Opinión
Hacer memes sin mojarse. Por Javier Contreras

“Todos piensan en cambiar
el mundo, pero nadie piensa en
cambiarse a sí mismo”:
León Tolstoi
“Si una evolución se estanca y no camina, entonces el destino y la inercia se invierte hacia atrás. Es la reversa de la historia y sociedad que llamamos involución”
Cuando se menciona el término de “revolución digital” no es sólo una etiqueta de moda o esnobismo para presumir modernidad o apantallar a las personas. Esto va mucho más allá de lo que nos imaginamos. Son dos términos clave que describen parte de lo que sucede desde finales del siglo XX.
Revolución es un movimiento o cambio vertiginoso que desplaza las cosas, personas y valores de un lado a otro para bien o para mal. Puede ser un giro de 180 grados o puede destruir lo pasado sin reponerlo por algo mejor; puede reponer y mejorar errores y vicios para beneficio de una generación. O simplemente dejar ruinas. Todo depende de la intención y dirección de dicho movimiento.
Existen tres velocidades de lo que hacemos en el mundo y con el mundo: cuando avanzamos lentamente, fortaleciendo procesos y creando instituciones, cultura, educación y valores lo llamamos evolución. El riesgo que existe es que puede atraparla la lentitud y la desesperación, pero las grandes civilizaciones fueron producto de un crecimiento estratégico, planeado y con rumbo.
Si una evolución se estanca y no camina, entonces el destino y la inercia se invierte hacia atrás. Es la reversa de la historia y sociedad que llamamos involución. Es el caminar de los cangrejos, hacia atrás o a un lado y el progreso se convierte en agonía. Lo que no avanza retrocede y de muestra están las culturas que después de un esplendor, como el imperio romano o las grandes civilizaciones indígenas maya, inca o azteca que retrocedieron porque hubo un punto de inflexión que los contrajo y entraron en crisis e involucionaron. Metieron la velocidad de reversa y se fueron a pique.
El tercer movimiento es la aceleración que le llamamos revolución, que significa un cambio veloz de la evolución. Es una re-evolución como pisar el acelerador, sostenerlo e imprimirle gradualmente más velocidad para que se vayan presentando más rápido nuevos escenarios o recorrer otros caminos y veredas.
Y el otro término, el digital, es un lenguaje asociado con la tecnología para describir la interacción del ser humano con las computadoras o cualquier dispositivo digital.
Es un nuevo lenguaje basado en los dígitos cero y uno, por lo que se llama código binario (por dos principios) y a partir de esos dos signos con combinaciones al infinito son la base de todo lo que conocemos como digital. El anterior lenguaje le llamamos análogo que incluían máquinas de funcionamiento muy simple como el ejemplo de un reloj análogo que es una maquinaria con tuercas, resortes y engranajes mientras un reloj digital tiene un dispositivo y pantalla donde se visualiza lo que el software o “cerebro” tiene programado. Obvio que no requiere “cuerda”. Digital nos sirve para definir cualquier herramienta computarizada.
A partir de este lenguaje hemos incorporado términos nuevos conforme la tecnología digital que ciertamente nos ha simplificado mucho la vida y las actividades, cada vez los dispositivos son más pequeños de tal manera que hablamos de nanotecnología o de miniatura, como los microchips instalados en los teléfonos celulares.
Ese lenguaje digital es la forma en que el ser humano se “comunica” con las máquinas o con los robot cuando se les piden resultados de aplicaciones o programaciones.
Entonces la revolución digital que vivimos ha generado lenguajes que ahora son parte de nuestros procesos de comunicación y hemos cambiado el lenguaje por el uso desmedido y totalizante de las redes sociales. Por ahorro o economía de tiempo y espacio las palabras se van encogiendo lo que va dejando una cuota de cambio en el cerebro. En las redes sociales el lenguaje ha ido girando paulatinamente a una reducción de palabras y las ideas las queremos disminuir a una palabra, las palabras a una expresión corta o a veces a unas dos letras. Ese lenguaje de las redes sociales ha cambiado nuestra forma de expresarnos y sobre todo el acervo cultural.
Es un lenguaje más emocional que racional, un lenguaje a base de abreviaturas y sobre todo, con nuevas acciones que se han convertido en verbos. Un neolenguaje es una de las primeras características de una dominación al asignar nuevo nombres. La revolución digital ha creado nuevos usos y costumbres y ahora nos entendemos por esos nuevos verbos.
La reducción de sentimientos o ideas se da en los llamados emojis, que originalmente se les decían emoticones, por su uso para expresar emociones de manera gráfica y asi la tristeza ahora se representa con lágrimas, el amor con un corazón, el enojo con cara roja, etc. O sea, el regreso a la era de los jeroglíficos o ideogramas de las cavernas: expresar con dibujitos las acciones y sentimientos.
Pero, además, se han ido creando nuevos verbos que denotan acción en el ambiente digital y de las redes sociales, aunque la mayoría son anglicismos o palabras de origen anglosajón pero que por el uso las hemos ido incorporando al lenguaje.
Iniciamos el día con un enter de la computadora como un saludo de buenos días y establecer comunicación con la máquina y luego nos sumergimos en un ambiente digital con nuevos verbos de acciones que, por uso y maniobra en internet y dispositivos electrónicos, son parte de nuestro léxico.
Si hace años hubiéramos dicho postear, se pensaría en ir de poste en poste; o que nos multaran por ir texteando mientras manejamos un auto no entenderíamos la razón del agente vial. No se diga cuando estamos tuiteando o blogueando, que nos desconectamos del mundo que nos rodea. O el más conocido de chatear que es el intercambio de mensajes a través de internet.
Un nuevo verbo que practicamos casi con la frecuencia casi similar a respirar es guasapear al consultar, leer y escribir en el WhatsApp de manera obsesiva y compulsiva a todas horas. Ante una duda o consulta recurrimos a Google y nos ponemos a googlear. Ante la falla de la computadora nos dijeron que deberíamos resetear o reiniciar y poder salvar nuestros contenidos antes de compartir.
El verbo descargar es fundamental en el nuevo lenguaje digital pues se trata del manejo de archivos que se envían a través de correos electrónicos o redes sociales. Las fotos las subimos o las bajamos, según el caso como si se tratara de un elevador. Hay fotos que etiquetamos o vinculamos contenidos.
Si estos verbos lo hubiéramos utilizado hace 25 años nadie nos hubiera entendido, pensarían que éramos de otro planeta.
Y una de las acciones más comunes en nuestros días que compartimos, subimos, creamos, diseñamos y gozamos son los memes. Hacer memes es ahora una acción con un gran fondo porque se utilizan en la política para elogiar o descalificar, para tomar partido desacreditando. Es un hobby y estrategia política, un ejercicio y acción de ingenio y creatividad. Algunos hasta quieren considerarlo ya como un nuevo género periodístico por la fuerza en la burla e ironía.
Lo más seguro es que elaborar y compartir memes es un verbo de acción y por lo tanto se puede conjugar como cualquier verbo.
El pequeño detalle es que al conjugarlo nos llevará a expresiones que pueden confundirse con otras acciones del cuerpo humano.
Estamos hablando del verbo memear.
¿Será válido usar el verbo memear?
El problema sería al conjugarlo…pruébelo.
jcontreraso@uach.mx

Opinión
León XIV: Entre Herencia y Esperanza. Por Caleb Ordoñez Talavera

El pasado 8 de mayo de 2025, la Plaza de San Pedro volvió a rugir con fuerza: un nuevo Papa, un nuevo nombre, y un nuevo horizonte para la Iglesia Católica. Robert Francis Prevost, estadounidense con alma latinoamericana, elegido como León XIV, asumió el timón de una institución milenaria que vive uno de sus momentos más complejos y decisivos.

Caleb Ordoñez T.
Con 69 años y una historia de servicio en Perú y otros países del continente, León XIV hereda tanto la fuerza reformadora de su antecesor como las tensiones no resueltas que convulsionan los cimientos del Vaticano. Los desafíos son múltiples y profundos, pero también ofrecen la oportunidad de renovar la confianza y el sentido de pertenencia en millones de fieles en el mundo. Apuntémoslos, uno por uno.
Una Iglesia católica dividida.
El pontificado de Francisco dejó importantes avances, pero también sembró tensiones internas entre sectores progresistas y conservadores. La polarización no es nueva, pero ha ganado intensidad, especialmente en temas como el celibato, la diversidad sexual, y el papel de las mujeres. León XIV deberá actuar como un gran equilibrista: firme en convicciones, pero abierto al diálogo; pastor cercano, pero líder con autoridad.
Mantener la unidad sin sofocar el debate interno será clave. La religión católica no puede permitirse un cisma silencioso. León XIV debe tender puentes entre tradiciones y modernidad, entre las voces que claman por apertura y las que defienden la ortodoxia. Su perfil pastoral y su cercanía con América Latina podrían ser su mejor carta para lograrlo.
Crisis económica: Finanzas al Límite.
Uno de los retos más urgentes es la crisis económica que atraviesa el Vaticano. La caída estrepitosa de donativos, el déficit presupuestal que ronda los 30 millones de euros anuales y la pesada carga de sueldos y pensiones para miles de empleados son señales de alarma. León XIV no solo necesita recortar gastos con sensatez, sino también encontrar nuevas formas de financiamiento ético, sin comprometer la esencia espiritual del Vaticano.
La transparencia financiera y la gestión eficiente no son asuntos secundarios: son condiciones necesarias para recuperar la credibilidad y garantizar la sostenibilidad de las obras sociales, misiones y proyectos educativos que sostienen millones de vidas.
El Papel de la Mujer
Aunque se han dado pasos hacia una mayor participación de la mujer en la Iglesia, la brecha sigue siendo enorme. Las mujeres sostienen gran parte del trabajo pastoral, educativo y social del catolicismo, pero siguen excluidas de la toma de decisiones de mayor nivel.
León XIV tiene la oportunidad —y la obligación moral— de abrir un diálogo sincero y concreto sobre el acceso de las mujeres a ministerios más amplios, incluidos aquellos roles que hoy están reservados solo para varones. No se trata solo de equidad, sino de reconocer con justicia el rostro femenino de la fe.
Abusos Sexuales: Justicia Sin Excusas.
La herida de los abusos sexuales sigue abierta. Aunque se han adoptado protocolos y se han hecho avances, aún hay diócesis que actúan con opacidad o lentitud. León XIV deberá liderar con determinación un proceso de limpieza profunda: no más encubrimientos, no más silencios.
El mundo espera una Iglesia sin miedo a la verdad, que escuche a las víctimas, que repare con justicia y que garantice que nunca más el poder religioso sirva como escudo para la impunidad.
Una Voz de Paz en un Mundo en Guerra.
El nuevo Papa también enfrenta un mundo convulso: conflictos armados, crisis migratorias, cambio climático y una creciente indiferencia espiritual. León XIV ha empezado su pontificado con un llamado a la paz y al encuentro entre pueblos. No es casual: su experiencia misionera, su contacto con comunidades marginadas y su carácter conciliador le dan autoridad moral para convertirse en una voz de paz con peso geopolítico.
Frente al avance del individualismo, el cinismo y el fanatismo, León XIV puede volver a hacer de la Iglesia una plataforma de escucha, mediación y servicio.
Un Papa con el Reto de Conectar
En un mundo que ya no cree fácilmente en las instituciones, León XIV tendrá que hacer lo que Francisco inició: bajar del trono, caminar entre la gente, hablar su idioma, y ofrecer respuestas reales. La Iglesia no puede ser solo una voz moral; debe ser un testimonio de esperanza concreta.
Su pontificado apenas comienza, pero los pasos que dé en estos primeros meses marcarán el tono de su legado. (Y una caída cada vez más aguda de católicos) ¿Será León XIV el Papa que reconstruya los puentes rotos entre la fe católica y el mundo? Hay razones para creer que sí. Pero también muchas heridas que sanar, y estructuras que transformar.
La historia lo espera. Y millones de creyentes católicos también.