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Opinión

La forma. Por Raúl Saucedo

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Los Intereses mismos

En el ámbito político de nuestro país, la frase «la forma es fondo» ha sido un lema reiterado en el círculo rojo, un recordatorio que la manera en que se presentan las ideas y se llevan a cabo las acciones es tan importante como la sustancia misma de lo deseado. México, inmerso en un complejo entramado de equilibrios de poder, ha sido testigo de una paulatina erosión de los modales políticos y las cortesías, lo que ha impactado profundamente en la esencia misma de la política.

Los modales políticos no son simplemente formalidades vacías; representan el respeto por el adversario, la tolerancia hacia las diferentes ideologías y la habilidad para negociar y llegar a consensos. Sin embargo, en la actualidad, la esfera política mexicana parece haberse desviado de este ideal, sumergiéndose en un clima de confrontación constante y desgaste de las formas en aras de objetivos de poder, partidistas y personales.

El escenario político se ha tornado en un campo de batalla donde la cortesía y el respeto son víctimas colaterales. Los debates, foros y mesas de café se han vuelto un en lugar olvidado para la discusión civilizada, se han convertido en espectáculos de descalificaciones y desdén político. Este fenómeno no solo erosiona la confianza ciudadana en el quehacer político y público, sino que también obstaculiza la posibilidad de alcanzar acuerdos benéficos para la sociedad mexicana en su conjunto.

La falta de modales políticos trasciende el discurso y se infiltra en las decisiones de acciones de gobierno. Los juegos de poder se vuelven más importantes que la búsqueda de soluciones reales a los problemas que aquejan al país. Los intereses prevalecen sobre el bienestar colectivo, y las formas se desdibujan en un afán voraz por mantener o alcanzar el poder.

Es crucial recordar que la forma es parte intrínseca del fondo. Una política basada en la cortesía, el respeto y la ética no solo fortalece el que hacer político, sino que también permite el diálogo constructivo y la colaboración de los receptores directos e indirectos. Los gestos de respeto y cortesía no son signos de debilidad, sino más bien de madurez y responsabilidad en la gestión para el fin deseado.

Recuperar los modales políticos no es una tarea sencilla, pero es indispensable para el fortalecimiento de la política en . Implica un compromiso colectivo de parte de los actores políticos para priorizar el bienestar común sobre los intereses particulares, así como la disposición para escuchar y dialogar en lugar de imponer y descalificar.

El camino hacia una política más respetuosa y constructiva pasa por la educación cívica y el ejemplo desde las más altas esferas del poder. Es necesario fomentar una cultura política que valore la cortesía y el respeto como herramientas fundamentales para la convivencia democrática. Además, los medios de comunicación y la sociedad civil tienen un papel crucial en la promoción de un discurso político responsable y constructivo.

Se que estas letras quizá pasaran desapercibidas ya que en los últimos días ha iniciado el proceso de Pre-Campañas hacia el 2024, mismas que estarán llenas de descalificaciones, gritos y memes. Pero quizá es el momento oportuno para hacer un llamado a las conciencias de los que tomaran decisiones durante las próximas semanas y cambien su agenda de la razón antes de tomar decisiones donde el eco de las mismas se hagan saber primero por las redes sociales ante los destinatarios.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

Opinión

Fotografías. Por Raúl Saucedo

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Las Políticas por hacer

El quehacer político moderno, a menudo toma en cuenta a los sectores de la sociedad que ostentan poder o influencia visible dentro de la comunidad:  Los adultos votan, las empresas influyen y los medios de comunicación amplifican sus voces. Sin embargo, en el complicado juego de poder, la niñez, un grupo vital pero silencioso, suelen quedarse en el margen.

La Niñez representa el futuro; es el cimiento sobre el que se construirán las próximas generaciones. Su bienestar, educación y salud son indicadores clave no solo de su calidad de vida individual, sino también del progreso y la salud de una sociedad en su conjunto. A pesar de esto, los gobiernos frecuentemente pasan por alto  la creación de políticas públicas enfocadas en este sector, principalmente porque esta parte de la sociedad no votan ni tienen voz directa en los procesos políticos.

Este “descuido” puede atribuirse a varios factores. Primero, la falta de representación política directa. La niñez depende completamente de los adultos para que sus intereses sean representados en el gobierno. Sin embargo, las agendas políticas suelen estar más influenciadas por las preocupaciones inmediatas de los votantes adultos —empleo, economía, seguridad— relegando a un segundo plano temas como la educación de calidad o la protección contra el abuso y la negligencia.

Además, la falta de datos específicos sobre los problemas que afectan a la niñez impide formular políticas bien informadas. A menudo, las estadísticas y estudios disponibles no desglosan la información por edad de manera que refleje las realidades específicas de este grupo. Esto conduce a un entendimiento incompleto de sus verdaderas necesidades y desafíos.

Es más, los problemas que afectan a la niñez suelen ser transversales y requieren una política integrada. Por ejemplo, la pobreza infantil no solo afecta la nutrición; impacta también en el acceso a la educación, la salud y las oportunidades de desarrollo social y emocional. Sin un enfoque especifico que contemple la complejidad de estos asuntos, las políticas resultantes pueden ser ineficaces o incluso contraproducentes.

La Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada en 1989 por las Naciones Unidas (ONU), establece en teoría un marco internacional para la protección de los derechos de la niñez, incluyendo el derecho a la educación, la salud y la protección contra la explotación infantil. Sin embargo, la aplicación de estos derechos en políticas concretas sigue siendo un desafío global.

Por lo tanto, es fundamental que los gobiernos reconozcan la importancia de la niñez en el desarrollo social y económico de un país. Invertir en este sector no es solo una cuestión de cumplir con obligaciones morales o internacionales, sino una estrategia prudente para fomentar sociedades más educadas, saludables y equitativas. Los niños y niñas de hoy son los adultos del mañana; sus problemas y necesidades deben ser una prioridad, no una reflexión tardía.

Para abordar esta cuestión sistémica, es necesario promover una mayor participación de los expertos en infancia en los procesos de toma de decisiones y asegurar que las políticas públicas sean evaluadas también en función de su impacto en la población infantil. Las voces de los infantes, aunque no se expresen en las urnas, deben resonar en los corredores del poder a través de quienes aboguen por su bienestar y futuro.

Ignorar las necesidades de este sector en la formulación de políticas públicas no solo es un fracaso en proteger a los más vulnerables, sino también una miopía estratégica que compromete el desarrollo sostenible y la justicia social a largo plazo. Es hora de que los gobiernos ajusten sus lentes y enfoquen claramente en el bienestar y los derechos de los niños, garantizando así un futuro mejor para todos.

Este planteamiento personal y profesional surge en reflexión del pasado 30 de abril, donde la mayoría de mis amigos publicaron historias sobre festivales infantiles en compañía de sus hijos, mientras yo daba un clavado al baúl de los recuerdos encontrando fotografías olvidadas de una etapa fundamental de mi vida, todo esto con aquella canción de fondo del Maestro Sabina donde protestamos contra el misterio del mes de abril.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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