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Opinión

Mirada de Mujer Por: Luis Villegas Montes

El título de estas líneas no guarda relación con la telenovela que hace años protagonizara Angélica Aragón, entre otras memorables actuaciones. Yo me acuerdo bien de esa telenovela por varias razones; una de tantas, porque dejaba yo de hacer lo que estuviera haciendo para ir a verla. Recuerdo que estaba yo en Campeche, en lo más álgido de la contienda por la gubernatura, allá por 2003, y tan pronto daban las nueve de la noche, ¡plop!, me esfumaba. “¿Dónde está Villegas?”, era una pregunta recurrente a eso de las nueve o nueve y media. “Quién sabe”, era la respuesta obligada pues, en efecto, nadie lo sabía y nadie hubiera podido creerlo: De manera subrepticia me deslizaba hacia mi cuarto de hotel a ver el capítulo correspondiente y ya como a eso de las diez, reaparecía muy orondo. Así estuve durante semanas, hasta que me sinceré no sé con quién, que luego, luego, fue con el chisme de mis hábitos nocturnos y me pusieron una tele en la Secretaría del Partido para que no me les desapareciera así de súbito.

Porque me gustaba es largo de explicar; baste decir que mi acotada afición por los culebrones no está clara ni para mí, pues en mi vida solamente he visto (completas) tres: Esa, la de “Tú o Nadie” y “Los Ricos también Lloran”; y entre Verónica Castro, Lucía Méndez y Angélica Aragón media un abismo difícil de salvar. Baste decir que, de las tres, la única actriz es la última. Total, allá uno y sus misterios del alma.

Aclarado que el título de estos párrafos no deriva de la telenovela famosa, ¿cuál es el punto? Uno solo: La mirada de la mujer es única, especial y concluyente. A diferencia de la de los hombres, la mirada de la mujer es periférica, capaz de ver de cerca y de lejos; abarcativa, capaz de verlo todo; incluyente, capaz de ver lo externo y lo interno. Los hombres somos más bien toscos; a lo que vamos, vamos. La mujer no. Las mujeres son más sutiles y su forma de razonar es más compleja. Dueñas en mayor medida que los hombres de sus dos hemisferios (en mi opinión, el ejercicio de la razón es algo más sencillo de poner en práctica que la intuición), la mujer es un ser más completo y, por ende, mejor. La afirmación de que la mujer es mejor que los varones no es gratuita ni ganas de congraciarme con Adriana (mi esposa), Lola (mi mamá), Patricia (mi hermana) y el más bien extenso etcétera de las mujeres con las que debo de convivir, no (… bueno, sí, pero no más tantito); a donde quiero llegar es a que sí existe eso que llamamos “mirada de mujer” y guarda relación con ese asunto de ver las cosas con la mirada del otro; ese otro para el que la mujer suele ser -y estar- más atenta, más receptiva; pero también, y sobre todo, con la propia mujer, tan a la zaga en un montón de cosas de nuestro diario vivir.

Todo lo anterior, porque luego de leer y releer completo el “Pacto por México”, caí en la cuenta de que en todo el documento no existe una sola referencia a la mujer. No es que quiera yo agarrarla ahora contra del famoso pacto -que sí vamos a tener que darle sus arrimaditas seguido-, es solo que esa pareciera una omisión imperdonable; en materia de género el Pacto famoso va “a la patita coja”. Dicho instrumento no contiene una sola referencia explícita a la problemática vinculada con ser mujer en nuestro país: Violencia, inequidad, salud, etc. y sus connotaciones específicas; ninguno de estos problemas es abordado con perspectiva de género pese a que en el primer párrafo del acuerdo textualmente se lee: “El siguiente paso de la democracia mexicana es la creación de una sociedad de derechos que logre la inclusión de todos los sectores sociales y reduzca los altos niveles de desigualdad que hoy existen entre las personas y entre las regiones de nuestro país”. ¿Y qué la mujer no es persona?

Vamos un solo caso, el del empleo. Una de las principales fuerzas productivas, por su capacidad de trabajo y grado de compromiso, y que ha transformado radicalmente la estructura del mercado laboral en México, es ignorada por el instrumento que pretende guiar el rumbo del país los siguientes 6 años de cara a los próximos 20. Existen distintos indicadores que demuestran cómo, en la estructura actual del mercado laboral, las mujeres enfrentan mayores obstáculos para acceder a empleos dignos y de calidad que les permitan el pleno ejercicio de sus capacidades productivas: Aunque más de la mitad de la población, 57.5%, son mujeres, no representan ni siquiera el 40% de la población ocupada; su tasa de desocupación es 7% superior a la de los varones; la tasa de ocupación en el sector informal es considerablemente mayor: 31.2% para las mujeres y 28.2% para los hombres; y por el mismo trabajo realizado reciben una remuneración menor respecto del sexo opuesto, que fluctúa entre el 84% y 96%. Lo anterior, ha propiciado que el Foro Económico Mundial, en su Reporte 2010 del Índice Global de Brecha de Género ubique a México en la posición 112 de 134 países medidos.1 Mientras que en países como Alemania las tasas de empleo para mujeres en edad de trabajar (15 a 64 años) fluctúa entre el 52 y el 55%; al igual que en Australia y Austria; los índices se desploman en el caso de México, que no alcanza el 37%;2 lo realmente relevante de esta situación es que las mujeres son una fuerza emergente de enorme relevancia: “La incorporación de las mujeres al mercado laboral ha tenido un im¬portante aumento en las décadas recientes: De 1970 a 2010 la parti¬cipación económica femenina se incrementó de 19 a 42.5 por ciento”.3

Me gustaría oír la voz de las mujeres, además de perderme en su mirada.

luvimo6608@gmail.com, luvimo66_@hotmail.com

1 Artículo suscrito por Óscar de la Vega Gómez, con el título: “Participación de la mujer en el mercado laboral”, publicado en fecha 24 de septiembre de 2012, por el periódico El Financiero.
2 KEELEY, Brian. Capital Humano. Cómo Influye en su Vida lo que Usted Sabe. Castillo y Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. 2007. Pág. 142.
3 RAPHAEL DE LA MADRID, Ricardo. Reporte sobre la discriminación en México 2012 Trabajo. Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación. México. 2012. Pág. 33.

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Opinión

Fotografías. Por Raúl Saucedo

Las Políticas por hacer

El quehacer político moderno, a menudo toma en cuenta a los sectores de la sociedad que ostentan poder o influencia visible dentro de la comunidad:  Los adultos votan, las empresas influyen y los medios de comunicación amplifican sus voces. Sin embargo, en el complicado juego de poder, la niñez, un grupo vital pero silencioso, suelen quedarse en el margen.

La Niñez representa el futuro; es el cimiento sobre el que se construirán las próximas generaciones. Su bienestar, educación y salud son indicadores clave no solo de su calidad de vida individual, sino también del progreso y la salud de una sociedad en su conjunto. A pesar de esto, los gobiernos frecuentemente pasan por alto  la creación de políticas públicas enfocadas en este sector, principalmente porque esta parte de la sociedad no votan ni tienen voz directa en los procesos políticos.

Este “descuido” puede atribuirse a varios factores. Primero, la falta de representación política directa. La niñez depende completamente de los adultos para que sus intereses sean representados en el gobierno. Sin embargo, las agendas políticas suelen estar más influenciadas por las preocupaciones inmediatas de los votantes adultos —empleo, economía, seguridad— relegando a un segundo plano temas como la educación de calidad o la protección contra el abuso y la negligencia.

Además, la falta de datos específicos sobre los problemas que afectan a la niñez impide formular políticas bien informadas. A menudo, las estadísticas y estudios disponibles no desglosan la información por edad de manera que refleje las realidades específicas de este grupo. Esto conduce a un entendimiento incompleto de sus verdaderas necesidades y desafíos.

Es más, los problemas que afectan a la niñez suelen ser transversales y requieren una política integrada. Por ejemplo, la pobreza infantil no solo afecta la nutrición; impacta también en el acceso a la educación, la salud y las oportunidades de desarrollo social y emocional. Sin un enfoque especifico que contemple la complejidad de estos asuntos, las políticas resultantes pueden ser ineficaces o incluso contraproducentes.

La Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada en 1989 por las Naciones Unidas (ONU), establece en teoría un marco internacional para la protección de los derechos de la niñez, incluyendo el derecho a la educación, la salud y la protección contra la explotación infantil. Sin embargo, la aplicación de estos derechos en políticas concretas sigue siendo un desafío global.

Por lo tanto, es fundamental que los gobiernos reconozcan la importancia de la niñez en el desarrollo social y económico de un país. Invertir en este sector no es solo una cuestión de cumplir con obligaciones morales o internacionales, sino una estrategia prudente para fomentar sociedades más educadas, saludables y equitativas. Los niños y niñas de hoy son los adultos del mañana; sus problemas y necesidades deben ser una prioridad, no una reflexión tardía.

Para abordar esta cuestión sistémica, es necesario promover una mayor participación de los expertos en infancia en los procesos de toma de decisiones y asegurar que las políticas públicas sean evaluadas también en función de su impacto en la población infantil. Las voces de los infantes, aunque no se expresen en las urnas, deben resonar en los corredores del poder a través de quienes aboguen por su bienestar y futuro.

Ignorar las necesidades de este sector en la formulación de políticas públicas no solo es un fracaso en proteger a los más vulnerables, sino también una miopía estratégica que compromete el desarrollo sostenible y la justicia social a largo plazo. Es hora de que los gobiernos ajusten sus lentes y enfoquen claramente en el bienestar y los derechos de los niños, garantizando así un futuro mejor para todos.

Este planteamiento personal y profesional surge en reflexión del pasado 30 de abril, donde la mayoría de mis amigos publicaron historias sobre festivales infantiles en compañía de sus hijos, mientras yo daba un clavado al baúl de los recuerdos encontrando fotografías olvidadas de una etapa fundamental de mi vida, todo esto con aquella canción de fondo del Maestro Sabina donde protestamos contra el misterio del mes de abril.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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