Desde tiempos inmemoriales, la sabiduría popular proclama que “siempre hay un roto para un descosido”, pero para muchos, lo importante es averiguar de qué forma podemos materializar tan maña verdad y que llegue a buen puerto. Es en los laboratorios de las universidades donde, inesperadamente, encontramos las claves para que el amor llame a su puerta de una forma casi infalible.
Empezaremos por el caso del psicólogo Arthur Aron, profesor de la Universidad de Stony Brook de Nueva York, quien en 1997 elaboró un método con el que dos desconocidos podían llegar a relacionarse y conocerse a niveles muy íntimos en un tiempo récord. De hecho, bastaban 45 minutos para responder, en un tú a tú, 36 preguntas personales (desde gustos, aficiones, emociones, percepciones, etc.) para que ambos interlocutores pudieran acabar totalmente in love.
Realmente, la investigación de Aron no estaba dirigida a conquistar el corazón de nadie en el sentido amoroso, sino a establecer un vínculo estrechísimo entre dos personas como prueba de laboratorio para medir otros factores como por ejemplo la reacción de las hormonas y los neurotransmisores cuando estos se ven afectados por la intimidad y la cercanía.
Sin embargo, dos de los sujetos que realizaron el experimento de Aron sintieron tal flechazo (desembocó en campanas de boda), que dio pie a pensar que aquellos interrogantes eran la panacea para quienes ya estaban hartos de esperar a Cupido y necesitaban remedios exprés con los que sentir (recíprocamente) el amor. Eso fue, al menos, lo que le ocurrió a la periodista de The New York Times Mandy Len Catron, que sucumbió a la curiosidad de comprobar la eficacia del test.
Cuestión de probabilidades
Si uno se queda de brazos cruzados y espera a que otros le dirijan la palabra, acabará con la opción menos mala que lo aborde. Sea cual sea el tipo de relación que uno busque, sale a cuenta tomar la iniciativa” (Hannah Fry, profesora de matemáticas)
Si usted también siente cierto gusanillo romántico, puede poner en práctica las preguntas de Aron con algún voluntario o voluntaria y observar qué pasa a continuación. Aunque, seamos francos y sobre todo cautos porque, como dice la psicóloga Mila Cahue, “conocerse en la intimidad puede provocar tanto que dos personas se enamoren, como que salgan corriendo en la dirección contraria”. Sin embargo, los científicos insisten en encontrar fórmulas que nos lleven al amor de pareja de una forma exitosa, como la matemática Hannah Fry, profesora de la University College London.
En su libro Las matemáticas del amor aúna toda una serie de pautas aritméticas que, de seguirlas, nos llevarían directamente al consorte perfecto, como por ejemplo, las recomendaciones que sugiere de a quién abordar en una fiesta según el conocido algoritmo de emparejamiento de Gale-Shapley (1962), usado para crear lazos de estabilidad en las relaciones entre varios elementos, no solo entre hombres y mujeres, porque esta regla también es aplicable (y de hecho se ha aplicado) a vínculos de mercado más sociales como la asignación entre universidades y alumnos, o entre hospitales y médicos.
En palabras de la propia Fry en su libro, los resultados del cálculo matemático de Gale-Shapley referido a una situación de ligoteo se podrían resumir de forma muy sencilla: “Si uno se lanza, empieza por la primera opción de la lista y luego va bajando, acabará siempre con la mejor persona posible que lo acepte. Si uno se queda de brazos cruzados y espera a que otros le dirijan la palabra, acabará con la opción menos mala que lo aborde. Sea cual sea el tipo de relación que uno busque, sale a cuenta tomar la iniciativa”.
Adelantarse al sistema
Ahora bien, si usted es más bien tímido y prefiere el acercamiento on line, sepa que también hay quien ha diseñado nuevos sistemas de ecuaciones virtuales que procuran la máxima victoria en el plano sentimental.
Amy Webb, profesora de la Columbia University de Nueva York, y especialista en estrategias y nuevas tendencias digitales, pensó que habría una fórmula más eficaz de tener éxito en los portales de citas de internet que las ya existentes. Calculó y recopiló datos e información sobre cómo funcionan los algoritmos de emparejamiento de estas webs románticas para descubrir un nuevo procedimiento personal que la llevó a cazar (sin error aparente) al hombre idóneo entre todos los candidatos.
Tal y como lo explica en esta charla TED: “Existe un algoritmo para el amor, solo que no es ninguno de los que se aplican en Internet. Sea lo que sea que buscan, lo que necesitan es encontrar su propio sistema, seguir sus propias reglas, y sentirse libres de ser todo lo exigente que deseen”.
ElPaís