Mientras que la famosa quinceañera Rubí se encuentra en la cúspide de la fama, su abuela paterna vive en la pobreza, donde llega al grado de sólo probar alimentos una vez al día, a sus 97 años de edad. Un hijo enfermo, también de la tercera edad, la cuida, la asea y sale a la calle a recolectar material de reciclaje para venderlo y darle de comer a su madre.
En la colonia Ampliación Guadalupe, en Matehuala, San Luis Potosí, vive la señora Demetria García Puente con su hijo Felipe Ibarra García. En la humilde casa, los cuartos carecen de puertas y, cuando hace mucho frío, colocan plásticos o cobijas para no padecerlo tanto.
La señora Demetria está enferma y no se puede mover por sí sola, sino con la ayuda de su hijo Felipe, de 64 años, que recientemente fue operado de cataratas. El médico le recomendó a Felipe no acercarse a la lumbre, pero la necesidad de cocinar para su madre unas papas, unos fideos o unos frijoles lo obliga.
Felipe Ibarra García, tío de Rubí, en ocasiones no logra juntar recursos para poder alimentar a su mamá, debido a sus problemas de salud. Su trabajo es andar recolectando material de reciclaje, con lo que logra obtener unos 50 pesos, a veces hasta 90, cuando es un día de buena suerte.
El señor cuenta que, cuando sale de su casa, se retira con mucha incertidumbre de que algo le vaya a pasar a su madre porque no puede moverse.
Como parte de su vida diaria, él se encarga de lavar su ropa y la de ella, además de asearla, cocinar y hacer la limpieza, puesto que no tiene quién les pueda ayudar. Pese a que su hermano, Crescencio Ibarra García, se jacta de tener buenos recursos.
NO VISITAN A LA ABUELA
Pulso le preguntó a Felipe si Crescencio visita a su madre y respondió que no, que no se acuerda de que existe. También sobre la famosa fiesta, a la que no fueron invitados. “Nos enteramos por vecinos que en el mes de diciembre su nieta Rubí Ibarra cumplió quince años, no nos invitaron porque somos pobres”, dijo.
Recuerda que hace muchos años dejaron la comunidad de la Joya, del municipio de Villa de Guadalupe. Hace más de 25 años, “me vine con mi madrecita a Matehuala en busca de trabajo, fuimos cinco varones, todos ahora separados, yo me quedé con mi madrecita, no la podía dejar sola, aunque la pobreza nos ahoga pero sobrevivimos, por ella lucho con lo poco que gano para darle de comer”, asegura Felipe.
El hermano de Crescencio dice que le pide a Dios que cuide de su progenitora, que es su único refugio, “la veo como si fuera mi hija pero dentro de la pobreza que nos agobia, aunque me encuentro enfermo, temo que Dios me llame primero y mi madre quede en el desamparo”.
(SinEmbargo/Pulso)