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Heridas abiertas y reconciliación social. Por Caleb Ordoñez T.

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Aquel río se ha secado con la escasa lluvia y la explotación del agua. Aquellos que viven cerca de él han tenido que encontrar nuevas formas de trabajo. Una de las peores quizá sea la producción de drogas sintéticas.

La elaboración de mentafetaminas se convirtió en el nuevo oficio de una comunidad que ha estado acostumbrado a luchar durante siglos, pero que cada vez les es más complicado resistirse a la modernidad y los vicios. Se trata de “Los Yaquis”, una comunidad indígena férrea, valiente y organizada.

Desde el 2010 sus aguas han sido prácticamente saqueadas, el acueducto Independencia comenzó a extraer millones de litros del río que da nombre a la tribu. Ante tal situación, los yaquis se organizaron y empezaron una dura campaña para reclamar el vital líquido. La lucha ha sido cruel y sangrienta, decenas de activistas y ambientalistas han sido asesinados sin haber encontrado justicia.

El narco ha impuesto su poderío en todas las zonas yaquis: Loma de Guamúchil, Loma de Bácum, Tórim, Vícam, Pótam, Ráhum, Huirivis y Belem en el Estado de Sonora. Lugares áridos que ahora enfrentan el flagelo de la drogadicción en la comunidad de apenas 40,000 habitantes.

Esta oscura realidad de pobreza y aniquilación, se ha repetido por cientos de años.

El cineasta Sergi Pedro Ros, recoge la mirada perdida y desesperanzada de los pobladores de ese caos denso y polvoso yaqui, en el documental llamado Laberinto Yo’Eme.

Han luchado por tanto tiempo que sus heridas siguen abiertas. Los yaquis fueron el dolor de cabeza de los conquistadores españoles, y lo siguieron siendo para los diversos gobiernos de México, incluso en el siglo XX. Solamente durante el régimen de Porfirio Díaz, se estima que más de 25,000 yaquis fueron vendidos como esclavos y muchos otros asesinados. Los que pudieron, salieron huyendo hacia Arizona, Estados Unidos.

Fue hasta la llegada del presidente Lázaro Cárdenas, en 1934, que los yaquis obtuvieron el reconocimiento oficial de casi 500.000 hectáreas de tierra y volvieron a restaurar su tribu.

Este martes 28 de septiembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador viajó a Sonora, haciéndose acompañar de…

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Fotografías. Por Raúl Saucedo

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Las Políticas por hacer

El quehacer político moderno, a menudo toma en cuenta a los sectores de la sociedad que ostentan poder o influencia visible dentro de la comunidad:  Los adultos votan, las empresas influyen y los medios de comunicación amplifican sus voces. Sin embargo, en el complicado juego de poder, la niñez, un grupo vital pero silencioso, suelen quedarse en el margen.

La Niñez representa el futuro; es el cimiento sobre el que se construirán las próximas generaciones. Su bienestar, educación y salud son indicadores clave no solo de su calidad de vida individual, sino también del progreso y la salud de una sociedad en su conjunto. A pesar de esto, los gobiernos frecuentemente pasan por alto  la creación de políticas públicas enfocadas en este sector, principalmente porque esta parte de la sociedad no votan ni tienen voz directa en los procesos políticos.

Este “descuido” puede atribuirse a varios factores. Primero, la falta de representación política directa. La niñez depende completamente de los adultos para que sus intereses sean representados en el gobierno. Sin embargo, las agendas políticas suelen estar más influenciadas por las preocupaciones inmediatas de los votantes adultos —empleo, economía, seguridad— relegando a un segundo plano temas como la educación de calidad o la protección contra el abuso y la negligencia.

Además, la falta de datos específicos sobre los problemas que afectan a la niñez impide formular políticas bien informadas. A menudo, las estadísticas y estudios disponibles no desglosan la información por edad de manera que refleje las realidades específicas de este grupo. Esto conduce a un entendimiento incompleto de sus verdaderas necesidades y desafíos.

Es más, los problemas que afectan a la niñez suelen ser transversales y requieren una política integrada. Por ejemplo, la pobreza infantil no solo afecta la nutrición; impacta también en el acceso a la educación, la salud y las oportunidades de desarrollo social y emocional. Sin un enfoque especifico que contemple la complejidad de estos asuntos, las políticas resultantes pueden ser ineficaces o incluso contraproducentes.

La Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada en 1989 por las Naciones Unidas (ONU), establece en teoría un marco internacional para la protección de los derechos de la niñez, incluyendo el derecho a la educación, la salud y la protección contra la explotación infantil. Sin embargo, la aplicación de estos derechos en políticas concretas sigue siendo un desafío global.

Por lo tanto, es fundamental que los gobiernos reconozcan la importancia de la niñez en el desarrollo social y económico de un país. Invertir en este sector no es solo una cuestión de cumplir con obligaciones morales o internacionales, sino una estrategia prudente para fomentar sociedades más educadas, saludables y equitativas. Los niños y niñas de hoy son los adultos del mañana; sus problemas y necesidades deben ser una prioridad, no una reflexión tardía.

Para abordar esta cuestión sistémica, es necesario promover una mayor participación de los expertos en infancia en los procesos de toma de decisiones y asegurar que las políticas públicas sean evaluadas también en función de su impacto en la población infantil. Las voces de los infantes, aunque no se expresen en las urnas, deben resonar en los corredores del poder a través de quienes aboguen por su bienestar y futuro.

Ignorar las necesidades de este sector en la formulación de políticas públicas no solo es un fracaso en proteger a los más vulnerables, sino también una miopía estratégica que compromete el desarrollo sostenible y la justicia social a largo plazo. Es hora de que los gobiernos ajusten sus lentes y enfoquen claramente en el bienestar y los derechos de los niños, garantizando así un futuro mejor para todos.

Este planteamiento personal y profesional surge en reflexión del pasado 30 de abril, donde la mayoría de mis amigos publicaron historias sobre festivales infantiles en compañía de sus hijos, mientras yo daba un clavado al baúl de los recuerdos encontrando fotografías olvidadas de una etapa fundamental de mi vida, todo esto con aquella canción de fondo del Maestro Sabina donde protestamos contra el misterio del mes de abril.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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