El cierre parcial del gobierno de Estados Unidos ha dejado a cientos de miles de empleados federales suspendidos temporalmente, enviados a casa sin recibir salario hasta que se restablezca la financiación. Antes de que se concretara la interrupción, el presidente Donald Trump advirtió que un cierre prolongado podría tener efectos irreversibles, incluyendo la reducción de personal en diversas agencias federales.
Este nuevo cierre se suma a un año ya complicado para la fuerza laboral federal, que ha perdido más de 300,000 empleos en el marco de los esfuerzos de la administración por reducir el tamaño del gobierno y reestructurar agencias con el argumento de aumentar la eficiencia. Sin embargo, estudios recientes muestran que las consecuencias van mucho más allá de la imagen de parques nacionales cerrados o servicios paralizados.
Analizando registros históricos, como el cierre de 16 días de octubre de 2013, los especialistas destacan que estas interrupciones generan un impacto duradero en la moral, la retención y el desempeño de los empleados federales. Cuando el Congreso no aprueba los presupuestos, las agencias suspenden temporalmente a los trabajadores no esenciales. Aunque el pago atrasado se garantiza legalmente, el estado de suspensión actúa como un golpe a la motivación y no refleja el desempeño individual.
Los datos muestran que los empleados afectados tienen 31% más probabilidades de dejar sus puestos dentro del año siguiente. Esta rotación no se compensa fácilmente, lo que obliga a las agencias a contratar personal temporal más costoso y provoca disminuciones en funciones críticas, desde la precisión en pagos hasta la gestión de patentes y la aplicación de la ley. La pérdida de capital humano se consolida durante los dos años posteriores, afectando sobre todo a jóvenes profesionales, mujeres y empleados altamente calificados, cuyo sentido de autonomía y reconocimiento se ve erosionado.
Los cierres también generan un aumento en los costos laborales. Las agencias que dependen de trabajadores temporales gastan hasta 1,000 millones de dólares adicionales durante los dos años posteriores, superando con creces los ahorros inmediatos en nómina. Además, la productividad se reduce, con errores en pagos y retrasos en servicios especializados que representan pérdidas millonarias para los contribuyentes.
Los economistas advierten que, más allá del efecto inmediato sobre el PIB y los salarios atrasados, los cierres generan un costo prolongado en eficiencia, motivación y gasto público. Estos episodios recurrentes desmoralizan a la fuerza laboral y debilitan la capacidad del gobierno para cumplir con sus responsabilidades esenciales, desde programas sociales hasta seguridad y regulación ambiental.
Con otro periodo de incertidumbre en puerta, cientos de miles de empleados federales enfrentan nuevamente la posibilidad de suspensiones temporales, mientras el impacto económico y laboral se extiende más allá de lo visible, afectando a millones de estadounidenses que dependen de los servicios del gobierno.