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¿Un ‘dragón’ de dos cabezas? Cómo el avión más avanzado de China puede convertirse en una pesadilla para los enemigos

Una versión biplaza del avión de combate más avanzado de China, el J-20, podría interferir los equipos electrónicos enemigos y desplegar enjambres de drones, según la revista militar china Ordnance Industry Science Technology.

El artículo explica que la aparición de una versión del caza con dos asientos se debe a que la misión del J-20 se ha diversificado y Pekín «necesita un avión de combate más capaz».

«Una pesadilla para los equipos electrónicos enemigos»

La publicación pronostica que la versión biplaza estaría equipada con equipos electrónicos más avanzados que los que se encuentran en otras aeronaves chinas similares.

Además, predice que el piloto delantero estaría a los mandos de la aeronave, mientras que el piloto de detrás controlaría la plataforma de inferencia electrónica, «convirtiendo al J-20 en una pesadilla para los equipos electrónicos enemigos», recoge South China Morning Post.

El segundo miembro de la tripulación también podría controlar una flota de apoyo de drones que podrían actuar a modo de «cebo» para atraer aviones enemigos o aeronaves furtivas. Además, pueden recopilar inteligencia, llevar a cabo ataques contra sistemas de defensa aérea y ganar «superioridad aérea», enfatiza el artículo.

El J-20, también conocido como ‘Dragón Poderoso’, es un caza de quinta generación con capacidades de sigilo y de ataque de precisión. Los primeros aviones entraron en servicio en marzo de 2017. Durante mucho tiempo se ha especulado sobre si China podría desarrollar una variante de dos asientos de la aeronave, el primer caza de quinta generación con esta configuración.

A principios de este año, la Corporación de la Industria de la Aviación de China (AVIC), de propiedad estatal, publicó por primera vez una imagen generada por computadora de la versión biplaza del J-20.

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«Alligator Alcatraz»: El polémico centro de detención rodeado de caimanes que divide a Florida

Florida ha establecido una controvertida instalación de detención migratoria en los pantanos de los Everglades, a menos de 50 millas del resort de Donald Trump en Miami. La propiedad, apodada «Alligator Alcatraz» por funcionarios estatales, fue construida en días transformando el aeropuerto Dade-Collier Training and Transition en una ciudad temporal de carpas con capacidad para albergar hasta 3,000 migrantes.

El gobernador Ron DeSantis adoptó el apodo acuñado por su fiscal general, argumentando que la ubicación ofrece seguridad natural. «Claramente desde una perspectiva de seguridad, si alguien escapa, hay muchos caimanes con los que tendrá que lidiar. Nadie va a ninguna parte una vez que haga eso», declaró DeSantis durante una conferencia de prensa.

La instalación funciona como un centro completamente autónomo, con migrantes alojados en remolques de FEMA reacondicionados y estructuras temporales similares a las utilizadas para víctimas de desastres naturales. Los servicios básicos como agua, alcantarillado y electricidad son proporcionados por equipos móviles, mientras que grandes unidades portátiles de aire acondicionado intentan combatir las temperaturas que superan los 90 grados Fahrenheit.

Representantes del Congreso que visitaron la facilidad reportaron condiciones alarmantes, describiendo a cientos de migrantes confinados en jaulas bajo calor sofocante, infestaciones de insectos y comidas escasas. «Están esencialmente empacados en jaulas, humanos pared a pared, 32 detenidos por jaula», declaró la representante Debbie Wasserman Schultz tras su recorrido.

La operación anual de «Alligator Alcatraz» costará 450 millones de dólares, según funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional. Florida cubrirá inicialmente los costos y luego solicitará reembolsos a través de FEMA y el Departamento de Seguridad Nacional. No olvides visitar Segundo a Segundo Noticias de Chihuahua, México y el Mundo.

El proyecto enfrenta oposición de activistas por los derechos de los inmigrantes, ambientalistas y miembros de la comunidad indígena Miccosukee, quienes consideran la instalación una amenaza a sus tierras sagradas y al delicado ecosistema de los Everglades. La controversia se intensifica por estar ubicada cerca de la fuente principal de agua potable para ocho millones de habitantes del sur de Florida.

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