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Opinión

A dieta, de dietas. Por Itali Heide

Itali Heide

Cada vez que aparece un nuevo año, millones de resoluciones son prometidas para remediar lo que nos atormentó en el último año. Algunos de los propósitos más comunes, que inducen a la culpa, la frustración y son rutinariamente olvidados, son las dietas y el ejercicio. Desde un cambio tan simple como dejar de comer comida chatarra hasta un cambio total de estilo de vida para alcanzar un objetivo físico, el Año Nuevo parece despertar motivación en las personas. En cualquier caso, buscar formas de estar y sentirse más saludable es siempre una buena idea. Si los cambios de hábitos alimenticios y unas visitas al gimnasio lo apoyan de forma sana: ¡chido!

Desafortunadamente, como la mayoría de las tendencias que han aparecido en nuestras vidas a través de generaciones siempre más conectadas y consumistas, hay una sombría realidad en la cultura de la dieta. Esta llamada <diet culture> se refiere a la priorización del peso, la figura y el tamaño sobre la importancia de la salud. Básicamente, la cultura tóxica de las dietas implica las prácticas que sugieren que la salud tiene un tamaño y aspecto específico. En realidad, la salud puede presentarse en cuerpos de todos los tamaños, formas y tallas.

En el 2016, 8 de 10 mexicanos afirmaron estar siguiendo alguna restricción alimenticia. (Imagen: Siora Photography)

Así como hay personas delgadas genéticamente, envidiadas por no subir ni un gramo a pesar de comer sin parar; unos ‘kilitos de más’ no determina la salud de nadie. Vivimos en una sociedad en la que los tipos de cuerpos se convierten en tendencia, evolucionando y cambiando cada mes para entretener esta consciencia colectiva que glorifica el objetivo que para siempre estará más allá de nuestro alcance: la perfección.

Aunque existe un creciente enfoque en el movimiento de <body positive>, el cual busca normalizar y resaltar que todos los cuerpos son valiosos gracias a (y no a pesar de) su diversidad, las dietas siguen siendo una gran parte de nuestra cultura, comprendiendo una industria de miles de millones de dólares. Productos dietéticos, endosos de celebridades e influencers, dietas personalizadas y promesas de resultados milagrosos gracias a superfoods y suplementos son algunos de los contribuyentes a las tendencias dañinas para nuestra salud física y mental.

Hoy por hoy, es casi imposible escapar de la constante glorificación de la belleza percibida en un margen muy delgado, y entre millones de productos y servicios  que promueven una visión desorientada y superficial de cómo debería ser la salud, hay formas de reconocer e ignorar la toxicidad de la cultura de la dieta. Debemos expandir nuestra concepción de la salud en más que sólo las dimensiones del cuerpo.

La verdadera salud se enfoca más en un bienestar general: no sólo de cuerpo, sino de mente y relación. Más allá de la salud física, nuestros hábitos y formas de vida deben beneficiar también a nuestra salud mental y socio-emocional. Tal vez deberíamos introducir una nueva e innovadora ‘dieta’: ¡escuchar a nuestros cuerpos! ¿Hambre? Se come. ¿Sed? Se bebe. Se comen vegetales, frutas, pasta y chocolate. Se bebe agua, té y la cerveza ocasional. Se camina, se corre, se respira, se ríe, y se vive. La salud no es talla única, y es hora de que nos enfoquemos en sentirnos bien sobre vernos bien.

Opinión

Ken Salazar: ¿Embajador o Actor de Telenovela? Por Caleb Ordoñez T.

¡Ah, Ken Salazar! El embajador de Estados Unidos que nos ha dejado perplejos con sus altibajos políticos, sus declaraciones dignas de un guión de serie, y su relación complicada con la Cuarta Transformación. Si algo ha demostrado este diplomático es que puede pasar de ser el mejor amigo de la 4T a su crítico más feroz, dependiendo de cómo soplen los vientos en Washington. Vamos, que ni él mismo parece saber en qué equipo juega.

La historia de Salazar en México comenzó con un apoyo incondicional a la estrategia de seguridad de López Obrador. “Queremos ayudar a México”, decía con entusiasmo. Todo iba viento en popa: AMLO estaba contento, Salazar estaba contento, y la relación bilateral estaba, si no perfecta, al menos pacífica. Pero, de repente, Salazar empezó a lanzar críticas, como si su personaje hubiese sufrido un cambio drástico de dirección. ¿Qué pasó? Pues, para sorpresa de todos, ¡Donald Trump volvió al juego! Y al parecer, eso trajo consigo una versión “Ken Salazar 2.0”, una más crítica y menos amigable.

Caleb Ordoñez T.

Caleb Ordoñez T.

La situación llegó al punto de que Marcelo Ebrard, nuestro ex canciller, tuvo que enviarle un mensaje directo (aunque con tono irónico y de pulida diplomacia): “Dear Ken, what are you talking about?”. ¿Qué habrá pensado Salazar al leer esa frase? Porque para el diplomático promedio, una indirecta así es casi un grito. ¡Imagínense! Si hasta los memes en Twitter le daban vuelta, como si se tratara de una pelea entre amigos que ya no se soportan.

Por si fuera poco, Sheinbaum, en una de sus mañaneras, no perdió la oportunidad de hacer un comentario jocoso sobre los vaivenes del embajador. “Es que Ken se confunde”, dijo en tono irónico, como quien habla de un viejo amigo algo despistado. Claro, el comentario causó risas entre los presentes, pero también dejó en claro que el equipo de AMLO ya no se toma muy en serio las críticas de Salazar. Tal parece que la figura de Salazar es ahora vista como una especie de personaje excéntrico, más digno de un episodio de sátira política que de una embajada.

Pero lo realmente intrigante es: ¿quién podría suceder a Ken Salazar si Trump llega a la Casa Blanca nuevamente? ¿A quién enviaría el expresidente a continuar esta telenovela diplomática? Tal vez podríamos ver a alguien de su círculo más leal, como un Mike Pompeo, experto en lanzar dardos con una sonrisa, o, por qué no, a alguien más peculiar y polémico, como un Rudy Giuliani, quien seguramente haría de la embajada un espectáculo.

La verdad, sea quien sea, seguro nos traerá más drama. Porque, al parecer, la embajada de Estados Unidos en México ya no es un puesto diplomático, sino un auténtico reality show político, donde el que llega, o es nuestro mejor amigo, o el villano de la temporada. Así que preparemos las palomitas, porque la novela de Ken Salazar, o de su posible sucesor, seguro aún nos tiene reservadas muchas sorpresas.

Y un edificio nuevo.

La embajada de Estados Unidos en México está casi lista, con un avance notable, y no podemos evitar preguntarnos: ¿vendrá Trump a cortarle el listón si gana en 2024?

Imaginemos el espectáculo: Sheinbaum dando la bienvenida en la mañanera y un Trump republicano hablando de “buenos vecinos” (entre ironías y sonrisas forzadas). ¿Cómo gestionarán esta relación diplomática? Seguro veremos un juego interesante de diplomacia y un poco de sarcasmo, donde ambos bandos tendrán que bailar al ritmo de las relaciones exteriores. Con Trump y Sheinbaum, podríamos estar ante el evento del año… o de la más extraña comedia política.

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