La pandemia del COVID-19 ha tenido un impacto profundo en el sector mundial del café, que afecta la producción, el consumo y el comercio internacional, advierten analistas. Con la vida laboral desde casa, ir al café local por la dosis diaria de cafeína se ha convertido en un ritual del pasado.
Independientemente de la cantidad de café preparado en casa, no se compensa el golpe a la demanda. El consumo global de café disminuiría este año por primera vez desde 2011, según pronósticos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Esto a pesar de un gran aumento en la compra del producto en supermercados para abastecer la despensa.
Los cierres de cafeterías y restaurantes, que generalmente representan alrededor de 25 por ciento de la demanda, fueron devastadores, y podría pasar un tiempo antes de que las cosas se normalicen nuevamente.
La cultura del café está desapareciendo en todas las principales regiones del mundo. La compañía de investigación Marex Spectron estima que, en todo el orbe, más de 95 por ciento del mercado de café para consumo fuera del hogar cerró en algún momento durante la pandemia.
Es un aspecto cruel más del nuevo coronavirus, que ha afectado tanto a las personas que ni siquiera el simple placer de beber un latte en una cafetería es seguro.
En Londres están flexibilizando las restricciones, pero la mayoría de los 10 cafés de la cadena Notes, la preferida de los trabajadores de oficina, permanecen cerrados.
“Será una recuperación lenta y escalonada para nosotros, ya que muchas de las oficinas en Londres no volverán a funcionar hasta después del verano, y algunas incluso podrían abrir solo el próximo año”, dijo el cofundador Robert Robinson.
Las economías está reabriendo, pero los consumidores dudan al momento de volver a frecuentar restaurantes. Las cafeterías, que a menudo dependen de los que pasan por la mañana y los que toman un descanso por la tarde, se han visto especialmente afectadas.
Durante la pandemia, Dunkin Brands ha perdido gran parte de la clientela que compraba desayunos en sus tiendas, mientras que Starbucks está reestructurando su modelo, lanzando un formato de entrega, sin las mesas y sillas que convertían a sus cafés en puntos de encuentro.
“Si tiene ganas de un capuchino, ordenarlo en línea no funciona realmente, ya que el café tiene que ver con el aspecto social”, dijo Robinson.
Una recuperación limitada de la demanda de café podría ser devastadora para los aproximadamente 125 millones de personas a nivel mundial que dependen del cultivo para su subsistencia. Los productores ya estaban luchando durante la crisis financiera después de años de cosechas abundantes que provocaron un largo periodo de desvalorización en ese mercado.
Citigroup pronostica una caída aproximada de 10 por ciento en los contratos futuros de café arábica en el segundo semestre del año a aproximadamente 90 centavos por libra, valor cercano al costo del producto. Entretanto, la Organización Internacional del Café advirtió sobre los peligros del trabajo infantil en las regiones productoras a medida que aumenta la pobreza para los agricultores.
En Brasil, Suplicy Cafés Especiais, una de las cadenas de cafeterías más grandes del país, se vio obligada a posponer los pagos a los agricultores por las cargas que ya habían sido entregadas. Los nuevos pedidos se realizarán solo de manera gradual, dijo el presidente ejecutivo, Felipe Braga, en una entrevista telefónica.
La red Suplicy opera 25 tiendas, la gran mayoría de las cuales han estado cerradas por las restricciones de COVID-19 desde mediados de marzo. Algunas volvieron a abrir recientemente en medio de la flexibilización de las restricciones de cuarentena, pero luego cerraron de nuevo porque no llegaban suficientes clientes.
“Algunos de nuestros socios de franquicias ya nos advirtieron que cerrarán permanentemente”, dijo Braga.