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¿De qué ciudades son las mujeres más bellas del mundo?

Para crear esta particular y subjetiva lista, el sitio estableció dentro de sus características principales a mujeres nórdicas, rubias, altas y de ojos azules. De este modo, el ranking lo conformaron:

1.-Kiev: La capital de Ucrania, es el hogar de las mujeres más bellas del mundo. Además, según este blog, son educadas y siempre dispuestas a hablar de literatura o filosofía. La mejor época para visitar la ciudad es, por supuesto, el verano cuando la isla de Hydropark se convierte en un punto «caliente» para tomar el sol a lado de estas bellezas ucranianas.

2.-Estocolmo: Las calles de esta ciudad están llenas de hermosas mujeres que se caracterizan por su gran amabilidad y simpatía. Desde la época de López Vázquez o Pajares y Esteso todos sabemos qué clase de belleza distingue a las suecas.

3.-Nueva York: Esta cosmopolita ciudad reúne a algunas de las mujeres más diversas y hermosas en el mundo. Los clubes nocturnos son una de las opciones más recomendables para conocer a todo tipo de chicas elegantes y siempre a la última moda. La manera de ser de las neoyorquinas es lo que las hace realmente especiales.

4.-Buenos Aires: Ni Brasil, ni Venezuela, ni Colombia, para los autores de esta lista, la capital argentina posee las mujeres más bellas de América del Sur. Por ello, recomiendan que al visitar la ciudad se busque a una bella bonaerense para que desvele con los secretos del sensual tango.

5.-Varna: Esta ciudad búlgara situada a orillas del Mar Negro cada verano se llena de guapas mujeres ávidas de sol. Al igual que las rusas y ucranianas, las búlgaras son altas de ojos claros y de pequeñas cinturas.

Moscú, Tel Aviv, Amsterdam, Seúl y Montreal: son las cinco ciudades que completan esta lista.

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Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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