El mundo acude al rescate de la India en sus días más crudos. Ha cruzado ya el umbral de los 200.000 muertos tras añadirle los 2.771 del lunes y de la ayuda internacional se espera que mitigue el colapso del sistema sanitario, incapaz de ofrecer camas y oxígeno al caudal de infectados.
Los casos nuevos diarios cayeron el lunes por primera vez en la semana: 323.000 frente a los 353.000 del domingo. Es una reducción mínima pero suficiente para romper el encadenamiento de récords. Los expertos, sin embargo, aluden a la falta de capacidad de conteo más que a la remisión de la pandemia y hablan de una factura de contagiados y muertos bastante más alta. Estados altamente poblados como Uttar Pradesh o Gujarat han sido acusados de rebajar las cifras y el colapso de los laboratorios de Nueva Delhi impide que muchos enfermos con síntomas compatibles con el coronavirus sean testados.
El porcentaje de positivos en la capital roza ya el 35% mientras los doctores en Calcuta hablan del 50%. “El descenso de casos diarios se debe al descenso de análisis. No deberíamos interpretar que caen los contagios sino que muchos no se están registrando”, opinaba en Twitter Rijo M. John, experto en Sanidad del Instituto Indio de Gestión.
La magnitud de la segunda ola en India ha generado alarma en un mundo que ya vislumbraba la salida de la pandemia. Tailandia, Singapur, Bangladesh, Gran Bretaña y Australia han restringido los vuelos desde el país asiático. Quizá empujados por el miedo a la entrada de la nueva variante vírica o quizá por solidaridad, los gobiernos han acelerado en las últimas horas los envíos de ayuda que India necesitaba ya hace dos semanas.
Ayuda médica
Esta mañana aterrizaba en Nueva Delhi un avión británico con suplementos médicos y ventiladores. Desde Dubai han llegado seis contendores con reservas de oxígeno. El Ejército alemán cederá una panta de producción de oxígeno y Francia enviará por mar y aire cargamentos de concentradores de oxígeno, contenedores de oxigeno líquido y respiradores. La Unión Europea ha prometido que su asistencia llegará en los próximos días. De todo el globo llegan ofertas de auxilio: Dinamarca, Arabia Saudí, Australia, los Emiratos Árabes Unidos… y también de Bhutan en una muestra de solidaridad circular: fue India la que suministró meses atrás las vacunas al diminuto país para que inmunizara a la carrera a toda su población.
La crisis mide el compromiso asiático de Joe Biden. Hasta ahora India sólo pudo consignar la decepcionante brecha entre el mensaje y los hechos. Estados Unidos no se ha desviado del acaparamiento y el autoconsumo de Occidente durante la pandemia y dejado el terreno libre a lo que desdeña como la “diplomacia de las vacunas” china. El Instituto Serum de India, el mayor productor global de vacunas, imploró la semana pasada a Estados Unidos que levantara el embargo de ingredientes para poder retomar su fabricación. Biden lo había ordenado invocando una ley de los tiempos de la Guerra de Corea y sólo lo levantó el domingo tras soportar las presiones de la comunidad india de expatriados. El lunes anunció que repartiría en el mundo 60 millones de vacunas sobrantes de AstraZeneca y es previsible que el grueso lleguen a India.
El caudal de ayuda extranjera no compensará el colapso del sistema sanitario de un país de 1.300 millones de personas pero mitigará las dolorosas carencias de estos días. Docenas de enfermos han muerto tras agotarse las reservas de oxígeno y los familiares buscan en un floreciente mercado negro lo que los hospitales ya no ofrecen. La superación de la segunda ola requerirá, además de oxígeno, del rumbo responsable de un gobierno que ha coleccionado desmanes.
Agencias