“Si yo te debo 100 pesos, tengo un problema; pero si te debo un millón, el problema es tuyo.”
Carlos Toulet Medina
Hoy jueves a 14% del 2018 se antoja un día como para sudar…
Y es que abordar el tema educativo en México siempre es hiriente y denostativo (desde una perspectiva nacional) e insipiente y chocante (desde una perspectiva personal).
Hoy nos encontramos con que más de la mitad (65%) de los alumnos de 3ro de secundaria en el país, no dominan siquiera los conocimientos BÁSICOS en matemáticas, lenguaje y comunicación. Esto exponen los pésimos resultados de la prueba PLANEA 2017, aplicado por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE).
Sin entrar en tecnicismos, suena lógico que la educación sea en gran parte la causante histórica de la pobreza en México. No contar con los aprendizajes mínimos indispensables para desarrollarse es de verdad alarmante. Estamos hablando del 65% de los jóvenes de 15 y 16 años.
Peor aún, reconocer que existe un círculo vicioso estacionario en donde los jóvenes con menores oportunidades económicas, por muy chingones y ganosos que sean, recibirán a cuentagotas una muy precaria educación, lo que los mantendrá carentes de oportunidades al progreso.
Vaya, las mismas evaluaciones que realiza la SEP en materia educativa han venido arrastrando distintos cambios de modelo, buscando oportunamente elevar los indicadores de acceso y desempeño, sin obtener claramente avance o beneficio alguno. Esos datos son de tal relevancia que debieran proveer los insumos necesarios para la correcta y puntual toma de decisiones. De ese tamaño el problema.
La última Reforma Educativa se presume (aún) estructural y sistémica, enfocada en la calidad.
A través de ella se busca abastecer de talento mexicano (dicen), al avance de la industrialización y fisonomía manufacturera del país. A mí me ha sonado siempre a una inútil búsqueda de talento más que a la creación del mismo.
También presumen que promueve la profesionalización y el desarrollo del magisterio (extremadamente politizado).
También pregonan que han invertido 130 mil millones de pesos en mejora de la infraestructura educativa, una cifra superior a los cuatro sexenios anteriores. Pero….
En esta materia los “cómos” importan y mucho.
Aún entendamos a las leyes como perfectibles, es muy preocupante que la SEP, de 20 años para acá con reforma y todo, se venga excusando en la falta de presupuesto. No puedo estar más de acuerdo con Alejandra Zapata, analista del IMCO en materia educativa, sobre que sí, territorialmente hay complicaciones graves para el acceso y evaluación de la educación. Pero presupuesto siempre ha existido y en aumento. Tiempo para corregir el rumbo también.
Nunca se ha dado el golpe de timón necesario para mejorar. La brecha de desigualdad sigue creciendo y el problema no se sabe (o no se quiere) atacar de raíz.
Antiguas administraciones federales han hecho un trabajo impecable al vendernos parámetros irreales los cuales decidimos comprar, incluso a crédito, como sociedad. Por ello, urge exigir un diagnóstico profundo y claro, que suba de lo local a lo estatal, y de lo estatal a lo nacional. No viceversa. Empoderar a las secretarias estatales y facultarlas en operación y negociación con sus magisterios locales.
Esto es importante recordarlo ya que estamos en tiempos electorales.
Recordar que aun existiendo temas “urgentes” (corrupción, seguridad, economía), la educación es y seguirá siendo, la gran deuda pública. Y el futuro no es muy alentador.
“Contra” o “Pro” reforma educativa, los candidatos a la presidencia se juegan el voto del verdadero enemigo de la educación en México, del sindicato. Tanto CNTE y SNTE, cuentan con un poder mal habido y corrompido de nacimiento, que se ha acrecentado por los anteriores gobiernos esbirros.
Se antojan tiempos (gane quien gane) de completa división gremial, de baja productividad magisterial y obviamente de más rezago cultural.