La ventana de la oficina panorámica de Edmund Zhao enmarca una extensión azul del océano rodeado por grandes palmeras. La escena iluminada por el sol en Estoril, un centro turístico cercano a Lisboa, se encuentra muy lejos de la niebla de Hangzhou, la ciudad de 21 millones de habitantes en el oriente de China, donde hizo su fortuna con el desarrollo inmobiliario.
“Trabajaba más de 16 horas al día, los siete días de la semana, los 365 días del año”, dijo Zhao, quien fue un ejecutivo de alto nivel y accionista de Greentown China. “Otros 10 años así y todo mi dinero lo habría gastado en cuentas de hospital”, dice. El año pasado se mudó a Portugal y abrió una nueva consultoría de bienes raíces. “Aquí puedes apagar tu teléfono después de las 18 horas”, dice. “Nadie llamará”.
Zhao forma parte de un creciente número de empresarios millonarios chinos que están saliendo de su país para aprovechar el esquema de residencia llamado “visa de oro”, que ofrecen los países con problemas de liquidez en la eurozona.
Estados Unidos, Canadá y Australia eran por mucho los destinos preferidos de los ciudadanos chinos para emigrar, pero los gobiernos de la Unión Europea, como Portugal, Chipre, Grecia, Hungría, Letonia y España están atrayendo cada vez más a los compradores de vivienda chinos al ofrecerles permisos de residencia para personas no europeas que compren propiedades locales.
Al gastar unos cuantos cientos de miles de euros en una casa o apartamento, los inversionistas pueden obtener el derecho a vivir en un país de la Unión Europea y viajar libremente a lo largo del espacio de Schengen en 26 países. En Portugal, que maneja el esquema más exitoso a la fecha, los chinos son por mucho los mayores compradores.
Esta es la novedad más reciente en el camino del dinero chino que se mueve hacia Europa. En una serie de historias, Financial Times a analiza las ambiciones y estrategias de los inversionistas y migrantes chinos en su búsqueda de nuevas vidas y nuevos mercados.
Paulo Portas, viceprimer ministro y arquitecto del sistema de visas portugués, dice que ha reactivado un mercado inmobiliario que se encontraba paralizado por la recesión. Hasta el momento las visas se han acreditado por las asociaciones de bienes raíces, al llevar casi 900 millones de euros en inversiones inmobiliarias en menos de dos años; se proyecta que la cifra alcance 2 mil millones de euros para finales de 2015.
El mercado inmobiliario en boga en Lisboa representa la visión de China sobre Portugal como un ancla europea para conectar con negocios en otros países de habla portuguesa, como Brasil y Angola. “Los ejecutivos chinos que trabajan en África pueden tener su hogar en Portugal, donde sus hijos pueden ir a la escuela y ellos pueden visitarlos”, dice Miguel Frasquilho, director de Aicep, una agencia de inversión y comercio de Portugal.
Zhao supo que Portugal era una buena inversión al momento que llegó. “El mar, el cielo, el aire, el sol, la gente. Todo me encanta”, dice. Al día siguiente, gastó 500 mil euros en un apartamento en Estoril.
El precio de venta le fue útil para solicitar la visa que le permitiría a él y a su familia vivir en Portugal durante cinco años y, pasado ese tiempo, pedir la residencia permanente. Zhao dijo que llegó al país para quedarse: creó Golden World Property Investment Consultants para asesorar a sus compatriotas que quieren seguir sus pasos.
De las mil 360 visas que Portugal ha emitido desde que se lanzó el esquema en 2012, 81 por ciento ha sido para chinos. Las personas que no tienen ciudadanía europea y compran una propiedad con valor de 250 mil euros en Grecia o 300 mil euros en Chipre, otros países fuertemente golpeados por la crisis en la zona euro, también califican para la residencia.
El caso de España
España requiere la compra de una propiedad de 500 mil euros para emitir la visa de oro —hasta el momento los inversionistas chinos representan un tercio de los 134 permisos emitidos en el país, pero hay más en la lista—, aunque, a diferencia de Portugal, los propietarios necesitan esperar 10 años para solicitar la residencia permanente.
“Estamos viendo una explosión de solicitudes”, dijo Jaime García-Legaz, ministro de Comercio de España. “Empezó lentamente, pero solo en mayo tuvimos 500”.
Esos esquemas están llevando inversiones relacionadas.
Alystair Kung se mudó de Hong Kong a Lisboa para evaluar el mercado potencial de CBIEC, una firma china que ayuda a inversionistas ricos —China está clasificado actualmente como el segundo país con más millonarios, solamente por detrás de Estados Unidos— a mudarse al extranjero. Ahora tiene 12 empleados que hablan chino en la primera sucursal europea de la firma. “La competencia entre compañías como la de nosotros es muy intensa”, dice Kung.
Hasta hace muy poco la comunidad china en Portugal, estimada en menos de 20 mil personas, consistía en su mayoría de migrantes de primera generación que manejaban tiendas de descuentos y restaurantes.
Esta imagen está cambiando. A lo largo de la Avenida Liberade de Lisboa, la elegante tienda comercial de la ciudad donde se ubican las oficinas principales de Kung, se pueden ver a ricos turistas chinos y recién llegados comprando en Prada, Gucci y Ralph Lauren.
Yansi Xu, un recién graduado y empleado por la firma Libertas dijo que la posibilidad de residencia es lo que más atrae a los compradores chinos.
“Si la gente estuviera comprando propiedades solamente por el retorno en su inversión lo harían en Reino Unido, Australia o Estados Unidos” dijo.
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