, el equipo médico consideró que el ala ya no tenía ningún funcionamiento, pues estaba desprendida y decidimos que mejor se le amputara», señaló Gustavo Quintero, director del lugar.
El centro de rehabilitación de aves rapaces de Aguascalientes, es el más grande de América Latina, opera con recursos del gobierno del estado y tiene capacidad para albergar a 70 ejemplares al mismo tiempo. Al sitio llegan individuos de 12 especies de la entidad, algunas amenazadas, como es el águila real.
Quetzali es una de las pocas inquilinas que tiene nombre. Aquí acostumbran no bautizar a los ejemplares, pues consideran que están de paso, pero Quetzali, una joven hembra águila real, no tiene posibilidades de ser liberada, ya que está improntada, por lo que no sabe cazar para alimentarse.
«El ejemplar fue extraído por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, en Zacatecas, hace año y medio, porque estaba en un gallinero. Cuando llegó tenía parásitos, y como su alimentación no era adecuada, pues le aventaban tripas, llegó en estado crítico.
«El destino de Quetzali ahora es quedarse en este centro de rehabilitación de aves, porque no tiene las cualidades para irse. Pero quizá pronto pudiéramos pensar en un programa de reproducción en cautiverio para ejemplares de águila real», apuntó Quintero.
En este centro también atienden aves con algunos problemas psicológicos, como una pequeña halcón cernícalo que fue decomisada a una persona que le mutilaba la cola.
«El ave nos llegó por un problema psicológico. La persona que la tenía le cortaba la cola para que no volara y se quedó en su cabecita que se tiene que cortar las plumas porque es natural», comentó José Antonio Reyna, uno de los cuidadores de las aves y encargados de entrenarlas para volver a la naturaleza.
En otra de las jaulas de este enorme centro se encuentra una familia de búhos virginianos. La madre no puede volar, pues está tuerta.
«Este ejemplar nos llegó con problemas de un ojo. Lo bajaron de una pedrada y perdió la visibilidad de un ojo y el otro le quedó hacia arriba, se le giró del golpe que le dieron. Al caer se lastimó un ala y la tiene falseada; ya se le curó, pero le quedó mal».
Para ser liberadas, las aves son entrenadas para cazar, por lo que el centro produce conejos y ratones para tener presas vivas en cualquier momento.
José Antonio Reyna, cuidador de las aves, les lanza la presa, que siempre pega una carrera, a fin de que ellas liberen su instinto de cacería. Una de las aves que ahora está en ese proceso es una aguililla negra, que al caer de su nido fue rescatada por bomberos de la entidad.
«El ave tiene entre un año y nueves meses de vida, tiene tres semanas con nosotros no sabe volar, no sabe cazar muy bien. Como vieron, se le escapó un ratón; es lo que tenemos que hacer nosotros, enseñarles que cacen bien para estar seguros de que se pueda liberar.»
La rehabilitación y entrenamiento dura en promedio tres meses. Llegado el día, el equipo del biólogo Gustavo Quintero viaja a 18 kilómetros del centro, al cerro de Los Gallos para liberar a las aves.
Cada año al menos 50 ejemplares que son rehabilitados vuelven a su hábitat natural.
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