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Opinión

CUANDO EL PASADO NOS ALCANZA POR VÍCTOR OROZCO

La candidatura de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos va y viene. Ora queda descartada, ora se coloca en la antesala de la Casa Blanca. A unos días de las elecciones, las encuestas apuntan a un empate entre la otrora inalcanzable Hillary Clinton y el empresario neoyorquino. Hasta hoy, la moneda se encuentra en el aire.

Gane o pierda Trump, quedará el inusitado despliegue de una ola de xenofobia, especialmente anti mexicana entre millones y millones de norteamericanos. El odio contra los migrantes alcanza por supuesto a quienes viven en suelo de Estados Unidos desde hace varias generaciones. Cómo sucedió contra los japoneses durante la segunda guerra, cuando vecinos por cincuenta o cien años, fueron hostigados y confinados en campos de concentración. Los efectos de la actual irrupción masiva de odio, perdurarán. Y no hablamos de cientos de miles de japoneses, sino de decenas  de millones de hispanos, como se les llama en EEUU a los de habla castellana o descendientes de éstos. Pero, sobre todo hablamos de la nación mexicana, de nuevo convertida en el «enemigo», remitente de asesinos, secuestradores y violadores.

En la explicación de las circunstancias presentes, no debemos olvidar que México ha sido un sostenido y perenne referente para el gobierno y la sociedad norteamericanos. Los mexicanos siempre hemos estado en la historia de los Estados Unidos: antes de llamarnos así, durante el imperio español y luego, con gran intensidad desde la independencia. En esta incesante presencia, destaco lo ocurrido durante el período de la revolución mexicana, en las vísperas de la I Guerra Mundial, o de la llamada «paz armada». Parecería que este hito en las relaciones y confrontaciones mexico-norteamericanas es demasiado remoto para ayudarnos en la reflexión sobre los días que corren. Sin embargo, en la escala de vida de las naciones, un siglo equivale a un año de la efímera existencia personal. No estamos pues tan lejanos.
Por lo menos una década antes de la guerra europea, para Estados Unidos era indispensable construir una doctrina militar propia de un gran ejército, similar a los de sus pares europeos. Los estrategas sabían también de la escasa preparación de sus fuerzas armadas, que habían pasado de más de un millón de hombres en las filas unionistas al final de la guerra de secesión, a menos de cien mil en los inicios del siglo XX. México, se ofreció entonces, como lo que había sido siempre para los Estados Unidos: un territorio a conquistar, un enemigo a vencer, un campo de fogueo. Y se diseñaron agendas en las tres vertientes: ya para anexarse al país completo, ya para derrotarlo y someterlo  o, finalmente, al menos servirse del mismo para aplicar las teorías y tácticas surgidas en sus academias y colegios militares. Los pretextos y provocaciones nunca fueron problema para comenzar las hostilidades, uno baladí, sirvió para ocupar Veracruz en abril de 1914, aprovechando la guerra civil. Con el gobierno de Huerta acorralado por los ejércitos constitucionalistas y las guerrillas zapatistas, las posibilidades de una resistencia eran escasas. Luego, tuvieron una coartada mayor, proporcionada por el asalto de una partida de villistas al pueblo de Columbus, en marzo de 1916. El proyecto  del Plan Green, cuyo objetivo era la anexión, (a la versión de 1846-48 se le llamó «all Mexico») se quedó en los cajones, pero se alcanzaron otros propósitos. Tanto en Veracruz como en Chihuahua, el ejército y la armada norteamericanos obtuvieron enormes beneficios en el aprendizaje que luego pondrían en práctica en los campos y ciudades de Francia. La coordinación entre soldados de tierra y de la marina, el empleo de tropas motorizadas en gran escala, el uso de aviones en misiones bélicas, las reacciones de la población civil. Asimiladas todas estas experiencias en el campo real, el general John J. Pershing, jefe de la expedición punitiva, pasó a comandar al millón de soldados enviados a Europa.

Esto sucedió hace cien años. En los días que corren, Estados Unidos hace frente a distintos desafíos en el Medio Oriente y sobre todo a una posible confrontación con Rusia y con China. En 1914-16, creció entre sus cúpulas económicas y políticas, la idea de acabar para siempre con la vulnerabilidad del «bajo vientre» norteamericano como varios estrategas han considerado a nuestro país. Hoy, como entonces, en estos cenáculos del poder, las opiniones están divididas. Unos se inclinan a seguir considerando a México como un socio confiable y subordinado. Otros, a encadenarlo de una vez por todas al aparato militar norteamericano. Trump es de éstos y desde luego no está solo. La intervención del FBI a su favor en esta coyuntura electoral, lo revela con claridad. Si pueden, tratarán de tomar posesión de México, en un proceso tan veloz como sea factible. Armas, recursos e instrumentos de todo tipo no les faltan, incluyendo la provocación, en la cual los halcones norteamericanos han sido maestros. Pueden cortar el envío de divisas, provocar una devaluación catastrófica del peso, deportar a millones de residentes, alentar incursiones hostiles, etc., hasta dejar listo el horno para los bollos de una intervención armada.

¿Se antoja imposible y fantasioso este escenario?. Pues en 1916 bien pudo llevarse a término el plan anexionista. Se descartó, pero no para siempre. De cuando en cuando se revive aunque sean muy distintos los escenarios. Si nos atenemos a la pura lógica derivada de las condiciones imperantes en cada país, una guerra entre las dos naciones es inconcebible: cien millones de mexicanos, otros diez en territorio norteamericano, las economías imbricadas a tal punto que separarlas es como intentar cortar la unión entre siameses. Sin embargo, los rumbos de la historia a veces son gobernados por factores cuya influencia huye de lo racional o pronosticable. Algunos historiadores les llaman los «acontecimientos». Una provocación, un estallido de ira masiva, un error en los mandos, la paranoia o los delirios de un líder. Pues bien, el posible arribo de Trump a la presidencia de Estados Unidos es un «acontecimiento». Como lo fue en 1933 la llegada de Hitler al poder en Alemania.

Y bien, los estados que han diseñado una estrategia a largo plazo, sobre todo cuando han de compartir fronteras con imperios, deben considerar estas fuerzas cuya acción se deja sentir en el curso de muchas décadas, como son las dependencias económica y militar. Pero de igual manera, sus dirigentes deben estar listos para responder a los «acontecimientos». Si no gana Trump, algo probable, México debe sacar las conclusiones adecuadas de sus designios y sobre todo del enorme impacto guardado por éstos en amplísimos sectores de la sociedad y del propio gobierno de los Estados Unidos. Los próximos años, deben ser de esfuerzos para preservar un suficiente margen de invulnerabilidad frente a las acciones norteamericanas en los diversos espacios. Esto lo puede hacer un gobierno con amplio apoyo popular y una inteligente conducción política. No hacerlo, equivale a entregarnos atados de pies y manos. Y si Trump gana, pues debe hacerse lo propio de todos modos,  en meses o semanas, sin gobierno popular y con una dirección bastante incapaz. ¿Podremos?.

Opinión

León XIV: Entre Herencia y Esperanza. Por Caleb Ordoñez Talavera

El pasado 8 de mayo de 2025, la Plaza de San Pedro volvió a rugir con fuerza: un nuevo Papa, un nuevo nombre, y un nuevo horizonte para la Iglesia Católica. Robert Francis Prevost, estadounidense con alma latinoamericana, elegido como León XIV, asumió el timón de una institución milenaria que vive uno de sus momentos más complejos y decisivos.

Caleb Ordoñez T.

Caleb Ordoñez T.

Con 69 años y una historia de servicio en Perú y otros países del continente, León XIV hereda tanto la fuerza reformadora de su antecesor como las tensiones no resueltas que convulsionan los cimientos del Vaticano. Los desafíos son múltiples y profundos, pero también ofrecen la oportunidad de renovar la confianza y el sentido de pertenencia en millones de fieles en el mundo. Apuntémoslos, uno por uno.

Una Iglesia católica dividida.

El pontificado de Francisco dejó importantes avances, pero también sembró tensiones internas entre sectores progresistas y conservadores. La polarización no es nueva, pero ha ganado intensidad, especialmente en temas como el celibato, la diversidad sexual, y el papel de las mujeres. León XIV deberá actuar como un gran equilibrista: firme en convicciones, pero abierto al diálogo; pastor cercano, pero líder con autoridad.

Mantener la unidad sin sofocar el debate interno será clave. La religión católica no puede permitirse un cisma silencioso. León XIV debe tender puentes entre tradiciones y modernidad, entre las voces que claman por apertura y las que defienden la ortodoxia. Su perfil pastoral y su cercanía con América Latina podrían ser su mejor carta para lograrlo.

Crisis económica: Finanzas al Límite.

Uno de los retos más urgentes es la crisis económica que atraviesa el Vaticano. La caída estrepitosa de donativos, el déficit presupuestal que ronda los 30 millones de euros anuales y la pesada carga de sueldos y pensiones para miles de empleados son señales de alarma. León XIV no solo necesita recortar gastos con sensatez, sino también encontrar nuevas formas de financiamiento ético, sin comprometer la esencia espiritual del Vaticano.

La transparencia financiera y la gestión eficiente no son asuntos secundarios: son condiciones necesarias para recuperar la credibilidad y garantizar la sostenibilidad de las obras sociales, misiones y proyectos educativos que sostienen millones de vidas.

El Papel de la Mujer

Aunque se han dado pasos hacia una mayor participación de la mujer en la Iglesia, la brecha sigue siendo enorme. Las mujeres sostienen gran parte del trabajo pastoral, educativo y social del catolicismo, pero siguen excluidas de la toma de decisiones de mayor nivel.

León XIV tiene la oportunidad —y la obligación moral— de abrir un diálogo sincero y concreto sobre el acceso de las mujeres a ministerios más amplios, incluidos aquellos roles que hoy están reservados solo para varones. No se trata solo de equidad, sino de reconocer con justicia el rostro femenino de la fe.

Abusos Sexuales: Justicia Sin Excusas.

La herida de los abusos sexuales sigue abierta. Aunque se han adoptado protocolos y se han hecho avances, aún hay diócesis que actúan con opacidad o lentitud. León XIV deberá liderar con determinación un proceso de limpieza profunda: no más encubrimientos, no más silencios.

El mundo espera una Iglesia sin miedo a la verdad, que escuche a las víctimas, que repare con justicia y que garantice que nunca más el poder religioso sirva como escudo para la impunidad.

Una Voz de Paz en un Mundo en Guerra.

El nuevo Papa también enfrenta un mundo convulso: conflictos armados, crisis migratorias, cambio climático y una creciente indiferencia espiritual. León XIV ha empezado su pontificado con un llamado a la paz y al encuentro entre pueblos. No es casual: su experiencia misionera, su contacto con comunidades marginadas y su carácter conciliador le dan autoridad moral para convertirse en una voz de paz con peso geopolítico.

Frente al avance del individualismo, el cinismo y el fanatismo, León XIV puede volver a hacer de la Iglesia una plataforma de escucha, mediación y servicio.

Un Papa con el Reto de Conectar

En un mundo que ya no cree fácilmente en las instituciones, León XIV tendrá que hacer lo que Francisco inició: bajar del trono, caminar entre la gente, hablar su idioma, y ofrecer respuestas reales. La Iglesia no puede ser solo una voz moral; debe ser un testimonio de esperanza concreta.

Su pontificado apenas comienza, pero los pasos que dé en estos primeros meses marcarán el tono de su legado.  (Y una caída cada vez más aguda de católicos) ¿Será León XIV el Papa que reconstruya los puentes rotos entre la fe católica y el mundo? Hay razones para creer que sí. Pero también muchas heridas que sanar, y estructuras que transformar.

La historia lo espera. Y millones de creyentes católicos también.

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