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Opinión

Como disco rayado: ¡Ni una menos! Por Itali Heide

Itali Heide

«Ni una menos, ni una muerta más» declaró la poeta y militante de los derechos humanos, Susana Chávez, en 1995. Década y media después, ella es una menos y una muerta más. Su cuerpo mutilado apareció en Juárez hace nueve años, misma ciudad que la vio crecer e impulsó su pasión por enfrentar incansablemente la violencia contra las mujeres. La trascendencia de la chihuahuense que terminó siendo víctimade los feminicidios contra los que luchó toda su vida, renace cada vez que se repite ‘Ni Una Menos’.

El hashtag #NiUnaMenos se reconoció por primera vez en 2015, durante manifestaciones masivas en Argentina. En los próximos años, el fenómeno se extendió a países alrededor del planeta, exigiendo justicia para las miles de víctimas y seguridad para millones de mujeres en el mundo. ¿Y ahora? Aún con 10 mujeres asesinadas al día, muchos mexicanos le temen al feminismo.

 

Víctimas y sus familiares, junto con colectivas feministas, tomaron la CNDH para exigir justicia por los feminicidios y las desapariciones forzadas. (Imagen: Andrea Murcia, Cuartooscuro)

Esas no son maneras, declaran sobre las mujeres desnudas con mensajes dibujados en sus cuerpos, mientras consumen pornografía que objetifica, degrada y fomenta la violencia en contra de las mujeres.

Se puede protestar pacíficamente, expresan sobre las encapuchadas rompiendo ventanas en el Centro Histórico de la Ciudad de México, mientras se enfrentan violentamente con la Guardia Nacional para proteger su agua.

Con el patrimonio histórico no se metan, sostienen sobre los óleos pintados por víctimas y familiares de la violencia sexual en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, mientras destruyen la fachada del Palacio de Gobierno al manifestarse contra el desabasto de gasolina.

Mujeres cargan un cuadro intervenido en la CNDH. (Imagen: Andrea Murcia, Cuartooscuro)

Un asunto político abrazado por el conservadurismo, declaró Andrés Manuel López Obrador sobre la toma de la CNDH, mientras lideró marchas masivas, protestas y actos de resistencia civil tras perder la elección presidencial en 2006.

Por eso, ellas marchan. Por eso, ellas toman la CNDH. Por eso, ellas marchan por Reforma. Por eso, ellas escriben poemas. Por eso, ellas pintan el Ángel de la Independencia. Por eso, ellas luchan. Por eso, ellas exigen justicia. Porque va más allá de ser escuchadas por el gobierno. El gobierno pone la ley, pero la gente pone la justicia.

No, no es fácil. No, tampoco es cómodo. Las raíces de México están profundamente puestas  en el patriarcado sistémico. Desde los micromachismos, hasta la violencia sexual, el acoso, el abuso, y en el peor de los casos, feminicidio, no hay mujer en México que no haya sufrido del machismo.

Para cambiar esto, todos debemos aceptar las enseñanzas incómodas, las que nos inquietan, las que nos atacan a nosotros, a quienes admiramos, y las que nos liberan de la familiaridad de creencias tóxicas que hemos heredado por generaciones. Para lograr ni una menos, necesitamos que del machismo sistémico no quede ni uno más.

Opinión

El G20: ¿Progreso real o más promesas vacías? Por Sigrid Moctezuma

Hablar del G20 es hablar de una oportunidad única: una reunión que pone sobre la mesa problemas que afectan directamente nuestras vidas, como la pobreza y el cambio climático. Pero, ¿Estamos realmente avanzando o seguimos atrapados en las buenas intenciones?

En pleno 2024, más de 700 millones de personas en el mundo viven con menos de 2 dólares al día, y el cambio climático sigue empujando a millones al borde de la desesperación. Según la FAO, en 2023 hubo un aumento alarmante de 122 millones de personas que enfrentan inseguridad alimentaria debido a conflictos y fenómenos climáticos extremos. Estas cifras no son abstractas; son vidas humanas, historias de lucha diaria que rara vez llegan a los titulares.

Erradicar la pobreza no es simplemente “dar más dinero”. Se trata de atacar la raíz del problema: desigualdades históricas y estructuras económicas que privilegian a unos pocos. Por ejemplo, los países del G20 representan el 85% del PIB mundial, pero también son responsables del 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Es una contradicción enorme: quienes tienen más recursos para ayudar son también quienes más contribuyen al problema.

También es fácil hablar de «transición energética» y «economía verde», pero ¿Qué significa esto para alguien que perdió su casa por un huracán? En México, por ejemplo, los desastres naturales generaron pérdidas económicas por más de 45 mil millones de pesos en 2023. Y mientras tanto, los países más contaminantes siguen retrasando acciones contundentes, como reducir su dependencia de los combustibles fósiles. ¿Por qué? Porque aún les resulta más barato contaminar que invertir en soluciones sostenibles?.

¿Qué se debería hacer?

Las soluciones están claras, pero falta voluntad política. El G20 propone algunas ideas interesantes: redistribuir recursos, apoyar economías locales y fomentar la innovación tecnológica para reducir desigualdades. Pero todo esto suena a más promesas, a menos que veamos medidas concretas. ¿Dónde están los fondos para las comunidades más vulnerables? ¿Por qué no se prioriza la educación y la formación laboral en zonas desfavorecidas?

Como sociedad, necesitamos exigir que las grandes cumbres dejen de ser solo escenarios de fotos grupales. Los líderes globales deben recordar que detrás de cada estadística hay una persona que sufre, pero también que sueña con un futuro mejor. Si no empezamos a construir ese futuro ahora, ¿cuándo lo haremos?

El G20 no es la solución mágica, pero puede ser un catalizador. Si los compromisos se traducen en acciones reales, estaremos un paso más cerca de un mundo más justo. Si no, solo estaremos alimentando un ciclo de discursos vacíos que poco tienen que ver con las necesidades reales de la gente.

¿Qué opinas tú? ¿Crees que estas cumbres realmente cambian algo o son puro espectáculo?

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