A inicios de este año, una fotografía en la que se veía a una mujer sobre una camilla en el museo Rijksmuseum de Ámsterdam le dio la vuelta al mundo.
La mujer se encontraba allí para ver, por última vez, su cuadro favorito de Rembrandt.
Esa visita fue sido posible gracias a una organización de caridad holandesa que ayuda a enfermos terminales a cumplir su último deseo.
«He aprendido que la gente que va a morir tiene deseos pequeños», dijo Kees Veldboer, el conductor de la ambulancia que fundó Stichting Ambulance Wens (Fundación Ambulancia del Deseo).
Veldboer creó la organización sin fines de lucro después de que ayudó a un paciente.
7.000 deseos cumplidos
Ese fue el génesis de Stichting Ambulance Wens.
Veldboer y su esposa Ineke, una enfermera, empezaron a planear la organización en la mesa de su cocina. Ocho años después, cuentan con 230 voluntarios, seis ambulancias y una casa de vacaciones.
Y se están aproximando a los 7.000 deseos cumplidos.
Algunas veces los deseos se hacen realidad el mismo día en que se son expresados.
En promedio, la fundación ayuda a cuatro personas al día.
Pueden ser de cualquier edad y la única estipulación es que los pacientes sean enfermos terminales y tengan que ser transportados en una camilla.
«Nuestra paciente más joven tenía 10 meses, era una gemela. Estaba en un hospital infantil y nunca había estado en casa. Sus padres querían sentarse en el sofá con ella aunque fuese una sola vez.
«Y nuestra paciente más vieja tenía 101 años y su deseo era montar a caballo por última vez. La cargamos y la pusimos en el caballo con la ayuda de un vehículo. Después, la movimos hacia un carruaje tirado por caballos. Empezó a saludar a todo el mundo como si fuera miembro de la realeza. Ese fue un buen deseo», indicó Veldboer.
Siempre llevamos a bordo una enfermera entrenada y los conductores especializados tienden a proceder de la policía o de las brigadas antiincendios.
Las ambulancias especialmente diseñadas para los objetivos de la fundación tienen una vista y cada paciente recibe un osito de peluche llamado Mario, en honor a Stefanutto.
«A los voluntarios nos da gran satisfacción ver a la gente disfrutando», dijo Roel Foppen, un exsoldado que trabaja como conductor.
En los últimos seis años, ha ayudado a hacer realidad 300 deseos.
Fuente BBC