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Salud y Bienestar

Diabetes gestacional aumenta riesgo de autismo en el bebé

WASHINGTON, ESTADOS UNIDOS (14/ABR/2015).- La diabetes gestacional antes de las 26 semanas de embarazo aumenta el riesgo de que el bebé desarrolle autismo, según un estudio publicado por la revista JAMA Internal Medicine, de la Asociación Médica de Estados Unidos.

«Las investigaciones futuras deberían abordar si la diagnosis temprana y el tratamiento de la diabetes en el embarazo pueden reducir el riesgo de autismo», dijo el autor principal Anny Xiang, del consorcio médico Kaiser Permanente Southern California (EU).

La diabetes gestacional es un tipo de diabetes que se desarrolla o se detecta durante el embarazo, con una prevalencia del 9.2 % según los Centros para el Control y Prevención de enfermedades de Estados Unidos (CDC, por su sigla en inglés).

El estudio determinó que los niños cuyas madres desarrollaron diabetes gestacional después de las 26 semanas de embarazo no tienen más riesgo de desarrollar autismo que los niños cuyas madres no tienen diabetes o diabetes gestacional.

Para efectuar la investigación se analizaron los informes médicos de 322.000 niños nacidos en el Kaiser Permanente Southern California Medical Centers entre enero de 1995 y diciembre de 2009.

Los científicos descubrieron que, si el feto está expuesto a la diabetes gestacional antes de la semana 26 de embarazo, existe un 42 % más de riesgo de que el niño desarrolle autismo.

Los autores precisan que se trata de un estudio observacional, es decir, que revela una relación entre la diabetes gestacional y el riesgo de que el niño desarrolle autismo, más que describir una relación de causa-efecto.

«Nuestro estudio también sugiere que deberían garantizarse los exámenes tempranos de autismo a los niños de mujeres a las que se les detectó diabetes gestacional antes de las 26 semanas de embarazo», explicó otro de los autores de la investigación, Edward Curry, del Kaiser Permanente Fontana Medical Center.

Fuente: El Mañana

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La grasa abdominal profunda: el enemigo silencioso que envejece tu cuerpo y tu mente

Oculta bajo la piel y rodeando órganos vitales como el corazón, el hígado y los riñones, la grasa visceral representa una de las amenazas más serias para la salud metabólica y cerebral, incluso en personas delgadas. Más que un problema estético, esta grasa activa procesos inflamatorios que pueden desencadenar enfermedades como la diabetes tipo 2, el hígado graso, problemas cardiovasculares y, a largo plazo, deterioro cognitivo.

De acuerdo con el Dr. Andrew Freeman, especialista en prevención cardiovascular, la grasa visceral es un marcador de múltiples riesgos de salud, aun en quienes aparentan estar en forma. El fenómeno conocido como “skinny fat” —personas con peso normal pero con alta proporción de grasa interna— evidencia que la salud no siempre se refleja en el espejo.

El impacto va más allá del metabolismo. La neuróloga preventiva Kellyann Niotis advierte que este tipo de grasa libera compuestos inflamatorios que aceleran la atrofia cerebral y favorecen la aparición de placas beta-amiloides y ovillos de tau, señales asociadas con la enfermedad de Alzheimer, incluso desde los 40 o 50 años.

¿Cómo saber si la grasa visceral está fuera de control? La medida de la cintura es un primer indicio: más de 88.9 cm en mujeres y 101.6 cm en hombres eleva el riesgo, según los CDC. La masa muscular también importa: quienes tienen más grasa que músculo tienden a acumular esta grasa profunda. Estudios como la DEXA o básculas con medición de grasa corporal pueden ayudar a evaluar estos indicadores.

La buena noticia: es reversible. Freeman insiste en un enfoque integral con ejercicio cardiovascular diario (como caminatas rápidas de al menos 30 minutos) y entrenamiento de fuerza con resistencia. Ejercicios como desplantes, sentadillas, lagartijas y peso muerto movilizan grandes grupos musculares, aceleran el metabolismo y estimulan hormonas que mejoran la composición corporal.

Una alimentación basada en plantas, como la dieta mediterránea, también es clave. Rica en frutas, vegetales, granos enteros, aceite de oliva y pescado, esta dieta ha demostrado reducir la grasa abdominal y el riesgo de muerte por enfermedades crónicas, especialmente en mujeres.

El ayuno intermitente —comer solo durante una ventana de seis horas al día— puede ser un complemento efectivo, aunque no es apto para todos. La combinación de alimentación natural, entrenamiento funcional y periodos de ayuno puede “hacer magia” en la reducción de grasa visceral, señala Freeman.

En resumen, mantener el músculo, eliminar alimentos ultraprocesados, moverse cada día y reorganizar los horarios de comida no solo combate la grasa abdominal profunda, sino que extiende la salud física y mental hacia el futuro. Porque el verdadero “elixir de la juventud” no se compra: se construye con hábitos.

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