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Ciencia y Tecnología

Encuentran componente que puede revertir reprogramación de cáncer de páncreas

Un grupo de expertos identificó un componente que podría revertir la reprogramación del cáncer de páncreas con metástasis, según un estudio divulgado hoy en Nature Genetics.

De acuerdo con una investigación de expertos del Centro para el Cáncer Vanderbilt, podría ser posible dar marcha atrás a la reprogramación de la malignidad del cáncer para aplicar tratamientos al cáncer pancreático que se ha propagado a otros órganos.

Oliver McDonald, profesor asistente de Patología, Microbiología e Inmunología de la Facultad de Medicina de la Universidad Vanderbilt, y un grupo de colegas son los responsables de este estudio en el que aseguran, además, que el hallazgo evitaría la formación de tumores.

Hasta la fecha, no se tenía «constancia de que haya otros agentes que actúen selectivamente sobre enfermedades agresivas con metástasis», según ese experto.

Junto con un equipo del Centro para el Cáncer Sloan Kettering y de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, McDonald trató de comprender la progresión que sigue el cáncer pancreático al pasar de ser un tumor primario en el páncreas a una enfermedad metastásica extendida a otros tejidos distantes.

La teoría que prevalece sobre la progresión del cáncer -que está impulsado por la acumulación de mutaciones genéticas que incrementan la fuerza tumorígena- puede aplicarse a las fases tempranas de la progresión de la enfermedad, pero la metástasis parece encontrar nuevas maneras de aumentar su fuerza, según la investigación.

«Los esfuerzos intensos de secuenciación del ADN para encontrar los motores genéticos de la metástasis, que es lo que mata a los pacientes hasta en un 80 por ciento de los casos, han sido hasta la fecha decepcionantes, por decir lo mínimo», apuntó el experto.

En lugar de buscar cambios genéticos durante la progresión del cáncer, McDonald y sus colegas examinaron la epigenética -las modificaciones del ADN cromosómico y las proteínas que controlan la función de los genes-.

Según explicó, «la epigenética se puede entender como el software que programa la función del hardware del ADN».

Para dar con sus hallazgos, se analizaron una serie de muestras de cáncer pancreático metastásico, recopiladas mediante autopsias de pacientes que fallecieron a causa de enfermedades agresivas y extendidas ampliamente.

En ellas hallaron enormes cambios epigenéticos debidos al genoma de las metástasis distantes -los que resultan de la difusión de las células cancerosas por la sangre- frente a las células de los tumores primarios y la «carcinomatosis» peritoneal, forma localizada de metástasis intraabdominal que no se propaga a través de la sangre.

A fin de explorar la reprogramación, McDonald llevó a cabo estudios metabólicos sobre esas muestras y descubrió que la metástasis alteró su metabolismo, al consumir grandes cantidades de glucosa y dirigiéndolas por la llamada ruta del fosfato pentoso.

Hallaron ahí una enzima -PGD- que resultó ser clave a la hora de permitir la conversión de glucosa a metabolitos que «pueden alimentar directamente el crecimiento del tumor», según el estudio.

Demostraron que al bloquear esa enzima PGD genéticamente o con un inhibidor farmacológico se revertía la reprogramación epigenética y también se inhibía su capacidad de formar tumores.

Los hallazgos podrían ayudar a explicar lo que se considera un enigma clínico: que los tumores matastásicos parecen progresar muy rápido comparados con los considerados tumores primarios.

La investigación sugiere que las células cancerosas pancreáticas que se extienden a órganos que reciben un suministro sanguíneo rico en glucosa y otros nutrientes, como el hígado y los pulmones, se adaptan metabólicamente a fin de usar esos «recursos naturales» para incrementar su forma tumorígena.

 

Noticias MVS

Ciencia y Tecnología

Marihuana duplica riesgo de muerte por infarto y derrame cerebral, revela estudio global con 200 millones de casos

Una nueva investigación publicada en la revista Heart advierte sobre un riesgo grave y hasta ahora subestimado: el consumo de marihuana puede duplicar las probabilidades de morir por enfermedades cardiovasculares, incluso en personas jóvenes y sin antecedentes médicos. El hallazgo surge de un metaanálisis de datos médicos que involucra a más de 200 millones de personas, la mayoría entre los 19 y 59 años, en países como Estados Unidos, Francia, Canadá, Australia, Egipto y Suecia.

Lo más preocupante es que quienes presentaron mayor riesgo eran adultos jóvenes sin factores de riesgo previos como hipertensión, tabaquismo o antecedentes familiares. “Lo que más nos llamó la atención fue que los pacientes hospitalizados por estos padecimientos eran jóvenes, sin historial de enfermedad cardiovascular ni factores de riesgo asociados”, señaló la investigadora Émilie Jouanjus, profesora asociada de farmacología en la Universidad de Toulouse, Francia.

Comparados con quienes no consumen cannabis, los usuarios tienen un 29% más de riesgo de sufrir un infarto y un 20% más de sufrir un derrame cerebral. La revisión sistemática no logró determinar el modo de consumo (fumado, vaporizado, comestible, etc.), pero con base en los patrones de uso en los países analizados, los autores concluyen que la mayoría probablemente lo consumía fumado.

Los especialistas advierten que esta forma de consumo conlleva riesgos similares al tabaco. “Cualquier método que implique inhalar cannabis implica riesgos, incluso para quienes están cerca y respiran el humo de segunda mano”, explicó la doctora Lynn Silver, profesora de epidemiología en la Universidad de California, San Francisco, y coautora de un editorial que acompaña el estudio.

Además, nuevas evidencias apuntan a que incluso los comestibles con THC pueden causar daño vascular. Una investigación publicada en mayo de 2025 reveló que los consumidores de comestibles mostraron una reducción del 56% en la función vascular, incluso más alta que en quienes fuman marihuana, con una reducción del 42%. “El THC, sin importar su forma de ingreso al organismo, tiene efectos preocupantes sobre el sistema cardiovascular”, advirtió la cardióloga investigadora Leila Mohammadi.

Uno de los elementos más inquietantes del estudio es el incremento en la potencia del cannabis disponible en el mercado legal. “Los productos actuales pueden contener hasta 99% de THC. No tienen nada que ver con la marihuana que se fumaba en los años setenta”, señaló Silver. Esta mayor potencia también está asociada con un aumento en los casos de adicción y trastornos mentales graves como psicosis o esquizofrenia. Se estima que en EE.UU., al menos 3 de cada 10 usuarios desarrollan trastorno por consumo de cannabis.

Aunque las políticas públicas han priorizado la regulación comercial y el otorgamiento de licencias a empresas, los expertos piden un viraje urgente hacia la educación sobre riesgos. “Necesitamos tratar el consumo de cannabis como tratamos el tabaco: con advertencias claras, educación médica y políticas que pongan la salud pública al centro”, afirmó Silver.

Los investigadores temen que la relación entre cannabis y enfermedad cardíaca esté subestimada. “Es probable que el vínculo sea incluso más fuerte de lo que reflejan los datos actuales”, reconoció Jouanjus.

En un contexto donde el uso de cannabis se normaliza cada vez más, especialmente en adultos mayores que lo utilizan para el dolor o el insomnio, la evidencia científica lanza una advertencia clara: el cannabis no es inocuo, y su consumo podría tener consecuencias fatales, incluso para quienes creen estar lejos de cualquier riesgo cardiovascular.

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