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Nuevo fármaco que revierte síntomas del Alzheimer en ratones es desarrollado en Nueva York.

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Investigadores de la Escuela de Medicina Albert Einstein, en Nueva York, diseñaron un fármaco experimental que potencia un tipo de autofagia, es decir, un mecanismo natural de limpieza celular, que elimina las proteínas no deseadas y es capaz de revertir los síntomas de Alzheimer en ratones, un paso previo para que funcione en humanos.

El estudio lo encabezó Ana María Cuervo, doctora titular de la Cátedra Robert y Renée Belfer para el Estudio de las Enfermedades Neurodegenerativas y codirectora del Instituto de Investigación sobre el Envejecimiento de la Escuela de Medicina Albert Einstein.

Los descubrimientos en ratones no siempre se trasladan a los humanos, especialmente en la enfermedad de Alzheimer», y «no queremos crear falsas expectativas» advierte Cuervo, pero, con esta investigación, «pensamos que podría funcionar porque lo único que estamos haciendo es reponer una función de la célula al nivel juvenil.

«Básicamente usamos la forma natural en que las células eliminan la toxicidad en una persona joven», explicó la doctora. De acuerdo con el estudio, publicado en la revista Cell, el compuesto reactiva la autofagia mediada por chaperonas (AMC), un proceso de limpieza celular clave para la salud y el envejecimiento, descubierto por la bióloga celular en los años 90. A medida que envejecemos, la autofagia pierde eficiencia y permite que las proteínas tóxicas se acumulen, dañando a las células; cuando esto ocurre, el cerebro desarrolla enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, cuyos pacientes tienen agregados proteicos tóxicos en el cerebro.

La doctora Cuervo demostró que la pérdida de AMC en las neuronas contribuye al desarrollo del Alzheimer en animales y viceversa, que en modelos de Alzheimer la AMC está disminuida, lo que significa que los fármacos para reactivar esta forma de autofagia podrían tratar las enfermedades neurodegenerativas.

Primero, Cuervo y su equipo analizaron si la alteración de la AMC contribuye al Alzheimer, y para ello usaron un ratón modificado genéticamente, en el que las neuronas cerebrales excitadoras carecían de este proceso de limpieza celular.

La falta de AMC provocó pérdida de memoria a corto plazo, dificultades de movimiento y otros problemas relacionados con los síntomas de la enfermedad de Alzheimer pero, sobre todo, alteró profundamente la proteostasis, es decir, la capacidad de las células para regular y degradar las proteínas que contienen.

Cuervo sospechaba que lo contrario también era cierto y que el alzhéimer temprano afectaba a la AMC, así que estudió un modelo de ratón de Alzheimer temprano en el que las neuronas producían copias defectuosas de la proteína tau (clave en el desarrollo de la enfermedad).

Luego, usando pacientes, observaron que el nivel de actividad de la AMC en el tejido cerebral estaba algo inhibido en las primeras fases del Alzheimer, y mucho más inhibido en los casos de los pacientes con Alzhéimer avanzado.

Cuando las personas llegan a los 70 u 80 años, la actividad de la AMC suele estar en torno a un 30 por ciento disminuida, una reducción de actividad que el cerebro de la mayoría de las personas puede compensar pero que, si coincide con una enfermedad neurodegenerativa, se convierte en una mezcla con efectos devastadores.

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Los retos de la Inteligencia Artificial ante un verano muy caliente

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El término “invierno de la inteligencia artificial” fue introducido por Roger Schank y Marvin Minsky en 1984, en la convención anual de la Asociación Norteamericana de Inteligencia Artificial (AAAI).

En ese encuentro advertían acerca de un probable estancamiento en el ámbito de la IA, caracterizado por una merma en el financiamiento y el entusiasmo hacia esta disciplina. La metáfora vino inspirada por el “invierno nuclear” del que se hablaba durante la Guerra Fría ante el riesgo de ataques con bombas atómicas, para ilustrar un periodo de declive, luego de una etapa de elevadas expectativas, respecto a las capacidades de la inteligencia artificial.

Cambio de narrativa

La revolución de la inteligencia artificial(IA) está marcando un antes y un después en diversas actividades profesionales, redefiniendo roles y automatizando ciertas funciones, particularmente aquellas caracterizadas por su repetitividad o la gestión de extensos volúmenes de datos.

Un informe del Departamento de Educación del Gobierno británico publicado a finales de 2023 evaluaba los posibles efectos de la IA en el mercado de trabajo de Reino Unido, señalando las debilidades de algunos puestos de trabajo. Algunos ejemplos que se encuentran en la línea de fuego de esta transformación tecnológica son: analistas de datos, periodistas, personal de back office, agentes bursátiles y traders, auditores y contables, consultores y analistas económicos, asesores financieros y analistas de riesgos financieros, entre otros.

IA y enriquecimiento global

McKinsey Global Institute ha examinado el impacto de la inteligencia artificial en campos como la economía y las finanzas, con un enfoque particular en su influencia en el ámbito laboral.

Los resultados de la investigación sugieren que, a pesar de los desafíos asociados con su adopción y absorción, la IA tiene el potencial de generar una actividad económica adicional a nivel global de entre 2,6 y 4,4 miles de millones de dólares anuales. Por ejemplo, el PIB español en 2021 fue de 1,4 mil millones de dólares. Esto aumentaría a nivel global el impacto de la inteligencia artificial en la economía entre un 15 y un 40 %.

El panorama de la IA ha experimentado un cambio significativo en los últimos años, con un marcado incremento tanto en su adopción como en la inversión por parte de las organizaciones. Desde 2017, la implantación de la IA se ha duplicado y actualmente más de la mitad de las empresas dedican más del 5 % de sus presupuestos para digitalización a esta tecnología.

Valor añadido e innovación

Ante el imparable avance de la inteligencia artificial, es momento de encarar la realidad: la entrada de la inteligencia artificial a las empresas afectará al trabajo de las personas, que deben reinventar su lugar en el mercado de trabajo.

Hay que evitar la llegada del “invierno del trabajo”: la formación de valor añadido y la habilidad de pensar de manera innovadora, lo que llaman “pensar fuera de la caja”, ya no son meros complementos sino requisitos indispensables para no verse relegados en sus funciones.

La innovación y la ética deben ir de la mano en este nuevo escenario, pero, sin una dosis de creatividad y aporte único, el desarrollo humano y el crecimiento profesional corren el riesgo de estancarse.

Este cambio de paradigma no admite términos medios: o los trabajadores se mantienen evolucionando constantemente o se quedarán atrás.

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