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Los periodistas Maria Ressa y Dmitry Muratov, Premio Nobel de la Paz 2021

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Los periodistas Maria Ressa y Dmitry Muratov han sido elegidos coganadores este año del Premio Nobel de la Paz 2021 por sus «valientes» esfuerzos para proteger la «libertad de expresión, que es una condición indispensable para la democracia y una paz duradera», en Filipinas y Rusia. «Son representantes de todos los periodistas que defienden esta idea en un mundo en el que la democracia y la libertad de prensa se enfrentan a condiciones cada vez más adversas».

Este año, todavía marcado por la pandemia de coronavirus y las desiguales campañas de vacunación, el Comité Noruego del Nobel —formado por cinco selectos miembros elegidos por el Parlamento del país— ha preferido finalmente a estos periodistas por encima de otros candidatos que también han sonado fuerte para uno de los Nobel más polémicos, como la jovencísima activista medioambiental Greta Thunberg, que repite por tercer año consecutivo en las quinielas; la líder de la oposición bielorrusa, Svetlana Tijanóvskaya; la Organización Mundial de la Salud (OMS) por su (polémica) gestión de la pandemia de covid-19, o el opositor Alekséi Navalni, encarcelado en Rusia.

Maria Ressa es una periodista filipina fundadora del portal Rappler, desde donde «expone el abuso de poder, el uso de violencia y el creciente autoritarismo» en Filipinas, ha defendido la portavoz del Comité Noruego, quien ha hecho referencia a las investigaciones de Rappler sobre la ‘guerra contra la droga’ del Gobierno filipino, que se ha cobrado miles de vidas. Por sus investigaciones, la propia Maria Ressa ha sido blanco de las críticas del presidente filipino Rodrigo Duterte.

En 2021, ha sido también galardonada con el Premio Mundial de la Libertad de Prensa otorgado por la Unesco. Dmitry Muratov es director del periódico ruso ‘Novaya Gazeta’, «el periódico más independiente en Rusia hoy día y con una actitud fundamental crítica con el poder», según el Comité Noruego del Nobel. «Su profesionalismo e integridad les han hecho una fuente importante de información en aspectos sensibles de la sociedad rusa raramente mencionados en los medios generales: desde corrupción a violencia policial, fraudes electorales y el uso de la fuerza militar rusa tanto dentro como fuera del país», ha señalado la portavoz durante el anuncio de los premios.
Unos premios muy polémicos

Según el deseo de Alfred Nobel, creador de los premios, el Nobel de la Paz debe reconocer a quienes hayan contribuido «a la eliminación o reducción de armamento, al hermanamiento de los pueblos y contribuir a la paz en el último año». Por su alto componente político, el Nobel de la Paz es especialmente polémico, con ganadores como el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed Ali, ahora inmerso en una guerra civil contra los rebeldes de la región del Tigray y sobre el que incluso pesan acusaciones de genocidio y limpieza étnica, la birmana Aung San Suu Kyi o Barack Obama.

A lo largo de su historia, y quizá para intentar alejarse de la polémica, el Nobel de la Paz se ha entregado también a reconocidos activistas, como Desmond Tutu, Andrei Sajarov o Teresa de Calcuta. La inclusión de activistas entre los galardonados por el Premio Nobel de la Paz —una decisión que ya de por sí trajo cierto debate por el cambio de rumbo en lo que se había entendido siempre como la intención original de Nobel— comenzó en 1952, cuando el ganador fue Albert Schweitzer, fundador de un hospital en Gabón. Posteriormente, se han dado también a organizaciones, como el Alto Comisionado para los Refugiados de las Naciones Unidas (Acnur).

Al interpretar la instrucción de Nobel de manera más abierta, el Comité Noruego ha incluso entregado en ocasiones anteriores el Nobel de la Paz a activistas medioambientales, como en 2004 a la keniana Wangari Maathai o —compartido— al exvicepresidente estadounidense Al Gore en 2007, por sus «esfuerzos en propagar el conocimiento sobre el cambio climático creado por el hombre».

El Premio Nobel de la Paz incluye este año un monto de 10 millones de coronas suecas, unos 956.876 euros. Según el Instituto del Nobel, este año han sido nominadas 329 candidaturas, de las cuales son 234 personas individuales y 95 organizaciones, pero no se conocerá la lista completa hasta dentro de 50 años.

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Los retos de la Inteligencia Artificial ante un verano muy caliente

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El término “invierno de la inteligencia artificial” fue introducido por Roger Schank y Marvin Minsky en 1984, en la convención anual de la Asociación Norteamericana de Inteligencia Artificial (AAAI).

En ese encuentro advertían acerca de un probable estancamiento en el ámbito de la IA, caracterizado por una merma en el financiamiento y el entusiasmo hacia esta disciplina. La metáfora vino inspirada por el “invierno nuclear” del que se hablaba durante la Guerra Fría ante el riesgo de ataques con bombas atómicas, para ilustrar un periodo de declive, luego de una etapa de elevadas expectativas, respecto a las capacidades de la inteligencia artificial.

Cambio de narrativa

La revolución de la inteligencia artificial(IA) está marcando un antes y un después en diversas actividades profesionales, redefiniendo roles y automatizando ciertas funciones, particularmente aquellas caracterizadas por su repetitividad o la gestión de extensos volúmenes de datos.

Un informe del Departamento de Educación del Gobierno británico publicado a finales de 2023 evaluaba los posibles efectos de la IA en el mercado de trabajo de Reino Unido, señalando las debilidades de algunos puestos de trabajo. Algunos ejemplos que se encuentran en la línea de fuego de esta transformación tecnológica son: analistas de datos, periodistas, personal de back office, agentes bursátiles y traders, auditores y contables, consultores y analistas económicos, asesores financieros y analistas de riesgos financieros, entre otros.

IA y enriquecimiento global

McKinsey Global Institute ha examinado el impacto de la inteligencia artificial en campos como la economía y las finanzas, con un enfoque particular en su influencia en el ámbito laboral.

Los resultados de la investigación sugieren que, a pesar de los desafíos asociados con su adopción y absorción, la IA tiene el potencial de generar una actividad económica adicional a nivel global de entre 2,6 y 4,4 miles de millones de dólares anuales. Por ejemplo, el PIB español en 2021 fue de 1,4 mil millones de dólares. Esto aumentaría a nivel global el impacto de la inteligencia artificial en la economía entre un 15 y un 40 %.

El panorama de la IA ha experimentado un cambio significativo en los últimos años, con un marcado incremento tanto en su adopción como en la inversión por parte de las organizaciones. Desde 2017, la implantación de la IA se ha duplicado y actualmente más de la mitad de las empresas dedican más del 5 % de sus presupuestos para digitalización a esta tecnología.

Valor añadido e innovación

Ante el imparable avance de la inteligencia artificial, es momento de encarar la realidad: la entrada de la inteligencia artificial a las empresas afectará al trabajo de las personas, que deben reinventar su lugar en el mercado de trabajo.

Hay que evitar la llegada del “invierno del trabajo”: la formación de valor añadido y la habilidad de pensar de manera innovadora, lo que llaman “pensar fuera de la caja”, ya no son meros complementos sino requisitos indispensables para no verse relegados en sus funciones.

La innovación y la ética deben ir de la mano en este nuevo escenario, pero, sin una dosis de creatividad y aporte único, el desarrollo humano y el crecimiento profesional corren el riesgo de estancarse.

Este cambio de paradigma no admite términos medios: o los trabajadores se mantienen evolucionando constantemente o se quedarán atrás.

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