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#ElSegundero: *Pésima bienvenida a Bertha Alcalde *Buscan culpables *Morena y su Colunga *¡Estamos de fiesta!

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Welcome.- Vaya bienvenida que le dieron los productores de leche a la Delegada de Bienestar Social “la virreina” Bertha Alcalde, pues acudieron a las oficinas ubicadas en la Avenida Pacheco y la decoraron con estiércol, y le dieron un baño con leche agria al Delegado de Liconsa.

Tiro cantado.- Como es costumbre  para la 4T, de inmediato buscaron culpables, responsabilizaron al Secretario de Desarrollo Rural del Estado…sin embargo circuló en redes sociales un video en el que un funcionario de la Delegación puso en línea a la Delegada, tremenda exhibida le dieron, de entrada la nueva y recién desempacada Delegada Bertha Alcalde, dio muestra que no conoce el carácter de los chihuahuenses, pues aún y cuando sus padres son oriundos de Chihuahua, reflejó un total desconocimiento del problema, y se concentró más en que le dijeron “señorita”, pues pidió que no la llamaran así, con este tipo de desencuentros, damos cuenta que la estrategia de enviar a una persona que no conoce la problemática del Estado, difícilmente será una operadora política para MORENA, y por tanto en Chihuahua, los morenos están en riesgo de cometer los mismos errores de Hidalgo y Coahuila, es decir que a pesar de todos los programas asistenciales que manejan, a la hora de salir a votar, no saben operar políticamente…vaya fiasco.

Olor.- Atrás quedaron los tiempos de cuando tomaban oficinas y se convertía en una fiesta, y hasta un asado de puerco preparaban, ahora llegan y esparcen estiércol por toda la oficina, ahí está el grado de enojo del sector campesino tan lastimado por las decisiones de la 4T, y sin duda alguna el descontento se verá reflejado en el proceso electoral 2021.

Una tras otra.- Siguiendo en territorio de MORENA, el coordinador de la fracción parlamentaria del neo-partidazo, el Diputado Miguel Colunga presentó informe de actividades, dejando de lado su nada afortunada dicción, y que como coordinador deja mucho que decir, pues ni siquiera el total de su bancada lo respalda, Colunga puso el dedo en la llaga, y con datos bastante certeros evidenció la pésima administración de las finanzas del estado e informó que la deuda estatal es mayor a la heredada por el “vulgar ladrón”.

13 años.- Ya para terminar, hoy estamos de manteles largos, celebramos 13 años del portal Segundo a Segundo, si hacemos memoria en el 2007 Andrés Manuel López Obrador se auto nombraba el presidente legítimo, y tomó la avenida Paseo de la Reforma por 6 meses, bajo la bandera de que no se desatará una guerra en el país, (los invitamos a ver el documental de Mandokiy recordar al AMLO del 2007).

Testigos.- 13 años y aquí seguimos siendo testigos que Felipe Calderón encabezó una fallida guerra contra el narcotráfico, después vivimos un sexenio plagado de corrupción por Peña Nieto, y finalmente AMLO llegó a la presidencia de México, solo que él sigue en campaña.

Vamos por más.- Agradecemos a Dios por permitirnos informarles de los cambios que vivimos en todo México, y seguiremos con profesionalismo informándolos, mientras que ustedes no nos dejen de leer… nosotros no dejaremos de escribir.

Excelente fin de semana.

Opinión

La corona que derribó al fiscal. Por Caleb Ordóñez T.

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Alejandro Gertz Manero no se fue por un solo escándalo. Su salida de la Fiscalía General es el cierre natural —y casi inevitable— de una historia acumulada durante décadas: un expediente no judicial, sino político, construido a fuerza de polémicas, enojos y decisiones que siempre parecían estar un milímetro antes (o después) del momento correcto. Una vida pública larga, tensa y llena de episodios que México nunca logró procesar del todo y que terminaron de golpe cuando la luz inesperada lo alumbró demasiado.

Para entender su renuncia, hay que regresar al principio. A 2001. A Puente Grande. A Joaquín “El Chapo” Guzmán desapareciendo como si el penal fuera un teatro mal montado. A un gabinete recién estrenado y a un secretario de Seguridad Pública —Gertz— que quedó tocado desde ese instante, aun cuando defendió hasta el cansancio que los penales no estaban bajo su control directo. Tenía razón en la letra, pero la política no se escribe con artículos constitucionales; se escribe con percepciones. Y la percepción quedó marcada: primera fuga, primer señalamiento.

Luego vendría “el caso familiar”, quizá el capítulo más corrosivo de su trayectoria. La denuncia por homicidio en contra de su excuñada Laura Morán y de su sobrina política, Alejandra Cuevas, terminó por convertirse en un espejo que devolvía una imagen poco favorecedora del fiscal. La figura jurídica de “garante accesoria”, que nadie encontraba en ningún código, la prisión de Cuevas, la reapertura del expediente cuando él ya era fiscal, y después los audios filtrados donde se quejaba del proyecto de sentencia de la Suprema Cort Ese episodio enterró la narrativa de imparcialidad y lo colocó en el centro del debate sobre el uso personal de la justicia. No su mejor capítulo.

Y sin embargo, tampoco ahí cayó.

Su paso por la FGR tuvo escenas memorables —algunas para bien, otras para museo del absurdo. Anunció con firmeza una cruzada contra la impunidad heredada: Odebrecht, Estafa Maestra, Pemex, la élite política del sexenio pasado. Era un fiscal que llegaba con autoridad intelectual: décadas de docencia, formación sólida en derecho penal, experiencia en seguridad y una convicción genuina de que el Ministerio Público tenía que recuperar su dignidad institucional. Ese punto —el positivo— hay que concedérselo: Gertz siempre habló de la Fiscalía como una institución que debía fortalecerse y, al menos en discurso, entendía la necesidad de autonomía y rigor técnico.

Pero entre lo que se quiere y lo que se logra suele haber un océano.

El caso Lozoya terminó convertido en una tragicomedia: el testigo estrella que prometía derribar a medio gabinete peñista terminó fotografiado en un restaurante, con un guion de colaboración que se desmoronó y un expediente repleto de promesas incumplidas. El famoso cheque de 2,000 millones de pesos, presentado en Palacio Nacional como “reparación del daño”, resultó más simbólico que real. Y mientras tanto, Rosario Robles vivió en prisión preventiva prolongada, exhibiendo el rostro más duro de la Fiscalía, mientras Lozoya parecía disfrutarse el fuero moral de la cooperación.

Su sello más polémico fue la justicia diferenciada. La exoneración exprés del general Salvador Cienfuegos tensó la relación con Estados Unidos; el intento de procesar a 31 científicos del Conacyt por delincuencia organizada levantó incluso carcajadas en los tribunales; los expedientes contra gobernadores y candidatos en temporada electoral alimentaron la narrativa de que la FGR olía más a estrategia que a proceso penal.

Y después llegó la guerra interna. El pleito con Julio Scherer, la batalla por el control de ciertos expedientes, las acusaciones cruzadas de extorsiones, venganzas y “operaciones sucias” mostraron una Fiscalía atrapada en el mismo laberinto político que juró superar.

Con todo, había una cualidad que incluso sus críticos reconocen: Gertz era persistente. Y conocía el aparato penal como pocos. Tenía método, obsesión por el detalle y una idea fija de orden institucional. No siempre funcionó, no siempre fue justa ni eficiente, pero era innegable que se trataba de un hombre que llevaba décadas pensando —de verdad pensando— en el sistema penal mexicano.

¿Entonces por qué renunció?

Porque la política no solo se derrumba por grandes actos de corrupción o colapsos institucionales. A veces cae por la presión inesperada del lugar menos imaginado. En este caso, una corona.

Todo estalló cuando México celebraba con júbilo el triunfo de Fátima Bosch como Miss Universo. Una mexicana ganando el certamen después de tantos años era un regalo para la narrativa nacional: orgullo, identidad, representación, el país hablando de algo luminoso por primera vez en semanas. Pero justo ahí, en plena celebración, comenzaron a circular los expedientes —sellados y empolvados en la FGR— relacionados con Raúl Rocha, presidente de la franquicia Miss Universo y vinculado en investigaciones mediáticas con presuntos contratos irregulares con Pemex.

La pregunta no era si existía una investigación. La pregunta era: ¿por qué se filtró justo ahora?

La respuesta implícita fue unánime: porque la FGR había perdido control interno. Porque intereses cruzados querían lastimar a la 4T. Porque la filtración no solo embarraba a un empresario, sino también a Bosch, la nueva joya mediática del país. Porque el triunfo, tan necesario en una nación saturada de malas noticias, se convirtió en combustible político en cuestión de horas. Porque México estaba celebrando una coronación, y alguien sacó un expediente que olía a guerra interna.

Eso, en Palacio Nacional, fue dinamita.

No se podía permitir que una victoria global, limpia y emocional, se convirtiera en pleito burocrático. Mucho menos cuando la Presidencia buscaba proyectar una nueva etapa institucional y evitar conflictos con la industria cultural y de entretenimiento que ya estaba devolviendo atención internacional al país. Gertz había sobrevivido a todo: a expedientes fallidos, a presiones, a audios filtrados, a críticas internacionales. Pero tocar un símbolo recién coronado fue otra cosa. Transformó un problema jurídico en un problema político. Y en México, los problemas políticos se resuelven de una sola forma: pidiendo renuncias.

El 27 de noviembre de 2025, presentó la suya.

Salió con un extraño nombramiento diplomático y un comunicado sin dramatismos, pero cargado de silencios. Fue la despedida de un fiscal que quiso ser reformador, que terminó siendo símbolo de poder concentrado y que cayó no por un caso penal, sino por una coronación que puso demasiados reflectores sobre sus polémicas.

Y así, la corona de Fátima Bosch terminó abollando algo más que el ego de los críticos: terminó abollando, también, el trono del fiscal más poderoso del México reciente.

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