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Opinión

Dale chance a la chaviza. Por Itali Heide

Itali Heide

Estamos en la mejor época de nuestras vidas, así nos la vendieron. Universitarios indestructibles, de los que desayunan café, ansiedad y Twitter para terminar los objetivos de sus tesis. Adultos disfrazados de preguntas existenciales y dolores de crecimiento, esperando su titulación. La segunda mitad de los bebés noventeros ahora estamos a unos pocos pasos de formar parte de la fuerza laboral.

Dicen que mi generación es la más diversa, tolerante, conectada, educada e idealista de la historia. Por otro lado, nos han llamado sensibles, flojos, desconectados y agresivos. Entre nuestras protestas por igualdad, clases universitarias por Zoom, responsabilidades de independizados novatos, trabajos de becario sin paga, clásicos brotes emocionales de juventud y la sensación inminente de un mundo destruyéndose lentamente a nuestros pies, nuestra agenda cada día se llena de otra preocupación.

Los Millennials y Gen Z son las generaciones con mayor índice de educación de toda la historia. (Imagen: Circle K)

¿Por qué los adultos jóvenes ahora están tan preocupados? En teoría, jamás había sido tan fácil construir la vida que soñamos. La gran mayoría de las dudas que surgen hoy en día, se pueden contestar en un par de segundos preguntándole a Google. Por alguna razón, la hiperventilación digital, los tatuajes y perforaciones extrañas, los reality shows en Acapulco, las selfies eternas y los memes no están contribuyendo tanto a nuestra felicidad como esperábamos.

Una posible respuesta es clara: el mundo es simplemente más complicado ahora que nunca. Estamos pasando de una era en la que la minoría cuestionaba la autoridad, a una era en la que la mayoría lo hace. Recuerdo el verso que alguna vez mencionaron cuando mi obligación semanal aún era ir a la iglesia dominical: »mientras más sabiduría, más problemas; mientras más se sabe, más se sufre».

Quizás el tsunami de información ha sido demasiada carga para las generaciones que todavía buscamos nuestro lugar en el mundo. El conocimiento de los seres humanos no solo se actualizó, sino que instaló un sistema operativo que transformó la manera en la que aprendemos, pensamos y actuamos.

Los diagnósticos de depresión y ansiedad están aumentando a un ritmo más rápido para los millennials y los adolescentes. (Imagen: Creative Commons)

Se nos fue entregado este mundo roto sin folleto de instrucción: guerras, contaminación, crisis financieras, colapsos sociales, xenofobia sistémica, corrupción y capitalismo codicioso. A medida que el mundo va descubriendo cuáles deben ser nuestros próximos pasos para asegurar que las próximas generaciones tengan un mundo que cuidar, los jóvenes estamos inundados en un exceso de información deprimente. Así como nuestros ancestros lucharon por la independencia, voto igualitario, la eliminación del autoritarismo y seguridad laboral, nosotros luchamos por los temas que hoy en día deben abordarse.

Como decía un ‘chavorruco’ que alguna vez cruzó mi camino: ‘dale chance a la chaviza’. Recién salidos del nido, pero con alas fuertes y corazón sincero, estamos aquí para mejorar nuestro futuro y el de los que nos siguen. Entre diferencias generacionales y disputas sobre la eliminación de los valores tradicionales, todos queremos vivir en paz con lo que nos rodea. La pelea por la igualdad y paz se transforma y evoluciona, pero sigue siendo tan importante como lo fue hace generaciones.

Opinión

León XIV: Entre Herencia y Esperanza. Por Caleb Ordoñez Talavera

El pasado 8 de mayo de 2025, la Plaza de San Pedro volvió a rugir con fuerza: un nuevo Papa, un nuevo nombre, y un nuevo horizonte para la Iglesia Católica. Robert Francis Prevost, estadounidense con alma latinoamericana, elegido como León XIV, asumió el timón de una institución milenaria que vive uno de sus momentos más complejos y decisivos.

Caleb Ordoñez T.

Caleb Ordoñez T.

Con 69 años y una historia de servicio en Perú y otros países del continente, León XIV hereda tanto la fuerza reformadora de su antecesor como las tensiones no resueltas que convulsionan los cimientos del Vaticano. Los desafíos son múltiples y profundos, pero también ofrecen la oportunidad de renovar la confianza y el sentido de pertenencia en millones de fieles en el mundo. Apuntémoslos, uno por uno.

Una Iglesia católica dividida.

El pontificado de Francisco dejó importantes avances, pero también sembró tensiones internas entre sectores progresistas y conservadores. La polarización no es nueva, pero ha ganado intensidad, especialmente en temas como el celibato, la diversidad sexual, y el papel de las mujeres. León XIV deberá actuar como un gran equilibrista: firme en convicciones, pero abierto al diálogo; pastor cercano, pero líder con autoridad.

Mantener la unidad sin sofocar el debate interno será clave. La religión católica no puede permitirse un cisma silencioso. León XIV debe tender puentes entre tradiciones y modernidad, entre las voces que claman por apertura y las que defienden la ortodoxia. Su perfil pastoral y su cercanía con América Latina podrían ser su mejor carta para lograrlo.

Crisis económica: Finanzas al Límite.

Uno de los retos más urgentes es la crisis económica que atraviesa el Vaticano. La caída estrepitosa de donativos, el déficit presupuestal que ronda los 30 millones de euros anuales y la pesada carga de sueldos y pensiones para miles de empleados son señales de alarma. León XIV no solo necesita recortar gastos con sensatez, sino también encontrar nuevas formas de financiamiento ético, sin comprometer la esencia espiritual del Vaticano.

La transparencia financiera y la gestión eficiente no son asuntos secundarios: son condiciones necesarias para recuperar la credibilidad y garantizar la sostenibilidad de las obras sociales, misiones y proyectos educativos que sostienen millones de vidas.

El Papel de la Mujer

Aunque se han dado pasos hacia una mayor participación de la mujer en la Iglesia, la brecha sigue siendo enorme. Las mujeres sostienen gran parte del trabajo pastoral, educativo y social del catolicismo, pero siguen excluidas de la toma de decisiones de mayor nivel.

León XIV tiene la oportunidad —y la obligación moral— de abrir un diálogo sincero y concreto sobre el acceso de las mujeres a ministerios más amplios, incluidos aquellos roles que hoy están reservados solo para varones. No se trata solo de equidad, sino de reconocer con justicia el rostro femenino de la fe.

Abusos Sexuales: Justicia Sin Excusas.

La herida de los abusos sexuales sigue abierta. Aunque se han adoptado protocolos y se han hecho avances, aún hay diócesis que actúan con opacidad o lentitud. León XIV deberá liderar con determinación un proceso de limpieza profunda: no más encubrimientos, no más silencios.

El mundo espera una Iglesia sin miedo a la verdad, que escuche a las víctimas, que repare con justicia y que garantice que nunca más el poder religioso sirva como escudo para la impunidad.

Una Voz de Paz en un Mundo en Guerra.

El nuevo Papa también enfrenta un mundo convulso: conflictos armados, crisis migratorias, cambio climático y una creciente indiferencia espiritual. León XIV ha empezado su pontificado con un llamado a la paz y al encuentro entre pueblos. No es casual: su experiencia misionera, su contacto con comunidades marginadas y su carácter conciliador le dan autoridad moral para convertirse en una voz de paz con peso geopolítico.

Frente al avance del individualismo, el cinismo y el fanatismo, León XIV puede volver a hacer de la Iglesia una plataforma de escucha, mediación y servicio.

Un Papa con el Reto de Conectar

En un mundo que ya no cree fácilmente en las instituciones, León XIV tendrá que hacer lo que Francisco inició: bajar del trono, caminar entre la gente, hablar su idioma, y ofrecer respuestas reales. La Iglesia no puede ser solo una voz moral; debe ser un testimonio de esperanza concreta.

Su pontificado apenas comienza, pero los pasos que dé en estos primeros meses marcarán el tono de su legado.  (Y una caída cada vez más aguda de católicos) ¿Será León XIV el Papa que reconstruya los puentes rotos entre la fe católica y el mundo? Hay razones para creer que sí. Pero también muchas heridas que sanar, y estructuras que transformar.

La historia lo espera. Y millones de creyentes católicos también.

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