El 27 de febrero de 2020 se reportó el primer caso de covid-19 en México. Fue un hombre de mediana edad, hospitalizado en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER). La presencia del virus SARS-CoV-2 se confirmó al día siguiente y sólo un par de semanas después, ahí mismo, ocurrió el primer fallecimiento por complicaciones graves de una enfermedad que, a dos años de distancia, los científicos no han terminado de descifrar.
De hecho, afirma el infectólogo Gustavo Reyes Terán, el virus sigue en evolución. Nadie sabe qué viene y es inútil intentar predecir su futuro, porque tiene su propia agenda.
Lo cierto es que los dos años que lleva la pandemia, con más de 5.5 millones de casos confirmados mediante prueba de laboratorio, 318 mil defunciones y 4 millones 764 mil 651 personas que se han recuperado de la enfermedad, ha sido el periodo más intenso de aprendizaje para el personal de salud y la población en general, coinciden especialistas que han tenido la responsabilidad de atender la emergencia sanitaria, habilitar las camas de hospital y atender a enfermos graves.
Como jefa de Áreas Críticas del INER, Carmen Hernández Cárdenas se encargó de organizar la reconversión hospitalaria, la cual consistió en habilitar el mayor número de camas posible para recibir a pacientes en estado crítico.
Y puntualiza que no fue sólo poner un ventilador, sino todo el equipamiento necesario para hacer frente a cualquier complicación, además de la insuficiencia respiratoria. Por eso el INER se convirtió en la terapia intensiva más grande del país. Pasó de tener 23 a 153 camas de este tipo, así como otras 55 para personas con cuadros graves, pero sin necesidad de ventilación mecánica asistida.
En el INER, los preparativos para hacer frente al covid-19 empezaron desde los primeros días de 2020, con base en las noticias que llegaban de Asia y Europa. “Nos tomó dos meses contar con los espacios, la contratación y entrenamiento del personal médico y de enfermería”, y cuando llegaron los enfermos vino el reto mayor y que aún continúa, porque el virus es nuevo, pero también impredecible. Se comporta de maneras insospechadas. Ya son dos años de experiencias, conocimientos nuevos e incógnitas pendientes de resolver, explica Hernández.
Por separado, Reyes Terán advierte que debido a que el coronavirus sigue en evolución, aún no es posible plantear el término de la pandemia. Esto es así por varios factores, entre otros, que el número reproductivo (R0) y la mortalidad siguen en niveles elevados. El R0 se refiere a la cantidad de personas que se infectan con el virus SARS-CoV-2 luego de haber estado en contacto con un enfermo. Para considerar que se ha logrado el control de la enfermedad, ese número debe ser uno o menos de uno. No obstante, con la variante más reciente, ómicron, actualmente la predominante en el país, un individuo con el virus lo transmite a ocho o nueve más.
Sobre la letalidad, el especialista titular de la Comisión Coordinadora de los Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad, sostiene que ninguna defunción es aceptable y aunque en la cuarta ola de la pandemia disminuyó la pérdida de vidas en relación con los repuntes anteriores, nadie puede anticipar que la emergencia terminará mientras se sigan sumando fallecimientos. Sobre esto no se sabe aún lo que vendrá.
Por ahora, como ha sido desde el principio, tenemos que seguir cuidándonos y ya sabemos cómo. Reyes Terán destaca que la evidencia de esto se dio en el periodo más reciente de alta transmisión del virus, el cual llegó durante las vacaciones de invierno e intensa movilidad de las personas. Pero, cuando se aceleraron los casos no hubo necesidad de que las autoridades llamaran a quedarse en casa; las calles y lugares públicos se quedaron vacíos.
El especialista también explica que debido a que el covid-19 sigue en evolución con una ruta distinta a lo que se conocía de los virus, es de esperar que surjan nuevas variantes, las cuales pueden ser más o menos contagiosas y/o letales.
Aunque la vacunación avanza, el principal riesgo está en las poblaciones que aún carecen de esta protección y aquellas que si bien han sido inoculadas, son altamente vulnerables a adquirir la infección.
Para Reyes Terán, los adultos mayores, quienes viven con enfermedades autoinmunes y/o con un sistema de defensas debilitado, aun vacunados son propensos al covid-19, y mientras tienen la infección, lo que puede ser por un periodo largo, el virus puede reproducirse y eventualmente producir nuevas variantes.
Ángeles Cruz Martínez
La Jornada