ECOS OVALES
Europa no es un monolito, sino un mosaico de naciones con historias, economías y objetivos diversos. Sin embargo, tres países se alzan como los pilares de este complejo andamiaje: Alemania, Francia y el Reino Unido. Cada uno, con su propio peso y su particular visión del mundo, ejerce una influencia determinante que moldea el destino del continente y su papel en el escenario global. Su relación es un delicado equilibrio de competencia y colaboración, una danza constante que define la dirección política y económica de Europa.
Alemania es la potencia económica por excelencia de Europa. Su fuerza radica en una industria exportadora de alta calidad, un modelo social de consenso y una política fiscal prudente que le han valido el apodo de «la locomotora de Europa». Su política interior es un ejemplo de pragmatismo y estabilidad, con una cultura de la negociación que busca el acuerdo sobre la confrontación. En el ámbito exterior, el poder alemán es fundamentalmente económico y diplomático. A pesar de ser la mayor economía de la Unión Europea, su historia la ha llevado a ser reacia a la proyección de poder militar, prefiriendo el liderazgo a través del poder blando y la influencia financiera. Su gran agenda pareciera que es la adaptación a los retos del futuro, como la transición energética y la digitalización, sin perder su ventaja competitiva.
Francia, por su parte, es el eje político y estratégico de Europa. Con una tradición de centralismo y un fuerte sentido de la soberanía nacional, su política interior es un terreno de confrontación de ideas, donde los debates sobre el papel del Estado y el futuro de la sociedad son constantes. A nivel global, Francia se distingue por su ambición geopolítica. Es la única potencia nuclear de la UE y un actor militar de peso en África y otras regiones. Su diplomacia es enérgica, buscando constantemente la autonomía estratégica de Europa frente a Estados Unidos y otras potencias. La tensión entre su aspiración a la grandeza (Siempre Napoleónicas) y las realidades económicas, con un gasto público elevado y rigideces estructurales, es una constante en su política.
Fuera de la Unión Europea tras el Brexit, el Reino Unido se encuentra en un proceso de redefinición de su papel global. Su economía, dominada por el sector financiero y de servicios de la Ciudad de Londres, busca nuevos mercados y acuerdos comerciales. La política interna británica está marcada por el debate sobre su identidad y las crecientes tensiones entre sus naciones constituyentes. En la escena internacional, el Reino Unido ha fortalecido su alianza con Estados Unidos y la OTAN, mientras intenta consolidar su influencia a través de la Commonwealth (Organización intergubernamental de 56 países) y su estatus como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Su principal reto es encontrar un nuevo equilibrio entre su pasado como imperio y su futuro como una potencia global de tamaño medio.
Estas tres naciones no son solo competidores, sino también socios. Alemania, Francia y el Reino Unido representan tres modelos de poder distintos pero complementarios. La solidez económica de Alemania, la audacia estratégica de Francia y la visión global del Reino Unido son fuerzas que, cuando se alinean, tienen la capacidad de marcar agenda internacional. Su interacción, a veces tensa, otras cooperativa.
Las anteriores líneas parecieran un fragmento de un manual del Eurocentrismo, mismas que se desdibujarían dentro de la última imagen de la oficina oval en Washington donde el presidente 47 de la unión americana pareciera que da clases a unos alumnos mal portados ó rezagados… estampas de la actualidad, donde unos tienen que tragar pinole y seguir silbando.
@Raul_Saucedo
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