Beto Pérez es cuauhtemense. Él nació y ha hecho su vida en Cuauhtémoc. Ha gobernado a este municipio en dos ocasiones. Toda su vida ha servido a la comunidad en el negocio de la comida, primero en el restaurant de sus padres y luego en el de su esposa y suyo.
Beto empezó en el servicio público en 1992, asumiendo el cargo de Director de Seguridad Pública cuando César Chavira fue Presidente Municipal de Cuauhtémoc. Entonces su figura pública comenzó su desarrollo, y su simpatía popular no es cuestionable, lo cual se prueba con sus triunfos electorales.
Con todo, resulta que para quienes despachan en la Presidencia Municipal de Cuauhtémoc (en particular el Secretario del H. Ayuntamiento), Beto Pérez no es residente de esta cabecera, a pesar de ser conocido y reconocido por todo el pueblo. Esto es para provocar risa y enojo, ¿o no?
La negación de la carta de residencia a Elías Humberto Pérez Mendoza, aún con documentos probatorios de ella, es un acto de ruindad incuestionable, sólo queda discutir su grado de vileza. Vemos cómo se exhibe con evidencia de sobra lo desconsiderado que se puede ser cuando el poder hace olvidar el servicio a los ciudadanos.
En su parte final, el actual gobierno municipal de Cuauhtémoc ofrece, entre sus resultados, una abyección no vista en ningún otro momento de la historia del municipio. Por supuesto que esto no es para dar orgullo. Lo ideal es que nuestros gobernantes (y sus colaboradores) se muevan sobre una firme eficacia mezclada con decoro que deje prestigio.
Hoy, los cuauhtemenses atestiguamos -aunque no sin mucha sorpresa- el uso del poder para desbrozar caminos a quienes lo ejercen, dejando en claro, con ello, el enorme desprecio de éstos y sus servidores oficiosos hacia los principios del gobierno democrático.
Muchos se preguntan, entre otras cosas, ¿qué tanto significa Beto Pérez para la actual administración cuauhtemense? ¿Por qué ese innoble “acto de gobierno” en su contra? ¿Le odian? ¿Le temen? ¿Quién es Beto Pérez para merecer la grosería con la que se le ha despachado en las oficinas municipales?
Pero hay otras preguntas, como: ¿qué significa la ciudadanía cuauhtemense para este insulso gobierno que se vanagloria en su mediocridad? ¿Por quién (o qué) se le toma al pueblo, que ha de soportar, a parte del incumplimiento de promesas de obras y servicios, actitudes y conductas insolentes en el trato concreto al ciudadano? ¿Acaso representamos, para este particular y anodino gobierno local, un montón de electores a quienes se les puede tomar el pelo?
La negación de la carta de residencia a Beto Pérez lleva importante significado, no es asunto para dejar pasar. Se trata de mucho más que un ridículo gesto de un funcionario público, es un oprobio irrefutable, una mala voluntad concretada en bribonada. No le verá así quien definitivamente no querrá verlo.
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