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Opinión

TERROR EN PARIS, TERROR GLOBALIZADO POR VICTOR M. QUINTANA S.

TERROR EN PARIS, TERROR GLOBALIZADO.

Por: Víctor M. Quintana S.

Fue el París más entrañable para mí. No el París turístico, repleto de camiones de tours y de orientales con cámara, sino el de los verdaderos parisinos. El que me acogió en mis tiempos duros de estudiante y no duros como profesor invitado. Donde viven mis amigos y donde tantas veces tomamos el café y a copa en uno de sus muchos bares y cafés. El Este de París, vibrante de vida, de barrios tradicionales, con sabor a vecindario y camaradería, sobre todo los fines de semana. El París que prefieren los jóvenes. Ese París fue el blanco principal de los ataques del viernes 13 por la noche. Como si hubieran querido aprovechar la superstición para hacer de él un viernes negro.

Todavía conmocionado y a la vez reconfortado por los mensajes de los amigos que no fueron afectados directamente, aun cuando alguno se encontraba a tan sólo 300 metros de la masacre del Bataclán, es que me atrevo a adelantar unas ideas, deshilvanadas, algunas reflexiones personales, a reserva de luego estructurarlas más.

1.      “Me niego a comprender este tipo de violencia”, (la criminal, la terrorista, la de Estado), dice Javier Sicilia, “…porque comprenderla es empezar a justificarla”. Aunque algo de eso comparto con el querido Javier, al analizar los 7 atentados del viernes, no puedo menos de recordar que el sociólogo francés Michel Wieworka denomina a esta violencia fundamentalista como una violencia sobrecargada de sentido, en que de la ideología política se pasa al mito religioso. La religión  le brinda a los sujetos de esta violencia terrorista el sentido que habían perdido en sus análisis sociales y políticos. Su acción ya no tiene nada que ver con la realidad, ella le aporta al hecho violento una justificación, una potencia, una justificación subjetiva a toda prueba, le permite proceder a la destrucción total de los enemigos y a la autoinmolación. El martirismo islámico, según Wieworka les permite a los comandos suicidas dos cosas: tener un reconocimiento, un sentido para su acto a los ojos de su comunidad, y, por otra parte, instalarse en el mundo mejor del más allá.

2.      Este tipo de violencia se identifica mucho ahora con los terroristas islámicos. Pero no es exclusiva de ellos. Recordemos, por sólo citar otro caso, al de los pilotos “Kamikaze” de Japón en la Segunda Guerra Mundial. También algo de ella fue utilizada, no con una motivación  religiosa, sino por una superideologízación, por el terrorismo de algunos grupos “anarquistas” de fines del siglo XIX y principios del XX.

3.      Sin embargo, a  pesar de la sobrecarga de la motivación religiosa, la violencia islámica tiene también algunas “agarraderas” en la geopolítica global realmente existente. Los grupos fundamentalistas islámicos han sido utilizados recurrentemente por las potencias occidentales para combatir a regímenes que les resultan incómodos.  Los Estados Unidos emplearon a los talibanes para expulsar a los soviéticos de Afganistán. A los musulmanes radicales para derrocar al régimen dictatorial pero laico de Saddam Hussein y así sucesivamente. Una vez que han usado a los islamistas, los occidentales quieren deshacerse de ellos, pero éstos, ya armados y empoderados, forman el Estado Islámico y se rebelan contra quienes fueron sus gestadores. Hay que recordar que detrás de la ofensiva contra el Estado Islámico que controla gran parte de Irak y de Siria, no sólo hay motivos de prevenir la expansión de éste y del terrorismo a nivel global, sino también, el de privar a estos fundamentalistas del control de una de las zonas que más petróleo produce para Europa.

4.      Entonces, detrás de los bombardeos aéreos contra el Estado islámico perpetrados por Francia a principios de este otoño, no sólo radican las razones de “autodefensa” como señala el propio gobierno de Hollande, sino el asegurar el acceso al petróleo de la Mesopotamia.

5.      Sin embargo, la violencia injustificable de ambos lados, tanto de los atentados como los de viernes en París o como los bombardeos a discreción contra el Estado Islámico, arroja un mar de víctimas inocentes. Ahora destacan dos grupos de entre ellas: en primer lugar, los asesinados y heridos en los siete atentados. Son  sobre todo jóvenes, los que acudieron al concierto de rock en el Bataclán, los que llenaban esos bares y restaurantes del este parisino donde fueron las balaceras. Y, también, los refugiados, sobre todo de Siria. Esos 6 millones de personas que salieron de su país huyendo de la triple violencia: la del régimen dictatorial de Assad, la de los rebeldes contra éste y la del propio Estado Islámico. Esos refugiados, verán ahora cómo se les cierran las puertas de una aterrorizada Europa. Y entonces el Mediterráneo devolverá más cadáveres como el del niño sirio de 3 años, Aylán, encontrado sin vida en una playa turca hace pocas semanas.

El terror globalizado nos invade. Ya sea el terror causado por la violencia supercargada de sentidos y de motivos religiosos, ya sea el terror generado por la violencia instrumental de los que quieren más poder, más dinero. Ante ello, no se nos da otra opción que denunciar todo tipo de violencias y de  trabajar por no sofocar, no negar los conflictos, sino buscar la salida pacífica a los mismos, y, sobre todo, militar a favor de una civilización en la que nos cuidemos los unos a los otros, no los unos de todos los demás.

Con toda mi cariño y solidaridad para mis amigas y amigos que nos han brindado tantos ratos inolvidables, no en el parís del glamour, sino en el París sencillo de los afectos, de las cenas sabrosas, de los tragos de plática sin fin.

 

 

Opinión

Fotografías. Por Raúl Saucedo

Las Políticas por hacer

El quehacer político moderno, a menudo toma en cuenta a los sectores de la sociedad que ostentan poder o influencia visible dentro de la comunidad:  Los adultos votan, las empresas influyen y los medios de comunicación amplifican sus voces. Sin embargo, en el complicado juego de poder, la niñez, un grupo vital pero silencioso, suelen quedarse en el margen.

La Niñez representa el futuro; es el cimiento sobre el que se construirán las próximas generaciones. Su bienestar, educación y salud son indicadores clave no solo de su calidad de vida individual, sino también del progreso y la salud de una sociedad en su conjunto. A pesar de esto, los gobiernos frecuentemente pasan por alto  la creación de políticas públicas enfocadas en este sector, principalmente porque esta parte de la sociedad no votan ni tienen voz directa en los procesos políticos.

Este “descuido” puede atribuirse a varios factores. Primero, la falta de representación política directa. La niñez depende completamente de los adultos para que sus intereses sean representados en el gobierno. Sin embargo, las agendas políticas suelen estar más influenciadas por las preocupaciones inmediatas de los votantes adultos —empleo, economía, seguridad— relegando a un segundo plano temas como la educación de calidad o la protección contra el abuso y la negligencia.

Además, la falta de datos específicos sobre los problemas que afectan a la niñez impide formular políticas bien informadas. A menudo, las estadísticas y estudios disponibles no desglosan la información por edad de manera que refleje las realidades específicas de este grupo. Esto conduce a un entendimiento incompleto de sus verdaderas necesidades y desafíos.

Es más, los problemas que afectan a la niñez suelen ser transversales y requieren una política integrada. Por ejemplo, la pobreza infantil no solo afecta la nutrición; impacta también en el acceso a la educación, la salud y las oportunidades de desarrollo social y emocional. Sin un enfoque especifico que contemple la complejidad de estos asuntos, las políticas resultantes pueden ser ineficaces o incluso contraproducentes.

La Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada en 1989 por las Naciones Unidas (ONU), establece en teoría un marco internacional para la protección de los derechos de la niñez, incluyendo el derecho a la educación, la salud y la protección contra la explotación infantil. Sin embargo, la aplicación de estos derechos en políticas concretas sigue siendo un desafío global.

Por lo tanto, es fundamental que los gobiernos reconozcan la importancia de la niñez en el desarrollo social y económico de un país. Invertir en este sector no es solo una cuestión de cumplir con obligaciones morales o internacionales, sino una estrategia prudente para fomentar sociedades más educadas, saludables y equitativas. Los niños y niñas de hoy son los adultos del mañana; sus problemas y necesidades deben ser una prioridad, no una reflexión tardía.

Para abordar esta cuestión sistémica, es necesario promover una mayor participación de los expertos en infancia en los procesos de toma de decisiones y asegurar que las políticas públicas sean evaluadas también en función de su impacto en la población infantil. Las voces de los infantes, aunque no se expresen en las urnas, deben resonar en los corredores del poder a través de quienes aboguen por su bienestar y futuro.

Ignorar las necesidades de este sector en la formulación de políticas públicas no solo es un fracaso en proteger a los más vulnerables, sino también una miopía estratégica que compromete el desarrollo sostenible y la justicia social a largo plazo. Es hora de que los gobiernos ajusten sus lentes y enfoquen claramente en el bienestar y los derechos de los niños, garantizando así un futuro mejor para todos.

Este planteamiento personal y profesional surge en reflexión del pasado 30 de abril, donde la mayoría de mis amigos publicaron historias sobre festivales infantiles en compañía de sus hijos, mientras yo daba un clavado al baúl de los recuerdos encontrando fotografías olvidadas de una etapa fundamental de mi vida, todo esto con aquella canción de fondo del Maestro Sabina donde protestamos contra el misterio del mes de abril.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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