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Opinión

Joe Biden: una compleja oportunidad. Por Caleb Ordóñez T.

Caleb Ordóñez T.

Caleb Ordóñez T.

La relación con el nuevo gobierno estadounidense arrancó con el pie izquierdo. Para algunos, el presidente mexicano ha querido una provocación para poder convertirse en el “defensor de la patria”.

Abrazado de la bandera mexicana, con una playera que muestra la caricatura de López Obrador, un inmigrante mexicano le gritaba al presidente en Washington: “¡Es un honor estar con Obrador!”, clamaba desesperado, era un entusiasta seguidor del tabasqueño que se asimilaba a un fanático de algún grupo de rock.

El mariachi resonaba al fondo, tocando El Rey”, aquel éxito del poeta popular José Alfredo Jiménez. Eran decenas de paisanos con pancartas y banderas mexicanas que esperaban ver a López Obrador. “Presidente, presidente”, coreaban al unísono, mostrando su emoción por recibirlo en Estados Unidos.

Todo esto sucedía el pasado 8 de julio de 2020, cuando AMLO visitaba a su entonces homólogo Donald Trump; una relación amistosa inesperada, que se fortalecía mientras los dos líderes se veían a los ojos y rendían pleitesía, el uno al otro. Todo eran sonrisas y buenas vibras. Sin embargo, las cosas cambiaron.

Han pasado más de seis meses luego de ese día y los escenarios son completamente distintos. No solamente Donald Trump perdió abruptamente en las elecciones del 7 de noviembre, sino que desde entonces la imagen y actitud del norteamericano ha menguado de manera deplorable. Sus seguidores más fieles han caído en la violencia y la sedición, al grado de ser catalogados como “terroristas y supremacistas blancos”.

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Opinión

El G20: ¿Progreso real o más promesas vacías? Por Sigrid Moctezuma

Hablar del G20 es hablar de una oportunidad única: una reunión que pone sobre la mesa problemas que afectan directamente nuestras vidas, como la pobreza y el cambio climático. Pero, ¿Estamos realmente avanzando o seguimos atrapados en las buenas intenciones?

En pleno 2024, más de 700 millones de personas en el mundo viven con menos de 2 dólares al día, y el cambio climático sigue empujando a millones al borde de la desesperación. Según la FAO, en 2023 hubo un aumento alarmante de 122 millones de personas que enfrentan inseguridad alimentaria debido a conflictos y fenómenos climáticos extremos. Estas cifras no son abstractas; son vidas humanas, historias de lucha diaria que rara vez llegan a los titulares.

Erradicar la pobreza no es simplemente “dar más dinero”. Se trata de atacar la raíz del problema: desigualdades históricas y estructuras económicas que privilegian a unos pocos. Por ejemplo, los países del G20 representan el 85% del PIB mundial, pero también son responsables del 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Es una contradicción enorme: quienes tienen más recursos para ayudar son también quienes más contribuyen al problema.

También es fácil hablar de «transición energética» y «economía verde», pero ¿Qué significa esto para alguien que perdió su casa por un huracán? En México, por ejemplo, los desastres naturales generaron pérdidas económicas por más de 45 mil millones de pesos en 2023. Y mientras tanto, los países más contaminantes siguen retrasando acciones contundentes, como reducir su dependencia de los combustibles fósiles. ¿Por qué? Porque aún les resulta más barato contaminar que invertir en soluciones sostenibles?.

¿Qué se debería hacer?

Las soluciones están claras, pero falta voluntad política. El G20 propone algunas ideas interesantes: redistribuir recursos, apoyar economías locales y fomentar la innovación tecnológica para reducir desigualdades. Pero todo esto suena a más promesas, a menos que veamos medidas concretas. ¿Dónde están los fondos para las comunidades más vulnerables? ¿Por qué no se prioriza la educación y la formación laboral en zonas desfavorecidas?

Como sociedad, necesitamos exigir que las grandes cumbres dejen de ser solo escenarios de fotos grupales. Los líderes globales deben recordar que detrás de cada estadística hay una persona que sufre, pero también que sueña con un futuro mejor. Si no empezamos a construir ese futuro ahora, ¿cuándo lo haremos?

El G20 no es la solución mágica, pero puede ser un catalizador. Si los compromisos se traducen en acciones reales, estaremos un paso más cerca de un mundo más justo. Si no, solo estaremos alimentando un ciclo de discursos vacíos que poco tienen que ver con las necesidades reales de la gente.

¿Qué opinas tú? ¿Crees que estas cumbres realmente cambian algo o son puro espectáculo?

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