Donald Trump, en su segundo mandato como presidente de Estados Unidos, llega este martes por la noche al Reino Unido para una visita de Estado con tintes históricos. El miércoles será recibido en el Castillo de Windsor en carruaje real, escoltado por jinetes y tres bandas militares, un despliegue de pompa que pocas veces se concede a un mandatario estadounidense en un segundo periodo.
El gesto del rey Carlos III no es fortuito: en 1988, cuando aún era príncipe de Gales, tomó té en Mar-a-Lago, la mansión de Trump en Florida. Aquel encuentro le dio al entonces empresario un toque de legitimidad real, aunque Carlos optó por pasar la noche en un rancho cercano y no en el club del magnate. Ahora, décadas después, se invierten los papeles: es el monarca quien otorga a Trump un sello de validación con honores militares, banquete de Estado y guardias de honor. “Nadie hace la ceremonia como ustedes”, dijo Trump en julio durante una visita a Escocia. “Windsor es impresionante”, añadió días antes de viajar.
La invitación fue llevada personalmente a la Casa Blanca por el primer ministro británico, Keir Starmer, apenas iniciada la segunda presidencia de Trump, con la esperanza de suavizar tensiones en un momento diplomático delicado. Su estrategia replica la de Theresa May en 2017, aunque aquella visita tardó dos años en concretarse y no mejoró la relación con Trump. Esta vez el escenario es distinto: nuevo primer ministro, nuevo monarca y un castillo diferente, ya que Buckingham Palace está en remodelación. “Esto no tiene precedentes”, afirmó Starmer en febrero en el Despacho Oval al entregar la carta de invitación. Tras leerla en silencio, Trump respondió: “La respuesta es sí”.
El miércoles, Trump y la primera dama Melania serán recibidos por los príncipes de Gales, William y Catherine. Después se encontrarán con Carlos y la reina Camila, recibirán un saludo de artillería y recorrerán la finca de Windsor en carruaje. El programa incluye inspección de tropas, comida con la familia real, una visita a la Sala Verde para ver piezas de la colección real y la colocación de una ofrenda en la tumba de Isabel II en la Capilla de San Jorge. Por la noche se celebrará un banquete de Estado.
Melania Trump también tendrá agenda propia: junto con Camila recorrerá la Casa de Muñecas de la Reina María y la Biblioteca Real, y el jueves participará en un evento de scouts con Kate. El despliegue de la princesa subraya el esfuerzo británico por cultivar una relación cercana con la administración Trump.
Aunque la política estará oficialmente fuera de la mesa con los Windsor, el jueves Trump se reunirá con Starmer en Chequers, la residencia campestre del primer ministro, acompañado de líderes tecnológicos para anunciar asociaciones y decenas de miles de millones de dólares en inversiones. Starmer y Trump, ideológicamente opuestos, han mantenido un trato cordial. “Nos hicimos amigos en poco tiempo”, dijo Trump en la cumbre del G7 en Canadá. El premier ya logró con él un acuerdo comercial exprés y el lunes ambos países anunciaron un pacto de energía nuclear para facilitar la construcción de nuevas plantas.
Sin embargo, Starmer no ha conseguido acercar a Trump a la postura europea sobre la guerra en Ucrania ni convencerlo de imponer nuevas sanciones a Rusia. Estos temas estarán sobre la mesa en su reunión privada y en la rueda de prensa conjunta. La esperanza del británico es que un Trump recién agasajado por la realeza sea más receptivo.
El viaje está marcado también por sombras. El exembajador británico en Washington, Peter Mandelson, artífice de parte de la visita, fue destituido la semana pasada tras revelarse su relación con el delincuente sexual Jeffrey Epstein y correos en los que ofrecía apoyarlo incluso después de su condena. La coincidencia de fechas volverá a poner en foco los propios vínculos de Trump con Epstein; el presidente ha negado haber firmado una carta incluida en el “libro de cumpleaños” del financista.
Trump llega así a un Reino Unido con un primer ministro debilitado por el escándalo y presiones de la derecha dura, días después de que Elon Musk —quien fue uno de sus aliados cercanos— participara en un mitin antiinmigración en Londres advirtiendo que “la violencia viene”. Para Starmer, queda por ver si la visita real servirá de respiro político o añadirá presión.
Trump, de 79 años, ha admirado a la familia real desde niño, cuando veía con su madre escocesa la coronación de Isabel II. Su primer encuentro con la reina en 2019 fue un hito de su mandato. Hoy, él y Carlos, de 76 años, encabezan naciones con papeles distintos pero unidos por la gestión de la “relación especial”. “Soy un gran admirador del rey Carlos. Lo conozco desde hace tiempo. Gran persona”, dijo Trump en julio.