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Opinión

DEMOCRACIA SIMULADA POR VICTOR M. QUINTANA SILVEIRA

DEMOCRACIA SIMULADA
Por: Víctor M. Quintana S.
La transición a la democracia en México está atorada en buena medida porque se simula que hay procesos auténticamente democráticos. Lo que ocurrió en Chihuahua en tan sólo una semana lo viene a confirmar: se simula la exigencia de cuentas, se simula el debate, se simulan la apertura y el pluralismo.
El súbito redescubrimiento del cochinero en Unión Progreso.
De pronto Unión Progreso acaparó los titulares que por asuntos más importantes no había logrado. Haberlo sabido: bastaba con que alguien que fuera de un partido adversario del PRI tuviera alguna relación con esa institución bancaria para que se hiciera el escándalo.
La denuncia seria, fundamentada, del Lic. Jaime García Chávez, cuyo expediente consta ya de 92 tomos de mil hojas cada uno en la Unidad de Inteligencia Financiera de la PGR no acaparó tantos titulares como el señalamiento de esta semana. Éste fue hecho por Alan Falomir, candidato a diputado federal del Movimiento Ciudadano, a Juan Blanco, candidato a su vez del PAN en el mismo sexto distrito. Claro, como la primera involucra al propio Gobernador del Estado, a su Secretario de Hacienda y al ex Director de la Junta Central de Aguas, ex Director del Fideapech y ahora candidato a diputado federal Carlos Hermosillo, no había que darle tanto revuelo si se quería seguir cobrando con tranquilidad en la Coordinación de Comunicación Social de Aldama y Vicente Guerrero.
¿Por qué el candidato del Movimiento Ciudadano, así como citó a Juan Blanco para que diera su explicación sobre su adeudo y su eventual carácter de socio de Unión Progreso, no citó a César Duarte, Jaime Herrera y Carlos Hermosillo a que explicaran su participación accionaria en Banco Progreso y el origen de ésta? ¿Por qué en su momento no se sumó a la denuncia de García Chávez, retomada luego por Unión Ciudadana? Ciertamente Juan Blanco tendrá que dar una explicación convincente y transparente de todo este enredo, pero también los tres personajes arriba citados. ¿Será que el bien articulado candidato naranja de encabritado pasó a encapritado?
A partir del adeudo –parece más real que supuesto- de Blanco a Unión Progreso, se suscitó el celo digno de mejores causas del caporal del Congreso. Ahora actuó cobrador de la institución bancaria de la cual su jefe es el mayor accionista en lugar de vigilar el recto uso de los recursos públicos a través de una inocua Comisión de Fiscalización.
Como tienen una cola tan larga ellos mismos se la pisan sin saberlo. También arremetieron contra Blanco por el adeudo a Fideapech que, con razón debe también explicar. Pero allá en la lejana Parral, el candidato a diputado federal por el PRI Carlos Hermosillo, ex director de Fideapech en 2011, no transparenta su gestión de ese período, ni los créditos que otorgó, ni siquiera si él ha sido beneficiario de ellos. Rehúye sistemáticamente cualquier debate.

Empresariado bipartidista
Hablando de debates es necesario referirse al Encuentro con Candidatos promovido por el Consejo Coordinador Empresarial en la ciudad de Chihuahua. Sólo fueron requeridos quienes representan al PAN y al PRI. Ahora sí acudieron con presteza los tricolores que rechazan debatir y sólo acuden a exposiciones paralelas de candidatos, donde no se les toque ni con el pétalo de una pregunta.
Con esta invitación quienes dirigen el CCE mostraron su bipartidismo excluyente. Para ellos sólo hay de dos sopas, las demás, no valen la pena. Prueba de ello es que luego Madero y Ramírez se acusaron mutuamente, uno por panista y el otro, por priísta. El mensaje que le mandan a la sociedad es que hay que aplicar la “realpolitik” y sólo escuchar a quien según ellos pueden ganar. Si el apoyo a los partidos que pueden ganar, independientemente de las prácticas de éstos, es su valor máximo en política, que no anden pregonando que son plurales, abiertos y que otros son sus valores. Ciertamente este agrupamiento empresarial puede invitar a su casa a quien se le pegue la gana, pero esto no es lo más coherente con lo que acaba de declarar su presidente nacional Gerardo Gutiérrez Candiani en el sentido que México “requiere un sistema de partidos sólido” y que “… la democracia para desarrollarse, necesita demócratas, con congruencia entre lo que dicen y lo que practican; entre lo que predican y su comportamiento fuera del escrutinio público.” (Boletín de prensa del CCE, 25 de mayo de 2015).
La simulación de los debates.
Por último, diversos medios y organismos cuando organizan un “debate” entre candidatos insisten en que sólo gire en torno a las “propuestas” de éstos. ¿Es esto un verdadero debate? ¿Puede basarse la elección de un candidato o partido solamente en lo que propone para el futuro y no lo que hizo en el pasado reciente? ¿Acaso no es procedente que se les demande coherencia entre lo que han hecho y lo que pretenden hacer? Por ejemplo, ¿con qué bases se le puede creer a un candidato que propone el combate frontal a la corrupción cuando él o ella ha sido pieza clave en el sistema que favorece y sirve de tapadera a la corrupción?
Se dice que eso se hace porque la ciudadanía está cansada de los ataques entre partidos. No, la ciudadanía está cansada de que la traten como débil mental, como amnésica ante la historia. De que un partido critique a otro cuando incurre en las mismas malas prácticas del criticado. De que candidatos al legislativo nos prometan como si fueran parte de un poder Ejecutivo sin contrapesos. Ahora resulta que, para que la gente tome interés en los debates, estos deben ser anodinos.
Como dice el dirigente empresarial arriba citado, la democracia para desarrollarse necesita demócratas. Lo que apreciamos en estos casos son demócratas simulados. Así no llegaremos lejos.

Opinión

León. Por Raúl Saucedo

La estrategia de la supervivencia

El pontificado de León XIII se desplegó en un tablero político europeo en ebullición. La unificación italiana, que culminó con la pérdida de los Estados Pontificios, dejó una herida abierta.

Lejos de replegarse, León XIII orquestó una diplomacia sutil y multifacética. Buscó alianzas —incluso improbables— para defender los intereses de la Iglesia. Su acercamiento a la Alemania de Bismarck, por ejemplo, fue un movimiento pragmático para contrarrestar la influencia de la Tercera República Francesa, percibida como hostil.

Rerum Novarum no fue solo un documento social, sino una intervención política estratégica. Al ofrecer una alternativa al socialismo marxista y al liberalismo salvaje, León XIII buscó ganar influencia entre la creciente clase obrera, producto de la Revolución Industrial. La Iglesia se posicionó como mediadora, un actor crucial en la resolución de la “cuestión social”. Su llamado a la justicia y la equidad resonó más allá de los círculos católicos, influyendo en la legislación laboral de varios países.

León XIII comprendió el poder de la prensa y de la opinión pública. Fomentó la creación de periódicos y revistas católicas, con el objetivo de influir en el debate público. Su apertura a la investigación histórica, al permitir el acceso a los archivos vaticanos, también fue un movimiento político, orientado a proyectar una imagen de la Iglesia como defensora de la verdad y del conocimiento.

Ahora, trasladémonos al siglo XXI. Un nuevo papa —León XIV— se enfrentaría a un panorama político global fragmentado y polarizado. La crisis de la democracia liberal, el auge de los populismos y el resurgimiento de los nacionalismos plantean desafíos inéditos.

El Vaticano, como actor global en un mundo multipolar, debería —bajo el liderazgo de León XIV— navegar las relaciones con potencias emergentes como China e India, sin descuidar el diálogo con Estados Unidos y Europa. La diplomacia vaticana podría desempeñar un papel crucial en la mediación de conflictos regionales, como la situación en Ucrania o las tensiones en Medio Oriente.

La nueva “cuestión social”: la desigualdad económica, exacerbada por la globalización y la automatización, exige una respuesta política. Un León XIV podría abogar por un nuevo pacto social que garantice derechos laborales, acceso a la educación y a la salud, y una distribución más justa de la riqueza. Su voz podría influir en el debate sobre la renta básica universal, la tributación de las grandes corporaciones y la regulación de la economía digital.

La ética en la era digital: la desinformación, la manipulación algorítmica y la vigilancia masiva representan serias amenazas para la democracia y los derechos humanos. León XIV podría liderar un debate global sobre la ética de la inteligencia artificial, la protección de la privacidad y el uso responsable de las redes sociales. Podría abogar por una gobernanza democrática de la tecnología, que priorice el bien común sobre los intereses privados.

El futuro de la Unión Europea: con la disminución de la fe en Europa, el papel del Vaticano se vuelve más complejo en la política continental. León XIV podría ser un actor clave en la promoción de los valores fundacionales de la Unión, y contribuir a dar forma a un futuro donde la fe y la razón trabajen juntas.

Un León XIV, por lo tanto, necesitaría ser un estratega político astuto, un líder moral visionario y un comunicador eficaz. Su misión sería conducir a la Iglesia —y al mundo— a través de un período de profunda incertidumbre, defendiendo la dignidad humana, la justicia social y la paz global.

Para algunos, el nombramiento de un nuevo papa puede significar la renovación de su fe; para otros, un evento geopolítico que suma un nuevo actor a la mesa de este mundo surrealista.

@Raul_Saucedo

rsaucedo.07@uach.mx

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