No pocos cuauhtemenses esperamos mejores tiempos culturales para nuestro terruño. Pasamos por un profundo bache en cuanto a la promoción y realización de eventos artísticos e intelectuales. Esperamos una auténtica política local para el desarrollo cultural.
El gobierno municipal debió lanzar convocatorias para concursos y actividades (teatro, canto, danza, libros, etc.) que despiertan la creatividad de artistas y el interés del público dispuesto a apreciar sus obras. Poco se ha hecho por promover la creación y cultivar el esparcimiento en los espacios adecuados para ello. El Festival de las Tres Culturas acabó siendo una caricatura del diseño original que le dio vida en 1994.
Se impuso en Cuauhtémoc, a lo largo de estos tres años, una perspectiva recortada –muy recortada- de la cultura; perspectiva que ordena decisiones según un criterio populista, en su nivel más elevado, y vulgar, en su nivel más bajo y común en la actual administración.
Y es que el criterio para “soltar” (así se habla en los escritorios de los jefes administrativos municipales) apoyos a la cultura ha sido, en el actual gobierno local, la cantidad de votos a que pueden ser traducidos los eventos que se proponen.
¿Qué nombre podemos aplicar a esta política cultural?
Fue vergonzoso aquel concierto de un trovador chihuahuense muy querido por muchos cuauhtemenses, donde las canciones siguieron y siguieron, tras aplausos y más aplausos, hasta que una orden tan simple como oprobiosa se cumplió al apagarle las luces del teatro al artista (es que no era concierto de los Yonics, si no…).
El buen cine, el teatro, la danza y la música clásica, la declamación y el canto, la literatura y la reflexión, no aparecieron prácticamente en el horizonte de prioridades para el gobierno que ya está por terminar. Se les vio como un gasto, y un “mal” gasto.
Ni el despacho del alcalde, ni la oficina de cultura del municipio, ni la regiduría correspondiente a la cultura, le dieron una justa apreciación a eso que supongo aún no comprenden muy bien. Eso es lo que enaltece a un pueblo, lo que hace la diferencia entre el crecimiento material de una comunidad pueblo y su desarrollo pleno.
La cultura no se cuantifica como los votos en las urnas; es cosa muy distinta. El populista cuenta las sillas ocupadas en un recital –porque para él, cada una es un elector-; el beneficio que un buen concierto deja en la concurrencia (sea poca o mucha) no se puede medir, no es contable, no cae en la lógica ramplona del electorero.
En Cuauhtémoc hay mucho por hacer en el campo cultural, y es bueno saber que hay una legión de artistas y promotores culturales que lo hacen, no solamente al margen del gobierno municipal sino muchas veces a pesar y en contra de él.
Hay mucho que hacer, y espero que en las siguientes administraciones se tome en cuenta esta voluntad cuauhtemense de crecer en el plano cultural. Es decir, como muchos otros, espero que el gobierno que venga cumpla con su deber en este campo. Y si no mejora el gobierno en este sentido, estoy seguro que la legión cultural ciudadana seguirá dando la pelea.
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