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“No sea cómplice de las muertes ni las venga a ocultar”, increpan a López-Gatell

El subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell Ramírez, fue increpado a su llegada al Aeropuerto Internacional de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

“La gente se está muriendo, visite los hospitales, espero que no esté siendo cómplice de todas las muertes que están habiendo y venga a usted a ocultar toda esas muertes”, le dijo una persona cuando el funcionario se tomaba fotografías que le pedían.

“Sabía usted que el personal de salud se está muriendo, se están enfermando, en el pediátrico, se están enfermando, se está muriendo la gente de salud”, continuó el hombre reclamando.

Por su parte, López-Gatell daba respuestas breves al ciudadano y le aseguró que a eso llegaba al estado.

María de Jesús Espinosa de los Santos, secretaria general de la sección 50 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud (SNTS), abordó al subsecretario a la salida del aeropuerto y le entregó un documento que a su parecer expone “las injustas condiciones” en la que laboran los profesionales de la salud en la entidad.

El principal encargado de informar sobre la epidemia de coronavirus en el país subió a un automóvil y en cuanto empezó el recorrido, se encontró con una fila de médicos y enfermeras que portaban 41 cruces. Cada una era por cada trabajador de clínicas y hospitales fallecidos luego de contagiarse del virus.

En contraste, en redes sociales algunas personas lo defendieron, como fue el caso de este neurocirujano chiapaneco
En contraste, en redes sociales algunas personas lo defendieron, como fue el caso de este neurocirujano chiapaneco
Acompañados de pancartas, lanzaron consignas para reclamarle que a más de cuatro meses de emergencia sanitaria, los trabajadores de la salud de Chiapas siguen careciendo de insumos y equipos adecuados de protección para atender a los enfermos.

Tras abandonar el aeropuerto, el subsecretario se reunió con el gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón.

En su cuenta de Twitter, Escandón dijo que recibió al López-Gatell para dar a conocer la iniciativa de acción comunitaria para combatir la covid-19 que dará inicio en el estado.

Opinión

El cerebro mexicano que ganó el Mundial de Clubes. Por Caleb Ordoñez T.

Hay mexicanos que no salen en portadas. No firman autógrafos en estadios llenos ni celebran goles frente a miles de gargantas encendidas. Son aquellos que, silenciosos, se cuelan en la élite mundial, con una maleta repleta de sueños, talento, y algo más poderoso: el ADN del campeón mexicano.

Uno de ellos es Bernardo Cueva, un tapatío que jamás fue futbolista profesional, pero que hoy diseña jugadas para el Chelsea FC, el actual campeón del Mundial de Clubes, que este fin de semana aplastó 3-0 al PSG de Francia con autoridad y sin titubeos. Su historia podría parecer improbable, pero más bien es un recordatorio de que la grandeza mexicana no siempre grita… a veces susurra entre pizarras, análisis y esquemas tácticos.

Cueva comenzó en Chivas como analista. Fue clave para que el Rebaño ganara la Concachampions en 2018. Luego dio el salto a Europa, al Brentford inglés, donde transformó las jugadas a balón parado en goles quirúrgicos. Y cuando el Chelsea —un gigante europeo— buscaba a alguien que elevara su estrategia fija, pagó más de un millón de libras para llevárselo. ¿Un mexicano sin pasado de cancha, sin apellidos pesados? Sí. Pero con un talento que no se puede ignorar.

Y es que a veces, el campeón no está en la cancha. Está en el cerebro.

ADN de campeón

En un país obsesionado con los reflectores, solemos ignorar a los que van por la sombra. Pero el éxito no siempre viene vestido de short. Hay mexicanos escribiendo códigos en Silicon Valley, dirigiendo orquestas en Viena o diseñando jugadas que hacen campeón al Chelsea.

¿Qué tienen en común? Que comparten una esencia que no aparece en las estadísticas: la terquedad del mexicano que no se rinde. Que trabaja doble para que no lo llamen “suerte”, que estudia más para que no le digan “improvisado”, que se queda más tarde para no parecer “exótico”.

Como dijo alguna vez Julio César Chávez: “Yo no era el más talentoso… pero sí el que más huevos tenía”. Y eso, querido lector, es el mismo combustible que impulsa a los Cueva, a los Checo, a los Sor Juana modernos que dominan desde el backstage.

Mientras unos se conforman con el “no se puede”, otros agarran un boleto de avión, una computadora y un sueño. Cueva no tuvo padrinos, pero sí convicción. No tuvo prensa, pero sí método. Hoy, es parte fundamental del equipo que se coronó campeón mundial este fin de semana en Nueva York, tras derrotar sin piedad al Paris Saint-Germain con goles de Cole Palmer y una exhibición táctica impecable.

¿Te imaginas lo que podríamos lograr si México dejara de mirar solo al delantero y también al cerebro que diseñó el gol? Si en lugar de exportar solo piernas, exportáramos mentes. Si entendiéramos que el campeón mexicano no es solo el que levanta la copa, sino también el que la hace posible. Y ahí está Cueva con su bandera en los hombros, orgulloso; feliz.

El legado sí importa.

Tal vez no sepas quién es Bernardo Cueva. Pero la próxima vez que veas un gol del Chelsea tras un tiro de esquina quirúrgico, ahí estará su firma. Discreta, inteligente, eficaz.

Porque así son muchos mexicanos: campeones anónimos que llevan en las venas esa mezcla de talento, coraje y hambre que no se enseña, se hereda.

Y cuando el mundo los voltea a ver, no es por casualidad.

Es porque, en el fondo, nadie puede ignorar a un mexicano cuando decide soñar hasta lo más grande; viene en nuestra sangre.

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