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Opinión

¿El show debe continuar? Por Caleb Ordóñez T.

El show debe continuar. Caleb Ordoñez

Fingiríamos ser ciegos y sordos, si negáramos el éxito rotundo que tiene el programa “La casa de los famosos”, que produce Televisa.

El experimento de esta nueva versión del “Big brother VIP”, ocasiona todo tipo de expresiones. Desde aquellos que lo desprecian; así como los que están pegados a la pantalla, defendiendo a uno de los contendientes.

Así también, como aquellos que silenciosamente y en secreto, están al tanto de lo que sucede en el afamado programa, que está rompiendo récords de audiencia.

Más allá de la frivolidad que representa el juego donde el ganador se llevará cuatro millones de pesos,m. El ejercicio social muestra una serie de estrategias muy parecidas a la política del “mundo real”.

Ese show de telerrealidad, es propiedad de un holandés llamado John de Mol, quien desde 1999, a través de su empresa lo ha distribuido internacionalmente, siendo un éxito en todos y cada uno de los países (más de 60) donde han tropicalizado el concepto.

La clave de su éxito, tiene que ver con la transparencia de la exposición humana, con toda su capacidad de buscar sobrevivir socialmente, en los términos más complicados que puede tener toda persona: el encierro y la presión de ser observado por decenas de cámaras y escuchado por micrófonos, las 24 horas.

Bajo esta modalidad, los habitantes deben de mostrar su mejor personalidad, sin embargo mientras pasa el tiempo, se desgasta a tal grado de exhibirse en sus peores actitudes.

De ahí, surgen las falsedades, intrigas, engaños y otras miserias humanas de las que todos podemos ser partícipes.

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Opinión

El G20: ¿Progreso real o más promesas vacías? Por Sigrid Moctezuma

Hablar del G20 es hablar de una oportunidad única: una reunión que pone sobre la mesa problemas que afectan directamente nuestras vidas, como la pobreza y el cambio climático. Pero, ¿Estamos realmente avanzando o seguimos atrapados en las buenas intenciones?

En pleno 2024, más de 700 millones de personas en el mundo viven con menos de 2 dólares al día, y el cambio climático sigue empujando a millones al borde de la desesperación. Según la FAO, en 2023 hubo un aumento alarmante de 122 millones de personas que enfrentan inseguridad alimentaria debido a conflictos y fenómenos climáticos extremos. Estas cifras no son abstractas; son vidas humanas, historias de lucha diaria que rara vez llegan a los titulares.

Erradicar la pobreza no es simplemente “dar más dinero”. Se trata de atacar la raíz del problema: desigualdades históricas y estructuras económicas que privilegian a unos pocos. Por ejemplo, los países del G20 representan el 85% del PIB mundial, pero también son responsables del 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Es una contradicción enorme: quienes tienen más recursos para ayudar son también quienes más contribuyen al problema.

También es fácil hablar de «transición energética» y «economía verde», pero ¿Qué significa esto para alguien que perdió su casa por un huracán? En México, por ejemplo, los desastres naturales generaron pérdidas económicas por más de 45 mil millones de pesos en 2023. Y mientras tanto, los países más contaminantes siguen retrasando acciones contundentes, como reducir su dependencia de los combustibles fósiles. ¿Por qué? Porque aún les resulta más barato contaminar que invertir en soluciones sostenibles?.

¿Qué se debería hacer?

Las soluciones están claras, pero falta voluntad política. El G20 propone algunas ideas interesantes: redistribuir recursos, apoyar economías locales y fomentar la innovación tecnológica para reducir desigualdades. Pero todo esto suena a más promesas, a menos que veamos medidas concretas. ¿Dónde están los fondos para las comunidades más vulnerables? ¿Por qué no se prioriza la educación y la formación laboral en zonas desfavorecidas?

Como sociedad, necesitamos exigir que las grandes cumbres dejen de ser solo escenarios de fotos grupales. Los líderes globales deben recordar que detrás de cada estadística hay una persona que sufre, pero también que sueña con un futuro mejor. Si no empezamos a construir ese futuro ahora, ¿cuándo lo haremos?

El G20 no es la solución mágica, pero puede ser un catalizador. Si los compromisos se traducen en acciones reales, estaremos un paso más cerca de un mundo más justo. Si no, solo estaremos alimentando un ciclo de discursos vacíos que poco tienen que ver con las necesidades reales de la gente.

¿Qué opinas tú? ¿Crees que estas cumbres realmente cambian algo o son puro espectáculo?

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