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EL QUINTO INFORME ÁSPERA CONFRONTACIÓN POR JAVIER VALERO FLORES

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EL QUINTO INFORME: ÁSPERA CONFRONTACIÓN
javier Luis Valero

Ni falta hizo señalar que el V Informe del gobernador César Duarte, para fines prácticos, los del completo ejercicio del poder, es el último y que en él se debería realizar el balance de su gestión.

En los mensajes difundidos masivamente, el gobernador Duarte se empeña en señalar que las condiciones de hace 5 años eran peores que las de ahora, tanto las de la seguridad pública, como las económicas, como las sociales, las educativas, las de salud, etc.

Afectado seriamente de la columna lumbar -por no seguir las indicaciones médicas- al grado de que el médico José Fernández Faudoa le envió al secretario de Gobierno, Mario Trevizo, un certificado médico en el que le indica reposo absoluto, terapias y medicación para que regrese a sus ocupaciones “habituales en 5-6 semanas”, el gobernador Duarte levantó un muy importante revuelo político, no por su informe, sino por las cosas que dijo en el curso de una entrevista concedida a El Heraldo de Chihuahua, y sólo a este medio de comunicación, elaborada por Javier Contreras (26 y 27 de septiembre).

En ella lanza una seria acusación al ex gobernador Reyes Baeza y a su secretario de Hacienda, Cristian Rodallegas, que también lo fue suyo por más de un año, pues dejó el cargo a principios de enero del 2012.

Así lo dijo Duarte:

“… teníamos cero en caja, lleno de proveedores y consigo 3 mil millones de pesos… Me los depositaron el viernes y el lunes le hablé a Cristian…’oye, sepárame 100 millones de pesos para iniciar’, íbamos a iniciar la remodelación del Centro histórico… ya no había un peso, porque cometieron un error Reyes y Christian: Se gastaron 3 mil millones de pesos del Gobierno Federal, en gasto corriente. Y eso es cárcel, eso no tiene barandilla, era cárcel para Cristian…”.
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“Se regresaron de lo que yo había conseguido de las diferentes Secretarías. O sea, con lo que yo iba a arrancar mi Gobierno…imagínese, así arranqué mi Gobierno… Si yo dejaba eso, meten a Reyes y a Christian a la cárcel…”.

Entrevistado en una cama de hospital acondicionada en su recámara de la Casa de Gobierno, con una venoclisis al brazo, recostado, a días de presentar el V Informe y seguramente a unas semanas de que su partido resuelva la candidatura al gobierno estatal, renovó la confrontación con el grupo de los Baeza y señaló a dos altos funcionarios federales de la comisión de graves, muy graves delitos.

Lo peor, de ser cierta su acusación, también es responsable de la desviación de los otros 3 mil millones de pesos que, dice, devolvió Rodallegas en el curso de un fin de semana.

Pero ¿A dónde los devolvió? ¿A los programas y partidas originales, a Hacienda federal? Entonces sí hubo doble desvío y el segundo, en su administración.

Y ubicó “el sentimiento” de Reyes Baeza en que “no fue senador” y aclara, “no porque yo no quisiera. Las condiciones electorales, el ambiente de inseguridad, lo lastimado de la sociedad, ponían en riesgo la elección del candidato presidencial en Chihuahua… Y sin embargo, se cayó para arriba pues le dieron el Fovissste. No fue un senador; pero yo estoy tranquilo, no le he fallado a nadie, no he traicionado a nadie, pero sí he pisado muchos intereses”.

Ya está, he ahí el fondo de las diferencias entre el ex gobernador y el actual, las que se presentaron a lo largo del sexenio, desde el momento mismo de la toma de posesión, que crecieron conforme la deuda de Chihuahua aumentaba y las simpatías por el ex alcalde Marco Adán Quezada, también.

Hoy están en medio de una áspera disputa, reflejo de la cual -y por lo que sabemos, pálido reflejo- lo constituye el mensaje publicado en su Facebook por Héctor Valles Alveláis, elevado funcionario del Fovissste, cercano colaborador de Reyes Baeza, y quien también participó en el actual gobierno. Llamó “cobarde” al gobernador Duarte y le dice haber vuelto “a la práctica de sus deportes favoritos; la intriga, la descalificación, los insultos, etc, etc… No es de extrañarse de una persona que desde el inicio de su gobierno se ha dedicado a insultar, a humillar y a descalificar a sus propios amigos y colaboradores…”.

Acusa a Duarte de actuar con prepotencia , “razón por la cual prudentemente le presenté mi renuncia”.

Dice que decidió hacer pública su indignación debido a que es “amigo de Reyes Baeza y me indigna y enfurece esa declaración, me atrevo a meter las manos al fuego por él y lo haré por cualquier otro amigo que sea calumniado u ofendido, así sea por un cobarde con título de gobernador”.

Puede suponerse, válidamente, que no es el único priista agraviado por las expresiones del gobernador Duarte.

Hay más. Abordado sobre el tema del accidente del Aero Show, Duarte aseveró que no se dedica a “chiplerías”, “… si él siente (Marco Adán Quezada) que le cierran el paso; más bien lo que anda buscando es zafarse de una lamentabilísima circunstancia que sucedió el 5 de octubre del 2013. A mí me puede mucho el accidente del Aero Show, pero debe recalcarse muy claro que la Comisión de Derechos Humanos, es la que llevó la investigación, no nosotros, y las recomendaciones son de ellos”.

Para nuestra desgracia -y la de ellos, los priistas, también- la vida les deparó otra tragedia, la de Samalayuca la semana pasada.

Interrogado si esta le podría interferir con sus proyectos políticos personales, el alcalde juarense, Enrique Serrano, uno de los favoritos de Duarte, aseveró que “Hay una actitud de utilizar desgracias ajenas para beneficiar proyectos políticos propios y quieren equiparar este asunto de Dunas con el AeroShow, pero hay una enorme diferencia, de principio y de fondo”. (Nota de Venessa Rivas, 1/X/15).

Sí, una, al ex alcalde Quezada lo pretenden inhabilitar, meter a la cárcel y aplicarle una sanción de 45 millones de pesos ¿Por que es responsable único y plenipotenciario del accidente? No, porque es aspirante a la candidatura de su partido, el PRI, al gobierno de Chihuahua.

Bueno, pues también Serrano es aspirante al mismo cargo y las fallas de sus subalternos, en el accidente de Samalayuca, son semejantes a las cometidas por los subalternos del cuauhtemense en el del Aero Show ¿Se aplicará el mismo rasero?

Obviamente, no.

¿Qué llevó al gobernador Duarte a lanzarse tan atrevidamente, de manera tan desmesurada, contra el grupo político más importante del priismo chihuahuense en la víspera de las designaciones?

¿Qué motivación lo llevó a enturbiar seriamente el jolgorio que a su alrededor despertaría la presentación del V Informe, el de los balances del sexenio, el que serviría para contrastar su gestión con la de su antecesor, acto que utilizaría para sugerirle al presidente Peña que estaría en condiciones de operar la sucesión en Chihuahua?

De veras, se antoja absolutamente inexplicado.

Veámoslo con sus ojos , los del priismo que aún lo considera su líder y de una parte de la sociedad que aprecia algunas de las acciones del gobierno de César Duarte.

Septiembre cerró con la cifra más alta de empleos formales -792 mil-, razón por la cual ocupamos el primer lugar en abatimiento de la informalidad (sí, ya sabemos que también el primero en los más bajos salarios, pero eso no lo divulgan alegremente los duartistas); una de las empresas calificadoras le endilgó a la deuda del fideicomiso carretero la más alta calificación (y digo deuda porque así lo dice la empresa HR Ratings que reconoce, por ejemplo, que cada una de las Emisiones -los bonos carreteros- cuenta con un Fondo de Reserva para el Servicio de la Deuda); que hay un crecimiento de la economía, el primero en el país; que mejoró la seguridad pública (aunque les cueste reconocer que existen serios quebrantos, particularmente en la Tarahumara) y los penales no son la fuente de criminalidad como lo fueron hasta hace poco (aunque hayan florecido los negocios privados en su interior).

Vamos, si se necesitaba difundir cosas buenas de la administración, las hay. Ahí está el tema de la cobertura completa en educación media superior y superior.

¿Que existen puntos negros en la administración de César Duarte? por supuesto, sí. Muchos y serios, ante los cuales la actitud del gobernante le abonó antipatías en la sociedad.

Uno, irrefutable, porque se trata de números, es el de la deuda. La recibió en 12 mil millones de pesos (pesos más, pesos menos), incluido el fideicomiso carretero y la va a dejar en más de 45 mmdp, casi cuatro veces más.

Las dudas sobre su patrimonio personal y el de su familia serán tema permanente en la campaña electoral. Meses atrás prometió que daría a conocer su declaración patrimonial, tal y como lo hizo el presidente Peña Nieto.

No lo ha hecho, y si hay un mecanismo para echar abajo las calumnias es dando a conocer su fortuna personal y familiar. No hay de otra, porque, de lo contrario, lo que recordarán los chihuahuenses será la desafortunada frase de que “a lo macho” no se fijó si había firmado o no el contrato de los 65 millones de pesos a Unión Progreso.

En mala hora se le ocurrió no parar después del accidente, operarse y reposar lo indicado, arriesgó la parte final de la etapa apoteósica de los gobernantes mexicanos, la del V año.

Podrían ser muchos y variados los asuntos muy importantes que atendió en ese lapso, pero siempre habrá, en la administración pública, alguien que los pueda atender; querer abarcar todo, resolver todo, hasta las minucias personalmente, lo llevó a la actual condición (y hablo de la política, que de la salud sólo esperamos que obedezca las indicaciones médicas) y no prever que debía reposar para llegar en plenitud al V Informe.

Y luego con las ayudaditas que le dan sus colaboradores, en este caso, la que le dio la presidenta estatal del PRI, Karina Velázquez, quien, a pregunta directa, respondió que “sí votaría por Juan Gabriel si se lanzara para gobernador”, justamente cuando se supo que el cantante (que es uno de los favoritos del escribiente) había sido un participante de la comida en Casa de Gobierno, convocada por el delegado del PRI, Julián Luzanilla, con los aspirantes Enrique Serrano, Javier Garfio, Lilia Merodio, Graciela Ortiz y Héctor Murguía.

El pánico cundió porque en esos días se levantaba una encuesta telefónica, en la que se preguntaba si se votaría por Juan Gabriel ¡Para gobernador de Chihuahua!

¡Híjole!

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La corona que derribó al fiscal. Por Caleb Ordóñez T.

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Alejandro Gertz Manero no se fue por un solo escándalo. Su salida de la Fiscalía General es el cierre natural —y casi inevitable— de una historia acumulada durante décadas: un expediente no judicial, sino político, construido a fuerza de polémicas, enojos y decisiones que siempre parecían estar un milímetro antes (o después) del momento correcto. Una vida pública larga, tensa y llena de episodios que México nunca logró procesar del todo y que terminaron de golpe cuando la luz inesperada lo alumbró demasiado.

Para entender su renuncia, hay que regresar al principio. A 2001. A Puente Grande. A Joaquín “El Chapo” Guzmán desapareciendo como si el penal fuera un teatro mal montado. A un gabinete recién estrenado y a un secretario de Seguridad Pública —Gertz— que quedó tocado desde ese instante, aun cuando defendió hasta el cansancio que los penales no estaban bajo su control directo. Tenía razón en la letra, pero la política no se escribe con artículos constitucionales; se escribe con percepciones. Y la percepción quedó marcada: primera fuga, primer señalamiento.

Luego vendría “el caso familiar”, quizá el capítulo más corrosivo de su trayectoria. La denuncia por homicidio en contra de su excuñada Laura Morán y de su sobrina política, Alejandra Cuevas, terminó por convertirse en un espejo que devolvía una imagen poco favorecedora del fiscal. La figura jurídica de “garante accesoria”, que nadie encontraba en ningún código, la prisión de Cuevas, la reapertura del expediente cuando él ya era fiscal, y después los audios filtrados donde se quejaba del proyecto de sentencia de la Suprema Cort Ese episodio enterró la narrativa de imparcialidad y lo colocó en el centro del debate sobre el uso personal de la justicia. No su mejor capítulo.

Y sin embargo, tampoco ahí cayó.

Su paso por la FGR tuvo escenas memorables —algunas para bien, otras para museo del absurdo. Anunció con firmeza una cruzada contra la impunidad heredada: Odebrecht, Estafa Maestra, Pemex, la élite política del sexenio pasado. Era un fiscal que llegaba con autoridad intelectual: décadas de docencia, formación sólida en derecho penal, experiencia en seguridad y una convicción genuina de que el Ministerio Público tenía que recuperar su dignidad institucional. Ese punto —el positivo— hay que concedérselo: Gertz siempre habló de la Fiscalía como una institución que debía fortalecerse y, al menos en discurso, entendía la necesidad de autonomía y rigor técnico.

Pero entre lo que se quiere y lo que se logra suele haber un océano.

El caso Lozoya terminó convertido en una tragicomedia: el testigo estrella que prometía derribar a medio gabinete peñista terminó fotografiado en un restaurante, con un guion de colaboración que se desmoronó y un expediente repleto de promesas incumplidas. El famoso cheque de 2,000 millones de pesos, presentado en Palacio Nacional como “reparación del daño”, resultó más simbólico que real. Y mientras tanto, Rosario Robles vivió en prisión preventiva prolongada, exhibiendo el rostro más duro de la Fiscalía, mientras Lozoya parecía disfrutarse el fuero moral de la cooperación.

Su sello más polémico fue la justicia diferenciada. La exoneración exprés del general Salvador Cienfuegos tensó la relación con Estados Unidos; el intento de procesar a 31 científicos del Conacyt por delincuencia organizada levantó incluso carcajadas en los tribunales; los expedientes contra gobernadores y candidatos en temporada electoral alimentaron la narrativa de que la FGR olía más a estrategia que a proceso penal.

Y después llegó la guerra interna. El pleito con Julio Scherer, la batalla por el control de ciertos expedientes, las acusaciones cruzadas de extorsiones, venganzas y “operaciones sucias” mostraron una Fiscalía atrapada en el mismo laberinto político que juró superar.

Con todo, había una cualidad que incluso sus críticos reconocen: Gertz era persistente. Y conocía el aparato penal como pocos. Tenía método, obsesión por el detalle y una idea fija de orden institucional. No siempre funcionó, no siempre fue justa ni eficiente, pero era innegable que se trataba de un hombre que llevaba décadas pensando —de verdad pensando— en el sistema penal mexicano.

¿Entonces por qué renunció?

Porque la política no solo se derrumba por grandes actos de corrupción o colapsos institucionales. A veces cae por la presión inesperada del lugar menos imaginado. En este caso, una corona.

Todo estalló cuando México celebraba con júbilo el triunfo de Fátima Bosch como Miss Universo. Una mexicana ganando el certamen después de tantos años era un regalo para la narrativa nacional: orgullo, identidad, representación, el país hablando de algo luminoso por primera vez en semanas. Pero justo ahí, en plena celebración, comenzaron a circular los expedientes —sellados y empolvados en la FGR— relacionados con Raúl Rocha, presidente de la franquicia Miss Universo y vinculado en investigaciones mediáticas con presuntos contratos irregulares con Pemex.

La pregunta no era si existía una investigación. La pregunta era: ¿por qué se filtró justo ahora?

La respuesta implícita fue unánime: porque la FGR había perdido control interno. Porque intereses cruzados querían lastimar a la 4T. Porque la filtración no solo embarraba a un empresario, sino también a Bosch, la nueva joya mediática del país. Porque el triunfo, tan necesario en una nación saturada de malas noticias, se convirtió en combustible político en cuestión de horas. Porque México estaba celebrando una coronación, y alguien sacó un expediente que olía a guerra interna.

Eso, en Palacio Nacional, fue dinamita.

No se podía permitir que una victoria global, limpia y emocional, se convirtiera en pleito burocrático. Mucho menos cuando la Presidencia buscaba proyectar una nueva etapa institucional y evitar conflictos con la industria cultural y de entretenimiento que ya estaba devolviendo atención internacional al país. Gertz había sobrevivido a todo: a expedientes fallidos, a presiones, a audios filtrados, a críticas internacionales. Pero tocar un símbolo recién coronado fue otra cosa. Transformó un problema jurídico en un problema político. Y en México, los problemas políticos se resuelven de una sola forma: pidiendo renuncias.

El 27 de noviembre de 2025, presentó la suya.

Salió con un extraño nombramiento diplomático y un comunicado sin dramatismos, pero cargado de silencios. Fue la despedida de un fiscal que quiso ser reformador, que terminó siendo símbolo de poder concentrado y que cayó no por un caso penal, sino por una coronación que puso demasiados reflectores sobre sus polémicas.

Y así, la corona de Fátima Bosch terminó abollando algo más que el ego de los críticos: terminó abollando, también, el trono del fiscal más poderoso del México reciente.

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