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Opinión

Las armas no matan (excepto cuando sí). Por Itali Heide

Itali Heide

México ha sido un foco de violencia durante décadas, ya que la violencia de los cárteles se ha colado en todos los sistemas e instituciones, dando paso a la corrupción e inculcando miedo a todos los mexicanos.

Tememos las metralletas que cuelgan de las manos de quienes no respetan la vida en coches blindados con cristales tintados, oímos los disparos que suenan en la noche a lo lejos, vemos las portadas de periódicos con imágenes aterradoras de cuerpos acribillados por la violencia, sentimos empatía por las familias que aún buscan a sus miembros perdidos, y nos preguntamos cuándo el gobierno podrá por fin dominar la narcoviolencia.

Por muy grave y aterrador que sea vivir en un lugar donde la guerra contra las drogas está en su apogeo, hay una cosa que no nos asusta: enviar a nuestros hijos a la escuela. Claro, existen los temores normales: los amigos que son malas influencias, a las faltas de asistencia a clase por andar de vagos, sacar bajas calificaciones, maestros que no son capacitados para cuidar a nuestros niños y a todos los problemitas que son comunes en la escuela, pero no tememos a los tiradores escolares.

Estados Unidos es una nación que se enorgullece de ser un país del primer mundo, pero tengo mis reservas. Las enfermedades mentales, la violencia aleatoria, la epidemia de consumo de drogas pesadas, la pobreza y el racismo sistémico son sólo algunos de los problemas que parecen no poder controlar. Yo diría que EE.UU. no es más que un país del tercer mundo en un cinturón de Gucci, especialmente desde la violencia contra niños inocentes que se ha visto esta semana.

En las horas de la mañana del martes 24 de mayo, Salvador Ramos de apenas 18 años mató a 22 personas en Uvalde, Texas, de las cuales 19 eran niños de la escuela primaria. Cuando estos sucesos ocurren, los entusiastas de las armas encontrarán cualquier excusa para justificar un acto tan horrible, excepto aceptar la cruda realidad de que las leyes de armas juegan el papel más importante. «Las armas no matan a la gente», argumentan, «la gente mata a la gente». Técnicamente hablando, puede que tengan razón, pero a la mayoría se le escapa la importancia que tienen las leyes de armas flexibles en el juego.

En tan sólo 2022 se han registrado 299 tiroteos masivos en Estados Unidos, 27 de ellos en escuelas. En cada aula, en cada zona de almuerzo, en cada baño de la escuela y en cada auditorio, la posibilidad de morir a manos de un tirador en la escuela está en el fondo de la mente de los niños que ni siquiera deberían tener que reflexionar sobre esos pensamientos.

¿Cómo pueden los EE.UU. afirmar que llevar armas es parte de su derecho inherente cuando la violencia perpetra cada parte del sistema? No digo que nadie deba tener un arma, pero el sistema establecido hace que sea demasiado fácil que la gente se haga con armas, y no cualquier arma. El tirador de 18 años que murió responsable de 40 heridos y muertos pudo hacerse con un rifle de asalto AR-15, y la única pregunta es: ¿cómo demonios está bien esto? ¿Por qué nadie ha creado una reforma radical de las armas? ¿Es demasiado difícil de hacer… o simplemente no les importa?

A mi juicio, uno de los mayores culpables de esto es el individualismo rabioso que Estados Unidos ha convertido en su cultura. En lugar de preocuparse por el bien común, se aferran a sus anticuadas y peligrosas leyes de armas a nivel individual, como si poner más restricciones fuera la perdición de su existencia.

Espero el día en que Estados Unidos se dé cuenta de que una Constitución escrita en los años 1700 por hombres que no tienen ni idea de lo que es vivir en un mundo moderno no es relevante en el siglo XXI. Hasta entonces, podemos estar seguros de que éste será uno de los muchos tiroteos masivos que se cobran vidas inocentes en 2022… y en todos los años venideros hasta que entren en razón.

 

Caleb Ordoñez 

Opinión

León XIV: Entre Herencia y Esperanza. Por Caleb Ordoñez Talavera

El pasado 8 de mayo de 2025, la Plaza de San Pedro volvió a rugir con fuerza: un nuevo Papa, un nuevo nombre, y un nuevo horizonte para la Iglesia Católica. Robert Francis Prevost, estadounidense con alma latinoamericana, elegido como León XIV, asumió el timón de una institución milenaria que vive uno de sus momentos más complejos y decisivos.

Caleb Ordoñez T.

Caleb Ordoñez T.

Con 69 años y una historia de servicio en Perú y otros países del continente, León XIV hereda tanto la fuerza reformadora de su antecesor como las tensiones no resueltas que convulsionan los cimientos del Vaticano. Los desafíos son múltiples y profundos, pero también ofrecen la oportunidad de renovar la confianza y el sentido de pertenencia en millones de fieles en el mundo. Apuntémoslos, uno por uno.

Una Iglesia católica dividida.

El pontificado de Francisco dejó importantes avances, pero también sembró tensiones internas entre sectores progresistas y conservadores. La polarización no es nueva, pero ha ganado intensidad, especialmente en temas como el celibato, la diversidad sexual, y el papel de las mujeres. León XIV deberá actuar como un gran equilibrista: firme en convicciones, pero abierto al diálogo; pastor cercano, pero líder con autoridad.

Mantener la unidad sin sofocar el debate interno será clave. La religión católica no puede permitirse un cisma silencioso. León XIV debe tender puentes entre tradiciones y modernidad, entre las voces que claman por apertura y las que defienden la ortodoxia. Su perfil pastoral y su cercanía con América Latina podrían ser su mejor carta para lograrlo.

Crisis económica: Finanzas al Límite.

Uno de los retos más urgentes es la crisis económica que atraviesa el Vaticano. La caída estrepitosa de donativos, el déficit presupuestal que ronda los 30 millones de euros anuales y la pesada carga de sueldos y pensiones para miles de empleados son señales de alarma. León XIV no solo necesita recortar gastos con sensatez, sino también encontrar nuevas formas de financiamiento ético, sin comprometer la esencia espiritual del Vaticano.

La transparencia financiera y la gestión eficiente no son asuntos secundarios: son condiciones necesarias para recuperar la credibilidad y garantizar la sostenibilidad de las obras sociales, misiones y proyectos educativos que sostienen millones de vidas.

El Papel de la Mujer

Aunque se han dado pasos hacia una mayor participación de la mujer en la Iglesia, la brecha sigue siendo enorme. Las mujeres sostienen gran parte del trabajo pastoral, educativo y social del catolicismo, pero siguen excluidas de la toma de decisiones de mayor nivel.

León XIV tiene la oportunidad —y la obligación moral— de abrir un diálogo sincero y concreto sobre el acceso de las mujeres a ministerios más amplios, incluidos aquellos roles que hoy están reservados solo para varones. No se trata solo de equidad, sino de reconocer con justicia el rostro femenino de la fe.

Abusos Sexuales: Justicia Sin Excusas.

La herida de los abusos sexuales sigue abierta. Aunque se han adoptado protocolos y se han hecho avances, aún hay diócesis que actúan con opacidad o lentitud. León XIV deberá liderar con determinación un proceso de limpieza profunda: no más encubrimientos, no más silencios.

El mundo espera una Iglesia sin miedo a la verdad, que escuche a las víctimas, que repare con justicia y que garantice que nunca más el poder religioso sirva como escudo para la impunidad.

Una Voz de Paz en un Mundo en Guerra.

El nuevo Papa también enfrenta un mundo convulso: conflictos armados, crisis migratorias, cambio climático y una creciente indiferencia espiritual. León XIV ha empezado su pontificado con un llamado a la paz y al encuentro entre pueblos. No es casual: su experiencia misionera, su contacto con comunidades marginadas y su carácter conciliador le dan autoridad moral para convertirse en una voz de paz con peso geopolítico.

Frente al avance del individualismo, el cinismo y el fanatismo, León XIV puede volver a hacer de la Iglesia una plataforma de escucha, mediación y servicio.

Un Papa con el Reto de Conectar

En un mundo que ya no cree fácilmente en las instituciones, León XIV tendrá que hacer lo que Francisco inició: bajar del trono, caminar entre la gente, hablar su idioma, y ofrecer respuestas reales. La Iglesia no puede ser solo una voz moral; debe ser un testimonio de esperanza concreta.

Su pontificado apenas comienza, pero los pasos que dé en estos primeros meses marcarán el tono de su legado.  (Y una caída cada vez más aguda de católicos) ¿Será León XIV el Papa que reconstruya los puentes rotos entre la fe católica y el mundo? Hay razones para creer que sí. Pero también muchas heridas que sanar, y estructuras que transformar.

La historia lo espera. Y millones de creyentes católicos también.

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