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Salud y Bienestar

Se pasó de Viagra y daña su retina

Un hombre de 31 años se quedó con un daño permanente en la retina tras consumir cantidades excesivas de un potenciador sexual. El principal problema es que esto ocurrió hace un año, y el paciente todavía reporta el mismo malestar.

Aunque la alteración temporal de la vista es un efecto secundario asociado a Viagra y otros medicamentos con sildenafilo que tratan la disfunción eréctil, los doctores que han estudiado este caso nunca habían visto algo similar.

Hace 12 meses, el paciente, no identificado para la divulgación de este estudio, tomó una dosis superior a los 50 miligramos recomendados, y lo que es peor, es que fue suministrado en una presentación líquida, directo del frasco, y no recuerda cuánto fue lo que tomó.

Desde entonces, el paciente percibe todo su entorno en tonos de rojo. De acuerdo a los doctores encargados del estudio, el hombre compró sildenafilo líquido por internet, una droga que no puede ser recetada por ningún médico al no estar aprobada en este estado.

Una vez realizados los análisis, se llegó a la conclusión de que el daño a los ojos del paciente fue a nivel celular, todo por consumir un medicamento sin consultar a un doctor y tomarlo en exceso. Ningún tratamiento ha logrado aliviar los síntomas.

Explica el doctor Richard Rosen, director de servicios de la retina en el New York Eye and Ear Infirmary of Mount Sinai (NYEE):

“Si bien sabemos que la alteración de la visión es un efecto secundario conocido de este medicamento, nunca hemos podido visualizar el efecto estructural del fármaco en la retina hasta ahora”, indica el doctor.

En efecto, aunque la condición del paciente ha probado ser incurable, su caso ha proporcionado evidencia sobre los daños estructurales a un paciente humano. “Este estudio muestra cuán peligrosa puede ser una gran dosis de un medicamento de uso común.”

Fuente; Tribuna

Revista

La grasa abdominal profunda: el enemigo silencioso que envejece tu cuerpo y tu mente

Oculta bajo la piel y rodeando órganos vitales como el corazón, el hígado y los riñones, la grasa visceral representa una de las amenazas más serias para la salud metabólica y cerebral, incluso en personas delgadas. Más que un problema estético, esta grasa activa procesos inflamatorios que pueden desencadenar enfermedades como la diabetes tipo 2, el hígado graso, problemas cardiovasculares y, a largo plazo, deterioro cognitivo.

De acuerdo con el Dr. Andrew Freeman, especialista en prevención cardiovascular, la grasa visceral es un marcador de múltiples riesgos de salud, aun en quienes aparentan estar en forma. El fenómeno conocido como “skinny fat” —personas con peso normal pero con alta proporción de grasa interna— evidencia que la salud no siempre se refleja en el espejo.

El impacto va más allá del metabolismo. La neuróloga preventiva Kellyann Niotis advierte que este tipo de grasa libera compuestos inflamatorios que aceleran la atrofia cerebral y favorecen la aparición de placas beta-amiloides y ovillos de tau, señales asociadas con la enfermedad de Alzheimer, incluso desde los 40 o 50 años.

¿Cómo saber si la grasa visceral está fuera de control? La medida de la cintura es un primer indicio: más de 88.9 cm en mujeres y 101.6 cm en hombres eleva el riesgo, según los CDC. La masa muscular también importa: quienes tienen más grasa que músculo tienden a acumular esta grasa profunda. Estudios como la DEXA o básculas con medición de grasa corporal pueden ayudar a evaluar estos indicadores.

La buena noticia: es reversible. Freeman insiste en un enfoque integral con ejercicio cardiovascular diario (como caminatas rápidas de al menos 30 minutos) y entrenamiento de fuerza con resistencia. Ejercicios como desplantes, sentadillas, lagartijas y peso muerto movilizan grandes grupos musculares, aceleran el metabolismo y estimulan hormonas que mejoran la composición corporal.

Una alimentación basada en plantas, como la dieta mediterránea, también es clave. Rica en frutas, vegetales, granos enteros, aceite de oliva y pescado, esta dieta ha demostrado reducir la grasa abdominal y el riesgo de muerte por enfermedades crónicas, especialmente en mujeres.

El ayuno intermitente —comer solo durante una ventana de seis horas al día— puede ser un complemento efectivo, aunque no es apto para todos. La combinación de alimentación natural, entrenamiento funcional y periodos de ayuno puede “hacer magia” en la reducción de grasa visceral, señala Freeman.

En resumen, mantener el músculo, eliminar alimentos ultraprocesados, moverse cada día y reorganizar los horarios de comida no solo combate la grasa abdominal profunda, sino que extiende la salud física y mental hacia el futuro. Porque el verdadero “elixir de la juventud” no se compra: se construye con hábitos.

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