El presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo estadounidense, Joe Biden, se reúnen este 16 de junio en la Villa La Grange en Ginebra (Suiza) en la que será su primera reunión cara a cara desde que el inquilino de la Casa Blanca asumió el poder.
Los dos mandatarios se reunieron en el porche de la villa, donde estaba presente el presidente de Suiza, Guy Parmelin, con quien Putin tiene previsto celebrar una reunión separada tras la cumbre Rusia-EE.UU. Tras escuchar un discurso de bienvenida del mandatario suizo, Putin y Biden intercambiaron saludos y se estrecharon las manos. Luego, entraron al edificio.
Al principio del encuentro, Putin agradeció a Biden por su iniciativa de reunirse, señalando que las relaciones entre ambos países «acumularon muchos problemas» que deben ser abordados durante negociaciones a alto nivel. En ese contexto, expresó la esperanza de que la cumbre sea «productiva».
El jefe de la Casa Blanca, a su vez, sugirió que ambos países trabajarían en los ámbitos en los que tienen un interés mutuo.
En la parte protocolaria del encuentro estuvo presente un gran número de periodistas. En estas condiciones, el ruido generado por los reporteros impidió que se pudiera escuchar a los mandatarios claramente e hizo que fueran finalmente invitados a salir de la sala.
Mientras tanto, a la entrada a la villa, se creó una aglomeración. Según corresponsales rusos, el caos se produjo después de que periodistas estadounidenses se confundieran de puerta.
La cumbre tiene lugar en medio de la escalada de tensiones entre EE.UU. y Rusia, que en los meses pasados se tradujo en la expulsión de diplomáticos y sanciones mutuas. Ahora tanto Moscú como Washington esperan que la reunión contribuya a la normalización de las relaciones bilaterales, aunque el canciller ruso, Serguéi Lavrov, había advertido que no se sobrevaloraran las expectativas con respecto a este encuentro.
La iniciativa de celebrar la reunión fue de Washington. A mediados de abril, Putin y Biden mantuvieron una conversación telefónica durante la cual el mandatario norteamericano reafirmó su objetivo de «construir una relación estable y predecible con Rusia» y propuso realizar un encuentro en un tercer país para «discutir toda la gama de temas que enfrentan» a Washington y Moscú
¿Cuál será el formato de la cumbre?
La primera parte de la cumbre consistió en negociaciones en pequeño formato, que duraron casi dos horas, más de lo previsto. Por la parte rusa en las negociaciones participaron Putin y el ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, mientras que EE.UU. fue representado por Biden y el secretario de Estado, Antony Blinken.
Posteriormente se llevarán a cabo conversaciones a nivel de delegaciones, tras lo cual Putin y Biden ofrecerán conferencias de prensa por separado, en lugar de una conjunta.
En total, teniendo en cuenta pausas y cambios de formato, se prevé que la cumbre Putin-Biden dure alrededor de cinco horas.
Se planea también que, tras el cara a cara con Biden, Putin se reúna de forma separada con el presidente de Suiza, Guy Parmelin.
¿Qué temas se abordarán?
Cuando informó que la reunión tendría lugar el 16 de junio en Ginebra, el Kremlin comunicó que «se planea abordar el estado y las perspectivas de las relaciones bilaterales, problemas de estabilidad estratégica y asuntos actuales de la agenda internacional, como la interacción en la lucha contra la pandemia de coronavirus y la resolución de conflictos regionales».
La semana pasada, Putin señaló que entre los principales objetivos de Rusia para la cumbre destacan el restablecimiento de contactos personales y de un diálogo directo con EE.UU,así como la creación de mecanismos de interacción que realmente funcionen.
Según Lavrov, Moscú tiene previsto también recordarle a Washington la propuesta rusa de una moratoria al despliegue de misiles de medio y corto alcance en Europa. Además, Rusia planea escuchar la posición de EE.UU. sobre el restablecimiento de la cooperación en el campo de la ciberseguridad.
Por su parte, Biden anunció que en la reunión tiene la intención de plantear, en particular, el tema de las violaciones de derechos humanos, así como la supuesta injerencia rusa en las elecciones estadounidenses y los presuntos ataques cibernéticos rusos a la infraestructura de la nación norteamericana.
Entre otros temas, los dos mandatarios también discutirán la cooperación económica y cuestiones relacionadas con el clima.
Posibles operaciones militares de Trump contra cárteles en México generarían consecuencias desastrosas, advierten expertos
Analistas en temas de seguridad y de la relación bilateral entre México y Estados Unidos alertaron que los planes del gobierno de Donald Trump para emprender acciones militares contra cárteles mexicanos serían interpretados como un acto de agresión y podrían provocar efectos contraproducentes de gran escala, además de partir de un diagnóstico equivocado sobre cómo operan estos grupos criminales.
De acuerdo con un reporte del periodista independiente Ken Klippenstein, la administración estadounidense prepara para mediados de septiembre una estrategia que incluiría operaciones en territorio mexicano bajo la orden directa del presidente Trump.
Geoffrey Corn, director del Centro de Derecho y Política Militar de la Texas Tech School of Law, advirtió a Newsweek que cualquier incursión sin consentimiento de México violaría la Carta de la ONU y el derecho internacional. “Estados Unidos alegará defensa propia, pero este derecho solo aplica ante un ataque armado real o inminente, no frente a actividades de grupos no estatales que generan daño, como es el caso de los cárteles”, explicó.
La intención surge tras la designación de varias organizaciones criminales como Terroristas Extranjeros (FTOs) en febrero. El Pentágono, a través de su vocero Sean Parnell, reiteró que estos grupos representan una “amenaza directa” para la seguridad nacional y señaló su responsabilidad en la violencia hemisférica, el tráfico de drogas y la desestabilización económica.
No obstante, especialistas advirtieron que un operativo militar sería inviable y riesgoso. David Mora, analista senior para México en el International Crisis Group, destacó que el narcotráfico funciona mediante redes pequeñas y dispersas, con laboratorios improvisados en ciudades como Culiacán. “Un ataque con drones sería extremadamente peligroso; y si se tratara de capturar a un líder, quizá sonaría a victoria política, pero la experiencia demuestra que esto solo incrementa la violencia”, apuntó.
Cecilia Farfán-Méndez, directora del Observatorio de Norteamérica en la Global Initiative Against Transnational Organized Crime, coincidió en que la estrategia confunde los fenómenos de migración y violencia. Recordó que la designación de los cárteles como terroristas podría reforzar solicitudes de asilo, pues la violencia genera desplazamientos internos que eventualmente llegan a la frontera. “Una intervención militar estadounidense detonaría más migración, justo lo contrario a lo que busca la administración Trump”, advirtió.
Los expertos coincidieron en que las medidas, además de carecer de sustento jurídico, pondrían en riesgo la relación bilateral y tendrían un enorme costo político para la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum. Mora recalcó que cualquier acción unilateral sería vista en México como una invasión: “Imagina el lema: ser la presidenta bajo cuyo mandato Estados Unidos volvió a invadir México. Políticamente sería devastador”.
Datos de la Comisión de Sentencias de EU muestran, además, que el problema del fentanilo no se reduce a actores extranjeros: en 2024, el 83.5% de los sentenciados por tráfico de esta droga eran ciudadanos estadounidenses.
En opinión de Corn, el riesgo central es que la Casa Blanca pretenda usar la fuerza militar como solución universal: “Cuando piensas que tu mejor herramienta es un martillo, todo problema empieza a parecer un clavo. El narcotráfico no es un asunto que se resuelva con ataques militares”.