Dimes y diretes se volvió la campaña en el Distrito VI, en el que la gente de Liz Aguilera ve a la priísta perdida ante un Juan Blanco que viene con todo, pues no sólo arrastra la proyección que le dio su gestión como alcalde y su detención por el asunto del relleno sanitario, sino que el PAN ha cerrado filas en torno a él.
Aguilera, en cambio, tiene un historial político pobre. Llegó a la vida política cobijada por su padre, Gonzalo Aguilera, director del Cobach en el sexenio de Reyes Baeza, quien no alcanzó la anhelada Secretaría de Educación y Cultura. Liz no fue la única beneficiada, pues Gonzalo también metió en aquel entonces a otros parientes y amigos como Jesús Mireles , Vicente Esparza, José Chacón, Ramón Nevarez, Juan Delgado y José Luis García.
En su perfil, lo único que Liz puede presumir es su alto promedio académico tanto en el Cobach como en la UACh, méritos que algunos ponen en entredicho. Fuera de eso no hay acciones relevantes que destaque como abogada, regidora, diputada y contralora, pues su labor no fue más allá de aprobar y dar luz verde a cuanta instrucción le llegaba desde Palacio.
Ahora Liz está indignada por haber sido llamada “diputada grís” y “cómplice de la corrupción”, pero no sólo eso, sino que acusa que fueron lanzados contra ella más de 140 perfiles falsos de Facebook. Lo curioso es que varios de esos perfiles ya respondieron, se identificaron y demostraron que no son falsos, sino ciudadanos y simpatizantes de otras corrientes políticas que cuestionan e incluso critican duramente a la candidata.
Para eso, el equipo de Aguilera tiene día y noche a personas exclusivamente dedicadas a atajar los comentarios negativos, los cuales borran instantes después de que aparecen. Los positivos, al contrario, son destacados y respondidos de inmediato.
En la denuncia también señalan a Roberto ‘Pony’ Lara y Luis Terrazas Fraga como orquestadores de la supuesta guerra sucia y señalan, sin pruebas, que se dedican a destruir y vandalizar propaganda, a pesar de que muchos ya dan por perdida a la tricolor. Patadas de ahogado, dicen.
Pero Liz no es la única en problemas. El Distrito V también está prácticamente perdido, pues Tony Meléndez ‘se nortió’ y ‘necesita decirle’ a sus jefes de campaña que se siente como ‘ave cautiva’ en esto de la política, pues el fracaso es inminente, sobre todo frente a un Mario Mata fortalecido y con la mira en la gubernatura.
El IX también está muy complicado pues aunque a la abanderada del PAN, Carmen Cano, no la conocen ni en su casa, Carlos Hermosillo es sin duda en candidato más impresentable no sólo por los procesos judiciales que tiene pendientes, sino porque en el mismo PRI notan que su único mérito es ser de los ‘best friends’ del gobernador Duarte.
En el 7 Álex Lebarón hace su luchita, y aunque tiene como ventajas el apellido, famoso por identificar a gente comprometida y trabajadora, así como una trayectoria limpia y lejos de escándalos. No obstante los productores del noroeste, los que mueven todo, no están nada conformes con su gestión en Conagua y podrían pasarle factura a pesar de que su contrincante, la panista Patricia Terrazas, no es especialmente popular ni tiene cartas fuertes qué jugar.
El distrito III de Juárez tampoco lo tienen en la bolsa. El PRI de la frontera no ve a María Ávila Serna como una de los suyos y ven que sólo jala agua para su molino, incluso contra las disposiciones del gobernador Duarte, por lo cual no le ponen mucho ánimo a apoyar a una candidata que, si bien está aliada con ellos, no es de su partido ni ganarán nada con su victoria, prefieren dejarla perder ante la panista Xochitl Contreras, quien anda haciendo fuerte campaña con su propuesta de volver a bajar el IVA en la frontera.
En otros asuntos grilleriles, el que anda movido para aspirar a la gubernatura es Marcelo González Tachiquín, quien está intentando mostrarse como el candidato que pueda unir a las distintas corrientes del PRI, hoy polarizadas por la figura del gobernador César Duarte, y por eso busca apoyos entre tirios y troyanos.
Difícil la ven, pues Duarte ha dado muestras más que claras de que se jugará sus cartas con Enrique Serrano, un alcalde que no ha hecho tan mal su trabajo, lejos de señalamientos, sin demasiados odios a cuestas y con la bendición ballezana, esa que hace candidatos a los cercanos y millonarios a los amigos desamparados.