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Hija de Gobernadora de Sonora tiene boda de lujo

Pese a la pandemia por COVID-19, la hija de Claudia Pavlovich Arellano, Gobernadora de Sonora, celebró su boda con gastos millonarios y con cientos de invitados, entre ellos los expresidentes Enrique Peña Nieto y Carlos Salinas de Gortari, de acuerdo con información de Periódico AM.

La información publicada por la periodista Dolores Huizache señala que el cantante Alejandro Fernández habría cobrado 8 millones de pesos por cantar en la boda de Claudia Torres Pavlovich, celebrada en la exclusiva Hacienda Centenario, cerca de Guadalajara, Jalisco.

“Por ser uno de sus cantantes favoritos, contrataron al ‘Potrillo’, quien se encargó de la parte musical del evento, el cual supuestamente cobró 8 millones de pesos por su actuación”, informó el diario de Guanajuato.

La publicación titulada “‘El Potrillo’ cobra $8 millones por cantar en boda de hija de Gobernadora de Sonora” señala que imágenes difundidas en Instagram mostraron que entre los invitados a la fiesta estaban Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto –el exmandatario se ha mantenido lejos de los reflectores desde el inicio del sexenio del Presidente Andrés Manuel López Obrador–.

Además, señaló Periódico AM, en la celebración se observó a Guillermo Padrés, Manlio Fabio Beltrones y a su hija Sylvana Beltrones.

Entre los gastos que habría hecho la pareja Torres Pavlovich y Héctor Bravo Mazón está el del servicio de Peter DeAnda, un organizador de bodas que cobra hasta 12 millones de pesos por su trabajo.

La información de Dolores Huizache también apunta a que el vestido utilizado por la Gobernadora priista para la boda costó 180 mil pesos.

Imágenes compartidas en Twitter por el perfil “SonoraInforma” muestran a la Gobernadora Pavlovich y algunos invitados a la boda a la que habrían asistido más de mil 400 invitados.

Fuente: SinEmbargo

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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